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Chapter 9 - Capitulo 9: El despertar del diablo

PARTE 1: El dolor de un heroe

En un bosque distante, la sangre cubría las murallas como un río oscuro. Los elfos oscuros, liderados por su rey Midgar, luchaban desesperadamente para resistir el asalto de las grotescas bestias que se acercaban. Eran arañas gigantes con torsos humanoides masculinos que escupían ácido por sus bocas, intentando disolver los muros que protegían la ciudad de los elfos.

Mientras tanto, en medio del caos, del lado de los monstruos, un joven con una larga gabardina blanca y empuñando dos espadas carmesí se batía con todas sus fuerzas. Sus movimientos eran ágiles y precisos, cada golpe estaba impregnado de una furia contenida que canalizaba a través de sus espadas. Los elfos oscuros, apostados en las murallas, disparaban flechas mágicas en un esfuerzo por detener a las arañas antes de que escalaran los muros.Para entender cómo se llegó a este punto, debemos retroceder en el tiempo. Benjamin había llegado al bosque oscuro y, con una misión clara, solicitó una audiencia con el rey de los elfos oscuros. Su llegada no fue recibida de manera amigable; los elfos oscuros, desconfiados por los ataques previos de otros humanos, mostraban una hostilidad velada. Sin embargo, Benjamin no se dejó intimidar y entabló una charla con el rey y los líderes elfos. Con paciencia y habilidad, inició una diplomacia en la que propuso la convivencia pacífica entre los humanos del barrio y los elfos oscuros. Su propuesta fue recibida con escepticismo al principio, pero luego fue aceptada.Como agradecimiento por su acto diplomático, los elfos oscuros decidieron enseñarle a Benjamin las técnicas mágicas básicas de su tribu. Estas incluían el control de los espíritus y la magia de los elementos, aunque los elfos oscuros solo podían usar la magia del fuego fatuo, un fuego más poderoso que el fuego normal. Durante casi una semana, Benjamin se dedicó a dominar esta técnica, logrando imbuir el fuego en sus espadas y en partes de su cuerpo. Luego, iniciaron las clases de combate con armas, donde aprendió a manejar dagas, cuchillos, espadas, lanzas, arcos, martillos, escudos, hoces, cuchillas con cadenas, entre otras. Al final de la segunda semana, había adquirido destrezas en todas las armas que conocían los elfos.Durante su estancia, Benjamin formó vínculos estrechos con los elfos que lo cuidaron, ofreciéndole comida, agua y ropa nueva, resistente a los combates. Sin embargo, fue al inicio de la tercera semana cuando el destino cambió de forma abrupta. Un temblor sacudió la tierra y los muros del castillo, alertando a todos. Los elfos corrieron hacia las murallas, donde se encontraron con la ominosa presencia de varios faros divinos. Benjamin, consciente de lo que significaba, entendió que un asalto conjunto había comenzado. Según su investigación con los elfos oscuros, el jefe de zona tenía un tiempo límite antes de perder el control de la región. En ese plazo, debía dominar todos los lugares a su disposición para hacerse más fuerte y ascender al rango de jefe de ciudad. Y ese momento ya había comenzado.Decidido a proteger la ciudad de los elfos oscuros, Benjamin se preparó para la batalla. Con determinación en su mirada y un peso en su corazón, se dirigió hacia la muralla y se volvió hacia el rey y los elfos.Benjamin: —Yo protegeré esta ciudad, así sea lo último que haga. Es lo menos que puedo hacer por ustedes como agradecimiento por su cuidado.Tras pronunciar estas palabras, dio un paso adelante sobre la muralla y se lanzó al vacío, hacia el enjambre de monstruos que aguardaban abajo. Con sus dos espadas largas agarradas firmemente, utilizó la pared de la muralla para impulsarse y, con un salto lleno de furia, se abalanzó sobre los monstruos araña. Sus espadas se movían con la precisión de un maestro, cortando y desgarrando a las criaturas con cada golpe. El fuego fatuo envolvía sus armas, incinerando a los monstruos al contacto, mientras Benjamin luchaba con una ferocidad que parecía sobrenatural.Cada movimiento era un baile mortal, una coreografía letal en la que Benjamin se desplazaba entre los monstruos con una velocidad y agilidad que desafiaban las leyes de la física. Sus espadas, ahora una extensión de su voluntad, se convertían en herramientas de destrucción pura, mientras las bestias caían ante su poder, una tras otra. El sonido del acero cortando carne y el crujido de las mandíbulas de las arañas resonaban en el aire, creando una sinfonía aterradora que hacía eco en las murallas de la ciudad de los elfos oscuros.La batalla apenas comenzaba, pero la determinación de Benjamin era inquebrantable. Protegería a aquellos que lo habían acogido, y no se detendría hasta que la última de esas monstruosidades fuera aniquilada.El campo de batalla estaba cubierto de un manto rojo, donde la sangre de las bestias araña se mezclaba con la tierra bajo los pies de Benjamin. El aire estaba impregnado del olor a carne quemada y ácido corrosivo, mientras los muros de la ciudad de los elfos oscuros temblaban ante el ataque incesante. Las arañas infernales, con sus cuerpos colosales y torsos humanoides, escupían ácido que chisporroteaba al contacto con las murallas, intentando abrirse paso a través de la piedra.Benjamin, con su gabardina blanca ondeando como un estandarte en medio de la devastación, se lanzaba al combate con una furia contenida. Sus dos espadas carmesí, imbuidas con el fuego