—¿Ya terminaron? —Antai tenía una sonrisa de oreja a oreja cuando vio a Lin Yi.
—Mira, ¿no te dije? ¿No es este chico muy guapo?
—De verdad que sí. Es medio cabeza más alto que Qingyan, y se ven bien juntos —dijo con una sonrisa Song Minghui, la madre de Qingyan.
—Ji Qingyan estaba atónita—. Ustedes... ¿cuándo llegaron?
—Hace más de diez minutos —dijo Jii Antai—. Las cortinas estaban cerradas en la habitación, y teníamos miedo de interrumpir tu trabajo, así que no nos atrevimos a entrar.
—Ji Qingyan deseaba poder encontrar un agujero en el suelo para esconderse. Lo que más temía se había hecho realidad.
—Papá, mamá, déjenme explicar. Me estaba cambiando ahora mismo, por eso cerré las cortinas. No es lo que están pensando.
—No hace falta que expliques. Ya hemos pasado por esto antes y eres una adulta. Es normal que pasen cosas así. Entendemos —dijo Minghui.
—Lin Yi pudo notar por sus amables ojos que su hija por fin había crecido.