El gimnasio, una vez un lugar de risas y alegría, ahora era un refugio tenso y lleno de determinación. Ibarra, Pato, Julián, Victoria, Sasha, Benjamin —a pesar de su brazo perdido, que envolvía en un vendaje manchado de sangre—, Chino, Russo, Valentina, Jamal y Rosario se habían reunido en este espacio, rodeados de los sobrevivientes que aún podían luchar. Las paredes estaban decoradas con recuerdos de un pasado mejor: trofeos de competiciones deportivas, carteles de eventos escolares y fotos de estudiantes sonriendo. Ahora, todo eso parecía un eco distante de la vida que llevaban antes de que el caos se desatara.Fuera del gimnasio, un sonido creciente resonaba en el aire. Los enanos, con sus armaduras metálicas que chirriaban con cada paso, se acercaban marchando en formación. Llevaban consigo una variedad de armas: hachas, ballestas y pequeños tanques que avanzaban con esfuerzo, pero con determinación. Eran pequeños pero letales, dispuestos a enfrentar cualquier amenaza que se interpusiera en su camino. Desde el otro lado, los elfos oscuros se acercaban, su armamento brillando a la luz del sol que se filtraba a través de las nubes. Los caballeros elfos, altivos y elegantes, portaban espadas relucientes y escudos adornados, listos para unirse a la lucha.Dentro del gimnasio, la atmósfera estaba cargada de tensión. Los murmullos se apagaron cuando Rosario tomó la delantera, su figura destacándose entre el grupo. Su mirada era firme, sus ojos brillaban con una intensidad que capturó la atención de todos. Ella sabía que este momento era crucial; necesitaban un impulso, una chispa que encendiera la llama de la esperanza en sus corazones.Rosario: —Hemos estado aquí por cinco años... —comenzó, su voz resonando en las paredes, como si cada palabra tuviera peso. Su tono era un llamado a la acción, una llamada a la memoria de todo lo que habían perdido y lo que aún tenían por delante.Rosario: —Huimos y dejamos atrás nuestro hogar, pensando que en el exterior sería mejor. Nos equivocamos... y regresamos, casi perdiendo más vidas de las que teníamos al partir. Nos separamos de amigos que han regresado y nos están dando esperanza para un mañana mejor...Cada palabra que pronunció parecía elevarse en el aire, cargada de una emoción palpable. Todos estaban inmóviles, sintiendo el eco de su experiencia resonar en sus propios corazones. Los rostros de Ibarra, Pato, Julián y los demás reflejaban la lucha interna que cada uno enfrentaba, una mezcla de miedo y determinación. Benjamin, con su brazo vendado, apretó los dientes, recordando las pérdidas sufridas en el camino.Rosario: —La esperanza que necesitábamos para alzarnos! —continuó, su voz alzándose con fervor—. ¡Vamos a luchar! ¡Vamos a destruir a ese maldito para recuperar el hogar que nos pertenece!Un grito resonó en el aire, un eco de resistencia y valentía. La sala se llenó de una energía renovada. El espíritu de lucha se avivó en cada uno de los presentes. Con esas palabras, todos se animaron, y un clamor de guerra brotó de sus labios. Un rugido unificado, como si el gimnasio mismo temblara ante la fuerza de su resolución.Mientras el clamor de sus compañeros llenaba el aire, los héroes se preparaban para el inevitable enfrentamiento. Con determinación, comenzaron a organizarse, formando grupos y distribuyendo las armas. Ibarra tomó el mando, asegurándose de que todos conocieran sus roles y cómo se enfrentarían a la batalla que se avecinaba. La tensión se palpaba en el aire, pero cada uno estaba decidido a luchar, a no dejar que el miedo los dominara.Mientras los preparativos avanzaban, algunos de los personajes comenzaron a revisar su equipo. Pato ajustaba su armadura, asegurándose de que cada pieza estuviera en su lugar. Julián, con su mirada fija, revisaba su arsenal de armas, asegurándose de que todo estuviera listo para