fatuo que había aprendido a dominar, brillaban con una intensidad ominosa mientras cortaban el aire y la carne de las criaturas. Cada golpe era preciso, pero también estaba cargado de una brutalidad cruda, una mezcla de gracia letal y fuerza descomunal.Con un movimiento rápido, Benjamin se deslizó por debajo de una de las monstruosas arañas que se había lanzado sobre él. Giró sobre su talón, cortando las patas de la bestia con un solo barrido de su espada derecha, mientras la izquierda se hundía profundamente en el abdomen del monstruo. Un chorro de sangre negra y viscosa salpicó su rostro, pero Benjamin no se detuvo. Con un gruñido, extrajo la espada y giró sobre sí mismo, decapitando a la criatura antes de que su cuerpo se estrellara contra el suelo con un estruendo sordo.Una segunda araña se abalanzó sobre él, sus colmillos brillando con un ácido corrosivo que podía desintegrar la carne en segundos. Benjamin esquivó el ataque con un salto hacia atrás, sus movimientos tan fluidos que parecían casi coreografiados. Aterrizó suavemente y, sin perder un segundo, se lanzó hacia adelante, girando en el aire y cortando ambos brazos de la bestia en un solo golpe. El monstruo soltó un chillido agónico, pero Benjamin no mostró piedad. Con un grito feroz, clavó ambas espadas en el torso de la criatura, sus hojas ardiendo con el fuego fatuo que consumió la carne podrida del monstruo desde adentro.El campo de batalla era un caos de cuerpos mutilados, sangre y gritos. Benjamin se movía entre las criaturas como un vendaval, su determinación palpable en cada golpe que asestaba. Sin embargo, a medida que las bestias seguían llegando, su cuerpo empezaba a sentir el peso de la batalla. Su respiración se hacía más pesada, y cada movimiento era un recordatorio de la brutalidad de la lucha en la que estaba inmerso.Una de las arañas más grandes, con colmillos tan largos como espadas y un cuerpo cubierto de una armadura natural, se lanzó sobre él. Benjamin apenas tuvo tiempo de esquivar, rodando por el suelo para evitar el ataque. Se levantó rápidamente, pero la bestia no le dio tregua. Con una velocidad inesperada para una criatura de su tamaño, se abalanzó de nuevo, y esta vez, Benjamin no pudo esquivar completamente el ataque. El colmillo de la araña rasgó su gabardina y se hundió en su costado, haciéndole soltar un grito de dolor.La adrenalina lo empujó a seguir. Con un rugido, se impulsó hacia la criatura, ignorando el dolor que irradiaba de su herida. Sus espadas se movieron como rayos, cortando las patas de la bestia una por una. La araña intentó retroceder, pero Benjamin no le dio la oportunidad. Con un último esfuerzo, lanzó ambas espadas hacia la cabeza de la criatura, que se hundieron hasta el mango. La bestia cayó al suelo, muerta, mientras Benjamin, jadeando, recuperaba sus armas.El dolor en su costado era insoportable, pero no podía detenerse. Sabía que cada segundo contaba, que la ciudad de los elfos oscuros dependía de su éxito en el campo de batalla. Siguió luchando, cortando, desgarrando, hasta que sus manos estaban cubiertas de la sangre negra de las criaturas. Sin embargo, la verdadera prueba estaba por llegar.Una de las arañas, más grande y más fuerte que las demás, emergió del grupo. Sus ojos rojos brillaban con una inteligencia oscura, y su cuerpo estaba cubierto por una gruesa coraza que brillaba bajo la luz del fuego que consumía el campo de batalla. Benjamin se preparó para el enfrentamiento, sintiendo que esta sería la batalla más dura que había enfrentado hasta ahora.La araña cargó hacia él con una fuerza abrumadora, y Benjamin apenas tuvo tiempo de levantar sus espadas para bloquear el ataque. El impacto lo hizo retroceder, sus pies se deslizaron por el suelo ensangrentado, pero se mantuvo firme. Con un grito de esfuerzo, empujó a la criatura hacia atrás y se lanzó al ataque. Sus espadas brillaron con el fuego fatuo mientras intentaba penetrar la coraza de la bestia, pero esta era más dura de lo que había anticipado.La araña contraatacó, moviéndose con una velocidad que no parecía natural. Benjamin esquivó el primer golpe, pero no pudo evitar el segundo. El colmillo de la criatura se hundió en su brazo izquierdo, y antes de que pudiera reaccionar, la araña lo arrancó de cuajo. El dolor fue insoportable, un estallido de agonía que recorrió todo su cuerpo. Soltó un grito, su vista se nubló por un momento, pero el instinto de supervivencia lo hizo seguir adelante.Con su brazo derecho aún funcional, lanzó un golpe desesperado hacia la cabeza de la criatura. La espada se hundió entre los ojos de la bestia, y con un esfuerzo titánico, Benjamin empujó la hoja más profundo, hasta que sintió el cráneo de la araña romperse bajo la presión. La criatura soltó un último chillido y luego se desplomó, muerta.Benjamin cayó de rodillas, jadeando. Su cuerpo estaba cubierto de heridas, y la sangre manaba libremente de la herida donde antes había estado su brazo izquierdo. El campo de batalla a su alrededor era un cementerio de criaturas muertas, pero el precio había sido alto. Se inclinó hacia adelante, apoyando su espada en el suelo para evitar caer, su respiración entrecortada, mientras la adrenalina finalmente comenzaba a desvanecerse.El cielo sobre él se estaba oscureciendo, como si el mundo mismo se diera cuenta de la batalla que acababa de tener lugar. Pero Benjamin, a pesar del dolor y la fatiga, sabía que había ganado. Había defendido la ciudad de los elfos oscuros, tal como había