—¿Por qué devolviste el café? —preguntó Ji Qingyan, parada en la escalera.
—Cuando vi tus medias y el café juntos, de repente no quise beberlo.
—¿Nunca has estado en la casa de otra mujer, verdad? —Ji Qingyan se burló.
—¿Cómo lo sabías?
—Las medias de las mujeres se guardan todas en el refrigerador. Así duran más —dijo Ji Qingyan—. Además, esas medias están sin abrir, son todas nuevas. ¿De qué tienes miedo? Tus pensamientos se están desbocando.
—Olvidalo, mejor tomo un vaso de agua.
Al ver que Lin Yi no bebía el café del refrigerador, Qingyan no pudo evitar reírse.
Se veía bastante linda.
—Claro, haz lo que quieras. Voy a ducharme, puede que me tome un tiempo. Mi laptop está en la mesa del comedor, siéntete libre de usarla.
—Ok.
Pronto, se pudo escuchar el sonido del agua corriendo arriba.
Lin Yi se aburría, así que se levantó y caminó por la villa. El aire era fresco y el paisaje agradable.
Cuando vino ayer, Lin Yi aún envidiaba la villa de Ji Qingyan.