la batalla. Victoria, siempre atenta, se movía entre los demás, dando palabras de aliento y asegurándose de que nadie se sintiera solo.Sasha, aún sintiendo el peso de lo que había vivido, encontró un momento para respirar hondo. Miró a su alrededor, a sus compañeros que habían sobrevivido juntos, y sonrió. Sabía que cada uno de ellos tenía su propio camino, pero habían llegado hasta aquí, juntos, y eso les daba fuerza.Mientras tanto, fuera del gimnasio, la tensión aumentaba. Los enanos, con sus pequeñas pero poderosas armas, se preparaban para el enfrentamiento. Los elfos oscuros, sus rostros serios y determinados, ajustaban sus arcos y espadas, listas para responder al llamado de la batalla. La combinación de sus fuerzas era imponente, y el aire se llenaba de una expectativa eléctrica.En el horizonte, las sombras de Alucard se cernían, su presencia oscura ya era palpable. Con su sonrisa siniestra, se preparaba para recibir a los que osarían desafiarlo. El rugido del viento era como un presagio de lo que estaba por venir, un recordatorio de que la lucha no solo sería por la supervivencia, sino por la reivindicación de sus vidas, de su hogar.Con el gimnasio a punto de estallar en un frenesí de energía y valor, los once protagonistas se colocaron al frente del grupo, listos para enfrentar el abismo que se avecinaba. Sabían que su destino era incierto, pero el poder de la unidad los impulsaba hacia adelante. Estaban listos para entrar en la batalla, listos para enfrentarse a Alucard, el inmortal, y reclamar su hogar una vez más.Las puertas del gimnasio se abrieron de par en par, dejando entrar la brisa fresca de la tarde, impregnada de la esencia del combate inminente. Cada uno de ellos dio un paso hacia adelante, con la cabeza en alto y el corazón palpitante. Con la mirada fija en el horizonte, se dirigieron hacia el campo de batalla, donde la sombra de Alucard se alzaba como una amenaza inminente.Al acercarse, el sonido de las tropas se hacía cada vez más fuerte. El gran ejército del ser inmortal los esperaba, una oleada de oscuridad lista para devorarlos. La tensión crecía, y cada uno de los héroes podía sentir el latido del miedo en su pecho, pero también el ardor de la determinación.De repente, una risa fría y sádica rompió el silencio que envolvía el campo. Alucard se erguía en lo alto de una estructura ardiente, sus ojos brillando con un deseo inhumano. La sonrisa que adornaba su rostro era una mezcla de burla y desprecio, y su voz resonó como un eco siniestro en el aire.Alucard: —Bienvenidos, queridos héroes —se burló, sus palabras salpicadas de un desdén helado—. He estado esperando con ansias su llegada. Veo que han reunido a un grupo encantador, lleno de esperanza y valentía. Pero, ¿acaso creen que esto es suficiente para enfrentarme?Se inclinó hacia adelante, su mirada fija en ellos, disfrutando de la desesperación que emanaba de sus rostros.Alucard: —Han pasado años luchando por sobrevivir, pero han sido simplemente un juguete en mis manos. ¿Y ahora? Ahora vienen a intentar destruirme, a recuperar lo que creen que es suyo. Pero, lamento informarles, la realidad es mucho más cruel de lo que imaginan.Con un gesto, señaló a su ejército oscuro que se alineaba detrás de él, una marea de sombras listas para atacar.Alucard: —Ustedes son solo un grupo de insectos que se atreven a desafiar a un dios. Los aplastaré como lo que son, y disfrutaré cada instante de su sufrimiento.La risa de Alucard resonó en el aire, una melodía macabra que llenó a los héroes de una fría determinación. Sabían que no podían retroceder, que no podían permitir que el miedo los dominara. Con el eco de sus palabras aún resonando en sus oídos, se prepararon para la batalla que decidiría su destino.La batalla había comenzado.Benjamin, a pesar de la agonía que sentía por la pérdida de su brazo, tomó