prometido. Sin embargo, el costo de esa victoria era evidente en cada fibra de su ser.Mientras sus fuerzas lo abandonaban lentamente, cerró los ojos, permitiéndose un breve momento de descanso. La batalla había terminado, y aunque sabía que nuevas luchas vendrían, por ahora, había cumplido su deber.El cielo se había oscurecido tras la batalla, y Benjamin, exhausto y herido, se encontraba de rodillas, jadeando en el campo de batalla cubierto de cadáveres de las bestias araña. La luna llena brillaba débilmente entre las nubes negras, proyectando sombras inquietantes sobre los muros de la ciudad de los elfos oscuros. De repente, el sonido de pasos se hizo eco en la silenciosa escena, y Benjamin levantó la mirada para ver al rey Midgar, el orgulloso y poderoso líder de los elfos oscuros, acercándose lentamente hacia él.El rey, con su porte imponente y aura de autoridad, se detuvo frente a Benjamin. Sin mediar palabras, extendió su mano hacia el joven guerrero, ofreciendo un gesto de respeto y agradecimiento. Benjamin, sorprendido por el gesto, tomó la mano del rey firmemente, sintiendo la fuerza y la dignidad que emanaban de él. Era un momento de reconocimiento mutuo, un vínculo entre dos guerreros que habían luchado lado a lado para proteger la ciudad.Sin embargo, el momento fue brutalmente interrumpido. Una de las arañas que Benjamin creía muerta se levantó repentinamente de entre los cadáveres, sus ojos brillando con una luz malévola. En un abrir y cerrar de ojos, la criatura se lanzó hacia el rey Midgar, sus colmillos goteando ácido mientras se dirigían directamente hacia su cuello. Benjamin apenas tuvo tiempo de reaccionar; la bestia mordió profundamente la carne del rey, inyectando en su cuerpo un veneno que portaba un sello de vinculación genética.El rey Midgar soltó un grito ahogado mientras caía de rodillas, su cuerpo convulsionando violentamente. Sus ojos se volvieron completamente negros, y una energía oscura comenzó a emanar de su interior. Benjamin, horrorizado, intentó ayudarlo, pero fue arrojado hacia atrás por una fuerza invisible. En cuestión de segundos, la figura del rey comenzó a cambiar, su cuerpo deformándose y retorciéndose mientras la entidad que había invadido su cuerpo tomaba control total.La transformación fue rápida y aterradora. El rey Midgar ya no era el orgulloso líder de los elfos oscuros; ahora era una abominación, una criatura de pura oscuridad y maldad. Su cuerpo había adoptado una apariencia esquelética y etérea, cubierta de sombras que parecían palpitar con una energía siniestra. De su espalda surgieron largas extremidades parecidas a tentáculos, ondulantes como si fueran serpientes vivas, y sus ojos brillaban con un fulgor azul eléctrico que irradiaba terror.Benjamin, con el corazón destrozado por la tragedia que acababa de presenciar, sintió una ira incontrolable apoderarse de él. Sus manos temblaban mientras levantaba sus espadas carmesí, sus ojos llenos de lágrimas que parecían teñidas de sangre. No podía aceptar lo que había sucedido, no podía dejar que el rey Midgar, quien le había extendido la mano en señal de respeto, se convirtiera en esa monstruosidad.Con un grito desgarrador, Benjamin se lanzó hacia adelante, sus espadas cortando el aire con una furia desesperada. Cada golpe estaba cargado de una mezcla de dolor, rabia y una determinación salvaje. Las espadas chocaron contra los tentáculos oscuros del monstruo, que se movían con una velocidad sobrenatural, bloqueando y desviando los ataques con facilidad. Benjamin gritaba con cada golpe, sus movimientos eran un torbellino frenético de poder y precisión, pero también de caos y desesperación.La criatura, ahora conocida como el Rey de las Tinieblas, se movía con una gracia ominosa, sus movimientos eran fluidos y letales, como una danza macabra. Cada tentáculo era un látigo que se lanzaba hacia Benjamin, buscando destrozarlo. Benjamin esquivaba y contraatacaba con una velocidad impresionante, pero la criatura parecía anticipar cada uno de sus movimientos. Los tentáculos se enredaron alrededor de sus espadas, tirando de ellas y forzando a Benjamin a soltarlas para evitar ser arrastrado.Desarmado, Benjamin no retrocedió. En lugar de eso, cargó hacia la criatura con una furia aún mayor, lanzando un puñetazo directo al rostro del Rey de las Tinieblas. Su puño chocó contra la dura superficie de la cara del monstruo, enviando una onda de choque a través del aire. La criatura apenas retrocedió, pero la expresión en su rostro mostraba una mezcla de desprecio y placer sádico.El Rey de las Tinieblas lanzó a Benjamin al suelo con un golpe brutal, haciendo que la tierra se partiera bajo su cuerpo. Benjamin se levantó, sangrando y jadeando, pero no cedió. En su mente, los recuerdos del rey Midgar, de su respeto y bondad, lo impulsaban a seguir luchando. Sabía que no podía perder, no cuando todo por lo que habían luchado estaba en juego.Benjamin cargó nuevamente, esquivando un tentáculo que se dirigía hacia él y lanzándose hacia el torso del monstruo. Con una fuerza sobrehumana, impactó con un rodillazo en el estómago del Rey de las Tinieblas, enviándolo a volar hacia atrás. Sin perder el ritmo, corrió hacia sus espadas, que aún brillaban con el fuego fatuo, y las levantó justo a tiempo para bloquear un ataque descendente de la criatura.El choque entre la oscuridad del Rey de las Tinieblas y las espadas carmesí de Benjamin iluminó brevemente el campo de batalla con una luz cegadora. Benjamin empujó con