Si el aura que el templo exudaba al exterior se podía considerar dominante, el interior era una mezcla caótica de sed de sangre y tranquilidad. Damien no podía comprender cómo un humano podría jamás equilibrar emociones tan opuestas a la perfección, y menos aún una construcción como el templo.
Lo primero que vieron al entrar fue un salón expansivo que parecía continuar por la eternidad. Las paredes de este salón estaban decoradas con grandes representaciones de una batalla masiva.
A medida que avanzaban, las representaciones se volvían aún más espantosas. Al principio, había un mundo lleno de conflictos. Los imperios luchaban por territorio, la gente chocaba por cualquier agravio menor, y el orden y la ley solo estaban presentes en la clase alta de la sociedad.