su espada con fuerza, sintiendo la empuñadura familiar en su mano. Cada paso que daba hacia Alucard era una lucha contra el dolor, un acto de voluntad que resonaba en el profundo abismo de su corazón herido. La ira se acumulaba dentro de él, una furia incandescente que iluminaba sus ojos con un fuego oscuro. Se plantó ante el ser inmortal, su mirada fija en la figura que se erguía sobre él, desafiándolo con una mezcla de valentía y desesperación.Con el rostro marcado por la tristeza y la rabia, levantó su espada, apuntando directamente hacia Alucard. Su voz, cargada de emoción, resonó con un eco desafiante que atravesó la atmósfera pesada del campo de batalla.Benjamin: —¡Dime algo! —gritó, su tono imponente atrajo la atención de todos los presentes—. Nosotros originalmente éramos doce... ¿dónde está mi amigo? ¿Dónde está León? Él salió con nosotros al despertar, buscando más fuerza, pero el único rastro que había eran sus pasos dirigiéndose a este lugar. Dime... ¿lo mataste?La risa helada de Alucard resonó en el aire como un viento gélido, su expresión llena de burla. Con un gesto despectivo, se inclinó hacia adelante, disfrutando del tormento que infligía a Benjamin.Alucard: —Ho... no lo sé. Me he comido a tantos inútiles, quizás tu amigo era uno de ellos también —respondió, su voz rebosante de desprecio—. ¡Jajajajajajaj!Las palabras del inmortal fueron un golpe brutal para Benjamin, una herida profunda que resquebrajó la frágil esperanza que aún albergaba. En ese instante, la ira que había estado hirviendo dentro de él estalló como un volcán en erupción. No podía soportarlo más. El dolor y la desesperación se transformaron en una determinación voraz. Con un grito estruendoso que resonó por todo el campo, fusionó su ser con el de su dios por primera vez, invocando su poder ancestral.Benjamin: —¡HO, DIOS ZEUS! —clamó con todas sus fuerzas—. ¡ACUDE A MI LLAMADO Y DAME EL PODER PARA ELIMINAR A ESTA BASURA!La energía acumulada alrededor de él se volvió palpable, como si el aire mismo temiera su invocación. De repente, un rayo de luz divina cayó del cielo con una violencia deslumbrante, atravesando la oscuridad que rodeaba a Alucard. La luz iluminó el campo de batalla, y el estruendo del trueno resonó en los corazones de todos, un llamado a la guerra que reavivó su espíritu.La descarga de energía sacudió el terreno, enviando ondas de choque que hicieron temblar el suelo bajo los pies de los combatientes. La brillantez del rayo iluminó la figura de Benjamin, quien estaba rodeado por un aura deslumbrante de poder divino. Su cuerpo, aunque marcado por las cicatrices de la batalla, se erguía con una nueva determinación, como un faro de esperanza en medio de la oscuridad.Los ojos de Alucard se abrieron con sorpresa, su sonrisa se desvaneció por un momento ante la magnificencia del poder que se desplegaba ante él. Pero rápidamente recuperó su frialdad, un brillo sádico iluminando su mirada. La presencia de Zeus era palpable, pero también lo era su arrogancia.El rugido del conflicto estalló en el campo de batalla, una sinfonía de caos y valentía que resonaba por toda la zona. Con su cuerpo marcado y lleno de cicatrices de antiguas batallas, Benjamin se erguía al frente, su aura púrpura emanando con fuerza. La electricidad serpenteaba por su piel, una manifestación del poder divino de Zeus fluyendo a través de él, iluminando el campo de batalla con un resplandor etéreo. Con un grito firme, convocó a sus compañeros.Benjamin: —¡Ataquen!Al instante, los guerreros que lo rodeaban se lanzaron hacia adelante, sus corazones palpitando con determinación. Rosario, con su liderazgo innato, se movió al lado de Benjamin, su espada brillando con un brillo rojo intenso. Sabía que debían atacar con todo lo que tenían. Con un movimiento ágil, cortó a un monstruo que intentaba abalanzarse