todas sus fuerzas, y por un momento, pareció que había ganado terreno. Sin embargo, la criatura no se dejó dominar tan fácilmente. Con un rugido inhumano, empujó a Benjamin hacia atrás, sus tentáculos retorciéndose alrededor de su cuerpo, intentando aplastarlo.Benjamin, atrapado, sintió cómo la presión sobre su cuerpo aumentaba, las sombras intentaban asfixiarlo, romper sus huesos. Pero incluso en ese momento, no dejó de luchar. Con una fuerza de voluntad que superaba el dolor físico, concentró toda su energía en sus espadas, las cuales comenzaron a arder con una intensidad renovada. Con un último grito, liberó una explosión de fuego fatuo que incineró los tentáculos que lo mantenían cautivo.Liberado, Benjamin se lanzó una vez más hacia el Rey de las Tinieblas, esta vez con una estrategia clara. Sabía que debía cortar los tentáculos para debilitar al monstruo, y así lo hizo. Con movimientos rápidos y precisos, comenzó a cercenar cada extremidad que se acercaba, sus espadas bailaban a su alrededor en un frenesí de cortes y estocadas. El fuego fatuo quemaba la carne oscura de la criatura, y por primera vez, el Rey de las Tinieblas mostró signos de dolor.Pero la criatura no estaba derrotada. Con un rugido que resonó en toda la ciudad, lanzó una ráfaga de energía oscura hacia Benjamin, que apenas tuvo tiempo de levantar sus espadas para defenderse. El impacto fue devastador, enviando a Benjamin volando varios metros hacia atrás, estrellándose contra una pared de piedra. El dolor recorrió su cuerpo, pero se obligó a ponerse de pie, tambaleándose pero decidido.El Rey de las Tinieblas, aunque herido, se acercó lentamente hacia él, sus ojos brillaban con una luz infernal, disfrutando de la agonía de Benjamin. Pero el joven guerrero no se rendiría. Con las lágrimas cayendo por su rostro, mezclándose con la sangre y la suciedad, levantó sus espadas por última vez. Este sería su último intento, su último sacrificio para salvar lo que quedaba del rey Midgar.Con un grito que resonó en toda la ciudad, Benjamin se lanzó hacia adelante, sus espadas brillando con un resplandor casi cegador. Esquivó un tentáculo que se dirigía hacia su cabeza, saltando hacia el costado del monstruo y cortando profundamente en su torso. La criatura soltó un aullido de dolor, pero Benjamin no se detuvo. Con una velocidad sobrehumana, golpeó una y otra vez, cortando la carne oscura y corrupta de la criatura.Finalmente, con un último esfuerzo, Benjamin concentró todo su poder en un solo golpe. Sus espadas se cruzaron frente a él, formando una X brillante que cortó limpiamente a través del torso del Rey de las Tinieblas. La criatura soltó un chillido agónico antes de caer de rodillas, su cuerpo empezando a desmoronarse en sombras.Benjamin, jadeando y al borde del colapso, observó cómo el Rey de las Tinieblas caía lentamente al suelo, su cuerpo desmoronándose en cenizas oscuras. Con su último aliento, la criatura intentó alcanzar a Benjamin, pero este dio un paso hacia atrás, dejando que las sombras se disiparan en el viento.Finalmente, el campo de batalla quedó en silencio. Benjamin, cubierto de sangre y sudor, dejó caer sus espadas al suelo y cayó de rodillas, su mano temblando. La luna brillaba débilmente en el cielo, mientras las lágrimas de Benjamin caían al suelo, mezclándose con la sangre de la batalla. Había ganado, pero el precio había sido demasiado alto.Benjamin, con la mirada fija en el suelo, sentía cómo la desesperación lo envolvía. La sangre brotaba lentamente de sus ojos, cayendo como lágrimas escarlata, mientras apretaba los dientes con furia contenida. En su mente, los recuerdos del Rey de los Elfos Oscuros, su amigo, se arremolinaban con una mezcla de tristeza y rabia. La frustración se reflejaba en su rostro mientras las sombras se cernían sobre él, tapando la luna y sumiendo la noche en una oscuridad casi absoluta.benjamin: —T-tsk... ahgrrr... —fue lo único que pudo articular, su voz entrecortada por la angustia que lo corroía por dentro.La única luz que brillaba en la negrura era la llama carmesí de su espada, que crepitaba débilmente en la penumbra. La lluvia comenzó a caer del cielo, como si la naturaleza misma lamentara la pérdida del rey. Las gotas resbalaban por su rostro, mezclándose con las lágrimas de sangre, mientras levantaba la vista hacia el cielo, buscando respuestas en la tormenta.Entonces, un grito desgarrador, lleno de dolor y desesperación, escapó de lo más profundo de su ser, resonando en el campo de batalla.benjamin: —¡Haaaaaa!... ¡Haaaaaa!... —el grito de Benjamin era la manifestación cruda de su dolor, un lamento que se mezclaba con el retumbar de los truenos, como si el mundo entero compartiera su agonía. ____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________ PARTE 2: El despertar de la diosaEl ambiente estaba cargado con la energía caótica de una tormenta que no daba tregua, con el cielo arrojando su furia en forma de lluvia torrencial. Las gotas caían pesadamente, empapando todo a su alrededor, convirtiendo el terreno en un lodazal traicionero. Entre los destellos intermitentes de los relámpagos, dos figuras se enfrentaban en un combate desesperado. Jamal y Sasha habían logrado escapar por poco de la bestia que los perseguía, pero la criatura, conocida como Xenomorfh Alfa, no iba a permitir que su presa se alejara tan fácilmente.El Xenomorfh Alfa era una entidad que solo podía describirse como una abominación salida de los rincones más oscuros del cosmos. Su