sobre ella, su habilidad para el combate cuerpo a cuerpo siendo una de sus mayores fortalezas.Benjamin: —¡No podemos dejar que se acerquen! —gritó, animando a sus compañeros mientras avanzaban.Pato, al lado de ella, disparó una ráfaga de flechas desde su arco, cada una de ellas desatando una lluvia de energía mágica que se estrellaba contra los enemigos. Sus flechas no solo eran rápidas, sino que también estaban imbuidas con el poder de la naturaleza, cada impacto dejando a los monstruos aturdidos y debilitados.Pato: —¡Sigan avanzando! ¡No se detengan! —exclamó Pato, disfrutando del combate, su entusiasmo encendido por la batalla.Sasha, por su parte, utilizó su poder recién adquirido de la diosa de la luna. Con un movimiento de sus manos, convocó un escudo de luz que protegía a sus compañeros de los ataques enemigos. La luz resplandecía intensamente, absorbiendo el daño y devolviendo destellos de energía que desorientaban a los monstruos.Sasha: —¡No podemos permitir que nos superen! —gritó, mientras un destello de luz se disparaba hacia un grupo de criaturas que intentaban flanquear a sus aliados.Al fondo, Ibarra, conocido por su astucia y estrategias rápidas, dirigía a los soldados restantes. Con su espada en mano, se movía con una precisión milimétrica, cada golpe que daba era letal. Los demás luchadores que había reunido durante su travesía le seguían con lealtad, cada uno sabiendo que la victoria dependía de su capacidad para luchar juntos.Ibarra: —¡Sigan la formación! ¡No se separen! —ordenó Ibarra, su voz cortando el aire como una espada afilada.Valentina y Russo se movían como una unidad, flanqueando a los enemigos mientras luchaban con ferocidad. Valentina, ágil y rápida, usaba su daga con una destreza impresionante, mientras que Russo, más fuerte y robusto, desataba poderosos golpes con su hacha, derribando a los monstruos que se atrevían a cruzar su camino.Russo: —¡Avancemos! ¡No nos detendremos hasta que estos monstruos sean cenizas! —exclamó Russo, su risa resonando entre los gritos de guerra.Jamal, aunque aún agotado tras su reciente enfrentamiento con el Xenomorfh Alfa, se mantenía firme. Con cada movimiento, parecía convocar el poder de sus caídas y luchas pasadas, su cuerpo herido ya no era un obstáculo, sino un recordatorio de lo que estaba en juego. Con sus habilidades de combate, se lanzó hacia el enemigo, esquivando ataques y contraatacando con fuerza.Jamal: —¡No tenemos tiempo para rendirnos! —gritó, desatando un golpe poderoso que derribó a un monstruo frente a él.Sin embargo, a medida que avanzaban, la situación comenzó a tornarse más oscura. Las criaturas que antes parecían débiles y fáciles de derrotar empezaron a reunirse en hordas, atacando desde todos los flancos. La presión aumentó, y el grupo de Benjamin se vio obligado a retroceder ante el número abrumador de monstruos que se abalanzaban sobre ellos.Benjamin: —¡Sigan así maldita sea! —gritó Benjamin, intentando mantener la moral alta a pesar de las crecientes pérdidas—. ¡Recuerden por qué luchamos!Con cada golpe que recibían, su determinación se ponía a prueba. Benjamin sintió la desesperación acechando en su pecho, pero la energía de Zeus le recordaba que no podían rendirse. La luz que una vez había iluminado su camino comenzó a desvanecerse, y las sombras de la desesperación se cernían sobre ellos.Rosario se enfrentó a una criatura monstruosa que la atacó con garras afiladas. A pesar de su valentía, tuvo que retroceder. El ambiente se tornó denso, el aire vibrante de tensión mientras los monstruos comenzaron a tomar el control.Rosario: —¡No! ¡No podemos dejar que nos derroten! —exclamó, pero su voz se ahogaba en los gritos de la batalla.Pato lanzó flechas a diestro y siniestro, pero las criaturas eran más astutas de lo que había anticipado, esquivando sus ataques. La desesperación comenzaba a calar hondo en su corazón.De repente, una figura emergió de las sombras: el Señor de las Moscas, Matrixer, se alzó sobre el campo de batalla. Su cuerpo masivo y lleno de garras se posó sobre una montaña de cadáveres, y su aspecto era grotesco. Con un movimiento de sus alas, creó una tormenta de insectos que se lanzaron hacia el grupo de Benjamin, devorando todo a su paso.Matrixer: —¡Luchadores débiles! —gritó Matrixer, su voz resonando con un eco siniestro—. ¡Ustedes son la cena perfecta para mis criaturas!Ibarra: —¡Retírense! ¡Huyan! —gritó Ibarra, viendo el avance de la monstruosidad.Pero el miedo ya había comenzado a infiltrarse en el grupo. Benjamin sintió cómo la desolación se extendía entre sus aliados. Sabía que debían actuar rápidamente. Mientras trataba de encontrar una solución, una nueva amenaza se presentó: el Señor de la Pestilencia, una grotesca rata humanoide con un rostro humano, apareció junto a Matrixer. Su presencia era abrumadora, y su fuerza era aterradora.—¿No es hermoso el caos? —susurró la rata, mirando a los guerreros con desprecio—. Solo los más fuertes sobrevivirán.Las fuerzas de Benjamin comenzaron a tambalearse. El pánico se extendió mientras sus aliados luchaban contra las criaturas en una batalla desesperada. La visión del campo de batalla se oscureció a medida que más monstruos llegaban, y los guerreros se sintieron atrapados en una trampa mortal.Benjamin: —¡No! —gritó Benjamin, observando cómo sus compañeros caían ante la presión—. ¡Resistan!Pero era demasiado tarde. Los monstruos habían tomado la delantera, y las esperanzas de Benjamin comenzaron a desvanecerse. Con un grito de rabia, se lanzó hacia Matrixer, tratando de cortar su enorme cuerpo, pero las garras de la mosca lo repelieron, obligándolo a retroceder.—¡Eres un insecto más en mi comida! —Matrixer se rió, mientras su cuerpo se movía con agilidad, esquivando los ataques de Benjamin.Sin embargo, el espíritu de Benjamin no se rompió. Con una determinación feroz, levantó su espada y comenzó a convocar el poder de Zeus una vez más. La electricidad comenzó a chisporrotear, llenando el aire con una vibrante energía.Benjamin: —¡No me rendiré! —gritó, desatando un rayo que golpeó a Matrixer, desestabilizándolo momentáneamente.Rosario, al ver la oportunidad, se unió a Benjamin, lanzándose hacia la criatura, su espada afilada brillando con intensidad. Con un golpe coordinado, ambos atacaron juntos, derribando a Matrixer, quien cayó al suelo con un grito.Rosario: —¡Sigamos adelante! —exclamó Rosario, recuperando su compostura.A medida que la batalla continuaba, el grupo comenzó a encontrar su ritmo, combatiendo juntos y utilizando sus habilidades de manera coordinada. Cada golpe, cada ataque, era un paso hacia la victoria. Con cada monstruo que caía, la moral de los guerreros se levantaba, y comenzaron a luchar con más fuerza.Sin embargo, la llegada de la rata humanoide marcó un cambio en la lucha. Con su fuerza descomunal, comenzó a derribar a los guerreros uno por uno, enviándolos al suelo con un solo golpe.—¡Esto es solo el comienzo de su sufrimiento! —rugió el Señor de la Pestilencia, disfrutando del caos que se desataba.La situación se tornó crítica. Los guerreros de Benjamin se vieron obligados a replegarse, mientras la presión del enemigo aumentaba. Las criaturas débiles que habían enfrentado inicialmente estaban siendo reemplazadas por enemigos más poderosos y letales.Ibarra: —¡Retirémonos! —gritó Ibarrapero la orden llegó demasiado tarde. El campo de batalla se había convertido en un verdadero infierno, y los guerreros se encontraban atrapados en una situación desesperada. A medida que la lucha se intensificaba, los cuerpos caían, tanto de aliados como de enemigos, y el eco de los gritos resonaba en el aire.Benjamin se encontraba al frente, enfrentando a Matrixer, quien