cuerpo parecía una amalgama de pesadillas y horrores innombrables, una combinación de formas que desafiaban la lógica y la razón. Su figura retorcida era a la vez elegante y grotesca, con extremidades que se curvaban de manera antinatural, cubiertas por una piel negra y brillante que rezumaba una sustancia viscosa y oscura. Desde su cabeza alargada y angular, salían espinas afiladas como agujas, que se movían con vida propia, como si estuvieran al acecho de una oportunidad para desgarrar la carne de sus víctimas. Sus ojos, profundos pozos de oscuridad, irradiaban una malevolencia infinita, como si la criatura hubiera sido concebida en un lugar donde la luz y la esperanza eran meras ilusiones.El sonido de la criatura moviéndose era un goteo constante de angustia, un arrastrarse que resonaba en la psique como una advertencia primitiva de peligro. Cada paso que daba el Xenomorfh Alfa hacía crujir la tierra bajo su peso, mientras su cola larga y segmentada se movía con una agilidad mortal, agitando el aire con un silbido que cortaba el silencio de la noche. Parecía ser una manifestación física del miedo y el caos, una criatura que no pertenecía a este mundo, sino a un abismo insondable donde las reglas de la realidad no se aplicaban.Jamal, herido y exhausto, sintió la creciente presencia del Xenomorfh Alfa como una presión física, aplastante, en su mente. Sabía que no podía huir. El monstruo estaba decidido a cazarlo, y en su estado, con sus fuerzas menguadas, no podía permitirse otra retirada. Miró a Sasha, su compañera, quien entendió con una sola mirada que esta batalla no era para ella. Con una rápida despedida, Sasha corrió hacia un edificio cercano, buscando refugio y una forma de enviar un mensaje a los dioses. Jamal, ahora solo, enfrentaba la enormidad del monstruo que se cernía sobre él, más como una sombra viviente que como una criatura tangible.El guerrero se preparó, cerrando los ojos por un breve instante y respirando profundamente. Sentía la energía de Ares fluir a través de su cuerpo, dándole un poder que trascendía los límites humanos. Sus músculos se tensaron, su mente se enfocó, y sus sentidos se agudizaron al máximo. Cada latido de su corazón bombeaba no solo sangre, sino pura determinación, mientras las habilidades de necromancia y manipulación de sangre se fusionaban con la fuerza de la divinidad guerrera.Sin previo aviso, el Xenomorfh Alfa atacó. Su cuerpo se disolvió en la oscuridad, convirtiéndose en parte de ella, invisible al ojo humano. Pero Jamal no era un humano común en ese momento. Sentía la presión en el aire cambiar, la temperatura caer en picada, y pudo percibir el peligro antes de que se materializara. Giró justo a tiempo, levantando un escudo de energía mágica que detuvo el golpe mortal de la criatura, un tentáculo que había sido lanzado con la intención de atravesarlo.El impacto fue titánico, el sonido reverberando a través del bosque como un trueno. Jamal, aprovechando la proximidad del Xenomorfh, contraatacó. Con una ráfaga de energía negra que surgió de sus manos, dirigió el hechizo directamente al centro de masa del monstruo. El Xenomorfh Alfa gruñó, pero no fue un sonido de dolor, sino más bien uno de irritación, como si ese ataque, que habría destrozado a cualquier otro ser, solo hubiera conseguido molestarlo.El monstruo respondió con una velocidad y ferocidad que desafiaban su tamaño. Sus múltiples extremidades se movieron en un torbellino de violencia, cada una con la intención de desgarrar, aplastar o penetrar la defensa de Jamal. El guerrero esquivó, bloqueó y desvió cada ataque con una precisión milimétrica, sus movimientos eran fluidos, casi coreográficos, un espectáculo de pura habilidad marcial fusionada con poder divino. Su cuerpo, fortalecido por Ares, se movía con una agilidad y fuerza que parecían desafiar las leyes de la naturaleza.En un momento, Jamal invocó a los muertos que yacían en el suelo bajo ellos. Esqueletos y cadáveres rotos emergieron del lodo, animados por la necromancia del guerrero. Se lanzaron hacia el Xenomorfh Alfa, sus cuerpos destrozados y putrefactos chocando contra el monstruo en un intento desesperado de frenarlo. Pero el Xenomorfh Alfa no era un enemigo común. Con un giro de su cuerpo, lanzó un ataque devastador que redujo a los cadáveres a polvo y cenizas en un abrir y cerrar de ojos.Jamal:(gritando entre dientes, mientras lanza una serie de cortes rápidos con su espada envuelta en fuego mágico): "¡No me dejare ganar, por un puto bicho negro!"El Xenomorfh Alfa parecía deleitarse en el desafío, su sonrisa macabra se extendió, mostrando hileras interminables de dientes afilados. Sus espinas dorsales se alzaron, y su cuerpo comenzó a emitir una vibración que resonó en el suelo, causando que el terreno bajo los pies de Jamal se agrietara y temblara. Luego, el monstruo lanzó un nuevo ataque, uno que Jamal no había anticipado. La oscuridad que lo envolvía se condensó en forma de cuchillas etéreas, que volaron hacia él desde todas direcciones.Jamal apenas tuvo tiempo de levantar sus defensas. Creó un domo de energía a su alrededor, pero las cuchillas eran implacables, golpeando con tal fuerza que el escudo comenzó a ceder. Una tras otra, las cuchillas penetraron la barrera, rasgando la carne de Jamal, cortando su piel y provocando dolorosos surcos de sangre que comenzaron a manchar su armadura. A pesar de las heridas, Jamal no flaqueó. Apretó los dientes, canalizando más energía para reforzar su defensa, mientras