había recuperado parte de su fuerza tras ser golpeado. Las garras del monstruo se movían rápidamente, buscando abrirse paso a través de la defensa de Benjamin. Con su cuerpo marcado y herido, Benjamin sintió el ardor del combate en cada fibra de su ser. El poder de Zeus fluía a través de él, pero no era suficiente para detener el ataque constante de la bestia.Benjamin: —¡Dame fuerzas! —gritó, levantando su espada hacia el cielo. En ese instante, una descarga de electricidad surcó el aire, golpeando a Matrixer y causando que el monstruo se tambaleara.Sasha, viendo la oportunidad, utilizó su magia lunar para curar a Benjamin, enviando un destello de luz que envolvió su cuerpo, cerrando algunas de sus heridas y revitalizándolo.Sasha: —¡Benjamin, adelante! —gritó Sasha, mientras levantaba su mano hacia él, ofreciendo su poder.Con una nueva determinación, Benjamin avanzó nuevamente, su espada brillando con un fulgor intenso. Con un grito de guerra, se lanzó hacia Matrixer, quien lo miraba con desdén.—¿Crees que puedes derrotarme, insecto? —rugió el monstruo, sus alas vibrando con fuerza.Benjamin: —¡Voy a demostrarte lo contrario! —respondió Benjamin, y con un poderoso golpe, cortó las alas de Matrixer, haciéndolo caer al suelo con un estruendo.Mientras eso ocurría, Rosario y Valentina luchaban juntas contra un grupo de criaturas que intentaban flanquear a sus aliados. Con una sincronización perfecta, Rosario distrajo a los monstruos, mientras Valentina se movía ágilmente entre ellos, usando su daga con una rapidez asombrosa.Valentina: —¡No dejen que se acerquen! —gritó Valentina, cortando el brazo de un monstruo que intentaba atacar a Rosario.Los enanos, armados hasta los dientes con sus pequeñas armas, se unieron a la lucha, lanzando explosivos y disparando sus armas de fuego. Chino dirigía a los enanos, coordinando los ataques y asegurándose de que se mantuvieran en formación.Chino: —¡Sigan disparando! ¡No se detengan! —gritó Chino, con su voz resonando entre el caos, mientras una granada estallaba, enviando escombros volando por todas partes.Los caballeros elfos oscuros se unieron a la batalla, combatiendo ferozmente junto a los humanos. Su habilidad en el combate era evidente, y cada golpe que daban era letal. Jamal se unió a ellos, su hacha cortando el aire con gracia y furia, derribando a cualquier monstruo que se interpusiera en su camino.A pesar de los esfuerzos de todos, la batalla comenzó a inclinarse a favor de las fuerzas de Alucard. La cantidad de monstruos aumentaba, y la resistencia de los guerreros comenzaba a desvanecerse. Benjamin se dio cuenta de que necesitaban un plan.Ibarra: —¡Regroup! ¡Necesitamos reagruparnos! —gritó Ibarra, intentando organizar a sus compañeros en medio del caos.Mientras tanto, el Señor de la Pestilencia se lanzaba hacia el grupo, su cuerpo grotesco moviéndose con una velocidad sorprendente. Con un solo golpe, envió a uno de los guerreros volando.—¡Ustedes son solo carne para mi festín! —rugió, disfrutando de la lucha.La desesperación se apoderó del campo de batalla, pero Benjamin se negaba a rendirse. Sintió la ira y el dolor por la pérdida de su amigo León encenderse en su corazón. Con un grito estruendoso, levantó su espada una vez más, invocando el poder de Zeus.Benjamin: —¡Ho, Dios Zeus, ven a mí! —gritó, y una tormenta de rayos se desató sobre él, dándole una fuerza renovada.Los guerreros sintieron la presión de la energía divina, y un nuevo fervor se encendió en sus corazones. Con cada golpe, cada ataque, comenzaron a luchar con una determinación implacable, dejando atrás la desesperación y el miedo. El poder de Benjamin les daba fuerza.Benjamin: —¡Ataquen con todo! —gritó, y sus aliados lo siguieron, atacando al Señor de la Pestilencia y Matrixer.El combate se intensificó, y por un breve momento, parecía que la marea comenzaba a cambiar. Las criaturas débiles fueron derribadas, y el número de monstruos que quedaban disminuía. Sin embargo, la llegada de nuevos enemigos, como el Señor de la Pestilencia, hizo que la victoria se sintiera aún lejana.—¡Es hora de que sientan el verdadero poder de la pestilencia! —rugió la rata humanoide, invocando una nube de veneno que se extendió por el campo de batalla, afectando a todos los que estaban a su alrededor.Valentina cubrió su boca y nariz, mientras intentaba mantenerse en pie, el veneno afectando sus fuerzas. Ibarra y Chino luchaban por mantenerse en control, pero la presión aumentaba. La desesperación comenzó a filtrarse nuevamente.Ibarra: —¡No! ¡No podemos permitir que esto nos venza! —gritó Ibarra, luchando contra los efectos del veneno.Con la determinación brillando en sus ojos, Benjamin avanzó hacia el Señor de la Pestilencia, su espada resplandecía con una luz intensa. Sabía que debía detener al monstruo a toda costa. Con un salto, se lanzó hacia el enemigo, pero la rata humanoide se movió rápidamente, esquivando su ataque.Benjamin: —¿Crees que puedes derrotarme? —se burló el Señor de la Pestilencia, mientras sus garras se alzaban para atacar.Sin embargo, con un giro rápido, Benjamin bloqueó el ataque, la energía de Zeus brillando con fuerza. Con un grito de rabia, desató un golpe que atravesó la armadura del monstruo, haciendo que retrocediera.—¡Eres más fuerte de lo que parece! —exclamó el Señor de la Pestilencia, pero Benjamin sabía que no podía bajar la guardia.Mientras tanto, Rosario y Pato se movían en perfecta armonía, cubriendo el flanco de Benjamin. Con cada ataque, la esperanza comenzaba a florecer nuevamente. La batalla había tomado un giro, y sus aliados se unían a ellos, empujando a las criaturas hacia atrás.Jamal, con su hacha levantada, se lanzó hacia Matrixer, que intentaba recuperarse. Con un golpe certero, logró golpear el costado del monstruo, haciéndolo caer al suelo.Jamal: —¡Vamos! ¡No se detengan! —gritó Jamal, sus compañeros empujando hacia adelante.La lucha continuó, y los guerreros comenzaron a derribar a los enemigos restantes. Sin embargo, la victoria parecía efímera. Justo cuando creían que estaban tomando la delantera, el campo de batalla fue iluminado por un resplandor aterrador. Un aura oscura surgió de los cadáveres de los monstruos caídos, y todos los guerreros se detuvieron en seco.Ibarra:—¿Qué es esto? —murmuró Ibarra, mirando a su alrededor.Los cadáveres comenzaron a retorcerse y a elevarse del suelo, absorbidos por una fuerza desconocida. La risa de Alucard resonó en el aire, fría y llena de desprecio.Alucard: ¿Creyeron que me detendría tan fácilmente? —su voz se propagó por todo el campo de batalla—. Alucard es eterno. Cada muerte alimenta mi poder.Benjamin y sus compañeros sintieron una oleada de miedo. El campo de batalla se convirtió en un mar de sombras mientras Alucard absorbía los cuerpos caídos, su figura oscura creciendo en tamaño y poder.Benjamin: —¡No puede ser! —gritó Benjamin, viendo cómo el monstruo se transformaba en algo aún más aterrador.Sasha: —¡Debemos detenerlo antes de que sea demasiado tarde! —exclamó Sasha, levantando sus manos en un intento de conjurar magia defensiva, pero la energía oscura que emanaba de Alucard era opresiva.Con cada cuerpo absorbido, Alucard se volvió más fuerte, sus rasgos se distorsionaron y sus ojos brillaron con un nuevo poder. La luz que alguna vez había iluminado el campo se desvaneció, reemplazada por la oscuridad que Alucard traía consigo.Alucard: —¿Están listos para conocer la verdadera desesperación? —susurró, su voz retumbando en los corazones de los guerreros.Sin embargo, a pesar del terror que sentían, Benjamin y sus compañeros no se dejaron llevar por la desesperación. La lucha por sus vidas había desatado una llama de resistencia en