contraatacaba con todo lo que tenía.El campo de batalla se transformó en un caos de energía, fuego, sangre y oscuridad. Jamal movía su espada con una velocidad vertiginosa, cada corte liberaba ondas de energía destructiva que se estrellaban contra el Xenomorfh Alfa, pero la criatura parecía inagotable. A cada impacto, el monstruo respondía con un golpe aún más feroz, su cuerpo parecía retorcerse y cambiar de forma con cada ataque, como si estuviera adaptándose, volviéndose más letal a cada segundo.En un intento desesperado por acabar con el combate, Jamal invocó su técnica más poderosa. Canalizó su energía vital, mezclándola con la sangre que brotaba de sus heridas, y la lanzó como una oleada de muerte pura. La energía oscura se arremolinó a su alrededor, transformándose en una tormenta de cuchillas de sangre que giraron hacia el Xenomorfh Alfa. La criatura, por primera vez, pareció titubear, pero no fue suficiente para detenerla.El Xenomorfh Alfa, con una velocidad aterradora, se lanzó hacia adelante, atravesando la tormenta de sangre. Su cuerpo se cubrió de llagas y cortes, pero su determinación era infinita. Jamal apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando el monstruo apareció directamente frente a él, su mandíbula abriéndose de manera grotesca, dejando ver un abismo de dientes afilados que se cerraron como una trampa mortal. Jamal giró su espada justo a tiempo para bloquear el ataque, pero el impacto fue tan brutal que lo lanzó hacia atrás, atravesando varios metros de terreno antes de estrellarse contra un árbol.El dolor fue instantáneo, una ola de agonía recorrió su cuerpo mientras sentía cómo varias costillas se rompían por el impacto. Tosió sangre, sus manos temblaban mientras intentaba levantarse, pero el Xenomorfh Alfa no le dio un respiro. La criatura se movió con la rapidez de un depredador en su caza final, lanzando sus tentáculos hacia Jamal, que apenas logró esquivarlos con un último y desesperado esfuerzo. Sin embargo, uno de los tentáculos logró alcanzarlo, envolviendo su pierna y tirándolo al suelo con una fuerza sobrehumana.Jamal: (con la voz entrecortada, mientras lucha por liberar su pierna al final rindiendose): "No... dije que no me dejaria ganar... y al final va a matarme una horripilante mierda negra ja... que ironía.."a lluvia seguía cayendo con furia mientras Sasha se encontraba en lo alto de un edificio, su mirada perdida en la inmensidad del cielo nocturno. La luna, velada por nubes pesadas, apenas se asomaba entre los destellos de los relámpagos. Dentro de su mente, el caos se desataba. Había recibido incontables solicitudes de protección de parte de diversas deidades, pero ninguna parecía correcta, ninguna ofrecía la solución que ella necesitaba en ese momento. Jamal estaba luchando por su vida contra una abominación que desafiaba toda comprensión, y ella, impotente, no podía hacer nada para ayudarlo.La desesperación comenzó a apoderarse de ella. Cayó de rodillas, sintiendo una presión inmensa en su pecho. A lo lejos, pudo percibir un escalofrío que le recorría la columna, un presentimiento que confirmó lo que más temía: Jamal estaba en peligro, y no había nada que ella pudiera hacer. La visión de su compañero tendido en el suelo, aplastado bajo el peso de la criatura, la hizo gritar en silencio, rogando por un milagro.Y entonces, como si sus súplicas hubieran llegado a oídos celestiales, algo cambió. La luna, que hasta ese momento se había mantenido oculta, comenzó a brillar con una intensidad inusitada, apartando las nubes como si estas fueran meros velos de gasa. Una luz plateada envolvió a Sasha, y en ese instante, una voz suave pero firme resonó en su mente. Era una voz que traía consigo una promesa de esperanza, una voz que emanaba poder y sabiduría.sasha: —"No temas, pequeña guerrera. Has sido escuchada. Yo, Diana, hermana de Apolo, diosa de la luna, he elegido guiar tu mano en esta noche oscura."Sasha sintió como su cuerpo era elevado del suelo, flotando suavemente en el aire, mientras la luz de la luna la envolvía por completo. Una cálida sensación de paz se apoderó de ella, disipando la angustia y el miedo que la habían estado sofocando. Su corazón latía con fuerza renovada, mientras una energía divina la llenaba desde lo más profundo. Ahora lo entendía, había sido elegida no solo para proteger, sino para luchar.La transformación fue rápida pero deslumbrante. Su vestimenta cambió, volviéndose una túnica blanca con tonos violetas que brillaban con la luz lunar. En sus manos, una lanza hecha de cristal lunar se materializó, reluciendo como una extensión de su propia voluntad. A su alrededor, seis círculos de luz en forma de lunas crecientes comenzaron a girar, formando un halo protector que irradiaba poder. Su cabello, ahora largo y blanco, se ondulaba con el viento, brillando como un faro en la oscuridad.Con renovada determinación, Sasha lanzó un corte en el aire con su lanza, y de la punta de la misma surgió una energía en forma de media luna. El ataque surcó el aire con una velocidad asombrosa, impactando directamente contra el Xenomorfh Alfa, que se encontraba a punto de dar el golpe final a Jamal. La criatura fue golpeada de lleno, lanzada hacia atrás con una fuerza brutal, alejándose del cuerpo de su compañero.Jamal, apenas consciente, levantó la mirada y vio a Sasha descendiendo a su lado, irradiando un poder que nunca antes había visto. La visión de su compañera, ahora convertida en una guerrera divina, lo llenó de una mezcla de asombro y alivio. A pesar del dolor que sentía en cada fibra de su ser, logró sonreír y, con su típico tono sarcástico, hizo un comentario que, a pesar de todo, revelaba su alegría.Jamal: —"Creo que hubiera sido más épico entrar hace unos minutos, ¿no te parece, presumida...? Jejeje..."Sasha le devolvió la sonrisa, una sonrisa llena de compasión y determinación, antes de girarse hacia el monstruo que aún se retorcía en la distancia, preparándose para la siguiente ronda. Con suavidad, levantó a Jamal del suelo, usando su poder para alejarlo del lugar antes de que se desmayara, agotado por la batalla y las heridas que había sufrido.El destino de ambos estaba ahora en manos de Sasha, quien, llena del poder de la diosa Diana, se preparaba para enfrentarse a la abominación que había casi acabado con Jamal. Mientras el guerrero caía desmayado, Sasha se dispuso a confrontar al Xenomorfh Alfa, sabiendo que la batalla no había terminado, pero que ahora tenía el poder de hacerle frente.Bajo la luz de la luna, la diosa Diana eligió a su protegida. Sasha se levantó del suelo, su cuerpo brillante y lleno de poder divino, transformada en la guerrera de la luna, con una túnica blanca con tonos violetas ondeando con el viento y una lanza de cristal lunar en sus manos. Jamal, exhausto y herido, miró con asombro mientras Sasha lo levantaba y lo alejaba del lugar, con un comentario sarcástico y alegre.Sasha no dijo nada, su mirada estaba fija en la bestia que casi había matado a Jamal. La furia ardía en su corazón, alimentada por la desesperación y el miedo que había sentido al verlo caer. Ahora, esa furia se canalizaba en una ira fría y calculada. Los seis círculos en forma de lunas que giraban a su alrededor emitían una luz fría y mortecina, reflejando su resolución inquebrantable. La bestia, el Xenomorfh alfa, se agitaba en la oscuridad, sus miembros retorcidos y goteando de un líquido negro como la noche. Sus ojos brillaban con malicia, conscientes de la nueva amenaza que se le enfrentaba.Sasha no esperó. Se lanzó hacia la bestia con una velocidad sobrehumana, su lanza brillando con la luz de la luna llena. Con un movimiento fluido, lanzó su primer ataque: "Corte de la Luna Llena". La lanza trazó un arco perfecto, cortando el aire con un silbido y liberando una onda de energía en forma de luna llena que se dirigió directamente hacia el Xenomorfh. La bestia gruñó, intentando esquivar el ataque, pero fue demasiado lenta. La onda de energía lo golpeó de lleno, partiéndolo en dos con un corte limpio y preciso.El Xenomorfh chilló de dolor, su cuerpo regenerándose rápidamente, pero Sasha no le dio tiempo para recuperarse. Con un giro de muñeca, ejecutó el "Corte de la Luna Menguante". Este corte era más sutil, más preciso. La energía lunar se condensó en la punta de la lanza, y cuando Sasha atacó, la onda de energía salió disparada como una hoja afilada, cortando las extremidades del Xenomorfh con una precisión quirúrgica. Los miembros de la bestia cayeron al suelo, retorciéndose como serpientes, pero nuevamente, la regeneración monstruosa del Xenomorfh le permitió recuperar su forma.Sin embargo, Sasha estaba un paso adelante. Moviéndose con una gracia letal, realizó el "Corte de la Luna Nueva". Esta vez, no hubo brillo en la lanza, ni onda de energía visible. El ataque fue silencioso e invisible, como la luna nueva que se esconde en la oscuridad. La bestia no tuvo tiempo de reaccionar cuando su torso fue atravesado por una fuerza invisible, su piel desgarrada y su carne hecha trizas sin que Sasha siquiera lo tocara físicamente.El Xenomorfh rugió en agonía, pero en lugar de caer, sus ojos brillaron con una furia bestial. Su cuerpo se hinchó, y de sus heridas comenzaron a surgir nuevas extremidades, retorcidas y llenas de garras afiladas. Con un rugido ensordecedor, se lanzó hacia Sasha con una velocidad inesperada, sus garras cortando el aire con una fuerza brutal. Pero Sasha estaba preparada. Con un giro de su lanza, realizó el "Corte de la Luna Creciente", el ataque más poderoso de su arsenal.La lanza brilló con una luz cegadora, y cuando Sasha la movió, una onda de energía en forma de luna creciente salió disparada hacia el Xenomorfh. La onda de energía era tan poderosa que cortó a través de la bestia como si fuera mantequilla, dividiendo su cuerpo en innumerables pedazos. El Xenomorfh cayó al suelo, destrozado y sangrando, pero su naturaleza monstruosa le permitió seguir luchando. Los pedazos de su cuerpo comenzaron a moverse, reuniéndose lentamente mientras Sasha los miraba con una frialdad inhumana.Sin perder tiempo, Sasha se lanzó al combate cuerpo a cuerpo. Su lanza de cristal lunar se movía con una velocidad vertiginosa, sus ataques eran precisos y letales. Con cada golpe, el Xenomorfh perdía más y más de su energía vital, sus movimientos se volvían más lentos y torpes, mientras que Sasha se movía con la gracia de una bailarina y la furia de una tormenta.El Xenomorfh intentó defenderse, sus garras afiladas cortaban el aire en desesperados intentos de herir a Sasha, pero ella esquivaba cada ataque con una facilidad aterradora. Con un grito de guerra, Sasha realizó un barrido bajo con su lanza, cortando las piernas de la bestia y haciéndola caer al suelo. Sin darle tiempo a recuperarse, Sasha saltó sobre su cuerpo, levantando su lanza para un golpe final.La lanza descendió con una fuerza brutal, atravesando el cráneo del Xenomorfh y clavándose en el suelo debajo de él. La bestia soltó un último aliento, su cuerpo temblando antes de quedar inmóvil. Pero Sasha no había terminado. La ira aún ardía en su corazón, alimentada por la visión de Jamal herido en el suelo. Con una frialdad que asustaría incluso a los más valientes, Sasha sacó su lanza del cráneo de la bestia y comenzó a cortar y empalar su cabeza con una precisión casi mecánica. Cada golpe era un recordatorio de la furia y el dolor que había sentido, y cada corte era una expresión de su deseo de venganza.La lluvia caía en su cuerpo, lavando las manchas de sangre de su ropaje mientras Sasha trabajaba. Sus movimientos eran metódicos, precisos, pero también llenos de una ira contenida que parecía a punto de estallar. Finalmente, después de lo que parecieron horas, Sasha se detuvo. La cabeza del Xenomorfh estaba destrozada, irreconocible, y su cuerpo estaba cubierto de cortes profundos y sangrientos.Sasha miró el cadáver con una expresión de desdén antes de levantar su lanza y dar un paso atrás. La lluvia seguía cayendo, y el silencio que siguió al combate fue ensordecedor. Pero dentro de ella, la furia aún ardía. No era solo el dolor de ver a Jamal herido lo que la impulsaba, sino también la realización de que había algo oscuro y terrible en su interior, algo que la diosa de la luna había desatado para luchar contra esta amenaza.Sin embargo, a pesar de la ira y la violencia, Sasha sabía que había hecho lo correcto. Había salvado a Jamal, había derrotado al monstruo, y había cumplido con su deber como protegida de la diosa de la luna. Pero en lo profundo de su ser, no podía evitar sentir una sensación de vacío. Había algo en la forma en que había matado al Xenomorfh que la dejaba inquieta, como si una parte de ella hubiera disfrutado demasiado del acto de destrucción.Con un suspiro, Sasha bajó su lanza y comenzó a caminar hacia donde Jamal yacía, desmayado en el suelo. Sabía que necesitaría descansar y recuperarse antes de poder seguir adelante, pero también sabía que el camino que había elegido no sería fácil. La diosa de la luna le había dado poder, pero también le había dado una responsabilidad, y ahora, más que nunca, Sasha entendía el peso de ese poder.Así, el poder de la diosa se desvaneció, y Sasha cayó al lado de Jamal, quien ya había despertado. Ambos estaban heridos y exhaustos, pero a salvo. Cada uno de los sobrevivientes de este mundo había logrado su cometido: liberar cada zona de los monstruos. Solo faltaba el jefe final, y todos creían que al derrotarlo, todo esto acabaría y podrían vivir en paz.Sin embargo, en ese preciso instante, un holograma se materializó frente a cada uno de ellos, brillando con una luz fría e imponente. Las palabras resonaron en el aire, llevándoles un mensaje que hizo eco en sus mentes como un ominoso aviso:"An completado las pruebas individuales y de grupo, liberado a cada reino de la zona y llevado la paz. En poco tiempo inicia la fase final del evento tutorial: nueva misión grupal. Matar al jefe de Zona: Alucard, el inmortal."La revelación los dejó helados, el frío de la incertidumbre recorriendo sus cuerpos. El nombre resonó con una carga de terror; Alucard no solo era un enemigo, sino un símbolo de la lucha interminable que aún les esperaba. La presión del destino se cernía sobre ellos, y en medio de la confusión, Rosario tomó la iniciativa.Rosario: —¡Reúnanse todos! —llamó con determinación, su voz firme resonando mientras el holograma seguía parpadeando—. La etapa final ha comenzado y necesitamos organizar a nuestro ejército para enfrentar a Alucard, el inmortal.Las miradas se cruzaron entre ellos, cada uno sintiendo el peso de lo que estaba en juego. Sabían que esta batalla sería diferente, una lucha no solo por la supervivencia, sino por el futuro que anhelaban construir. La urgencia de la situación los empujó a actuar; cada uno comenzó a moverse, reuniendo fuerzas, preparándose para lo que vendría.Al mismo tiempo, en la entrada del barrio, algo se movía. Una figura se erguía sobre un edificio en llamas, una estructura grotesca creada por los propios monstruos para complacer a su oscuro amo. La silueta de Alucard se alzaba majestuosamente sobre el techo, sus ojos brillaban con un hambre insaciable mientras observaba el caos que reinaba a su alrededor.Las llamas danzaban en el viento, reflejando la naturaleza destructiva del mundo que lo rodeaba, pero para Alucard, eran un espectáculo fascinante. Su sonrisa se expandía, revelando colmillos afilados que brillaban a la luz del fuego. El aire estaba impregnado de humo y ceniza, y él respiraba profundamente, disfrutando de la esencia de la destrucción.Alucard: —Pronto... —murmuró con voz sibilante, su tono cargado de un deseo voraz—. Pronto vendrán a mí, atraídos por el eco de su desesperación.Mientras el olor a carne quemada llenaba el aire, sus pensamientos se centraban en los sobrevivientes que se preparaban para enfrentarlo. Sentía su temor y determinación, una mezcla que lo excitaba. Cada paso que daban los acercaba a su inevitable encuentro, y Alucard estaba ansioso por saciar su hambre con el combate que se avecinaba.Alucard: —¿Acaso creen que son los héroes de esta historia? —se rió, su risa resonando como un eco oscuro en la noche—. Este es solo el comienzo de su descenso hacia la locura.Con un movimiento fluido, se inclinó hacia adelante, sus colmillos brillando en la luz de las llamas. La batalla estaba cerca, y el inmortal estaba listo para darles la bienvenida al infierno que había creado.