ellos. Con un grito conjunto, se prepararon para la batallaCuando los once héroes gritaron en un coro violento, el aire a su alrededor vibró con la intensidad de su determinación. Se lanzaron contra Alucard, sus cuerpos en movimiento una mezcla de coraje y desesperación, pero la inminente destrucción se cernía sobre ellos. Un rugido profundo resonó en el campo de batalla, y en un instante, una onda expansiva se desató, como si el mismo aire hubiera decidido estallar. El impacto fue brutal, arrojando a los guerreros como hojas secas en una tormenta.Heridos, algunos apenas podían permanecer en pie. Otros yacían en el suelo, sus cuerpos abatidos por la fuerza titánica de Alucard. El sudor y la sangre se mezclaban con la tierra, creando un fango oscuro y espeso, mientras las sombras de la desesperanza cubrían los rostros de los héroes. Entre ellos, Benjamin se esforzaba por levantarse, sus músculos temblando con el esfuerzo. Miró a su alrededor, sintiendo la pesadez en el aire y el silencio ominoso que seguía a la tormenta.Fue entonces cuando un mensaje aterrador apareció en el aire, flotando como un presagio de lo que estaba por venir. Las letras brillaban intensamente, resonando en sus corazones con una inquietante claridad.Sistema: "Actualizando dificultad de la misión... dificultad actualizada: nivel imposible. Jefe: nivel mundial. Alucard, el dios de la muerte. Misión: derrotar a Alucard, el dios de la muerte, antes de que este escape de esta zona."Las palabras resonaron como un eco en la mente de cada héroe, el peso de la desilusión apretando sus corazones. Sus rostros se tornaron pálidos, y la esperanza se desvaneció, despojada por la cruda realidad. ¿Cómo podrían derrotar a un ser tan poderoso cuando no habían podido siquiera con un jefe de zona normal? La desesperanza se expandió entre ellos, como una sombra voraz.Alucard, en su imponente figura, se alzó con una risa macabra, cada nota cargada de desprecio y malevolencia. Su voz reverberaba en el aire, envolviendo a los héroes en una neblina de terror.Alucard: "¡Jajajajajaja! ¡Qué patéticos! Se esforzaron tanto, y ¿para qué? Para caer rendidos como sacos de carne... alimento para mi cuerpo, fuerza para un dios oscuro. Vamos, regocíjense, serán parte de algo mejor..."Con un movimiento casi despreocupado, Alucard desató su poder. Una figura colosal emergió del caos, una monstruosidad que superaba incluso los más oscuros temores de los héroes. Su tamaño era titánico, comparable a un edificio de apartamentos, mientras sus escamas rojizas brillaban bajo la luz opaca del cielo. Cada fibra de su musculoso cuerpo vibraba con una energía oscura, y de las comisuras de su piel se desprendían ráfagas de energía divina, formando gigantescas esferas de poder que danzaban en el aire.La sonrisa de Alucard se ensanchó, revelando dientes afilados como dagas mientras lanzaba las esferas hacia el grupo de héroes.Alucard: "Fue divertido mientras duró. Hasta nunca, niños... No debieron venir a jugar a ser héroes cuando solo son sobrevivientes."Las bolas de energía avanzaban con una velocidad aterradora, llenando el aire con un zumbido ominoso. Estaban a punto de impactar cuando, de repente, una barrera roja colosal se materializó entre ellos y la inminente destrucción. El choque resonó como un trueno, creando ondas que sacudieron el suelo y llenaron el aire de vibraciones.A medida que la barrera se estabilizaba, unos pasos lentos y suaves resonaron a lo lejos. Benjamin, todavía tambaleándose, giró su mirada hacia la fuente de los pasos, encontrando a un joven alto, de cabello blanco brillante y ojos rojos, que se acercaba con una expresión serena en su rostro.Markitos, con su voz suave pero firme, rompió el silencio:Markitos: "Ha pasado mucho tiempo, Benjamin. Mírate, estás hecho un desastre. Hasta te hiciste manco. ¿No crees que a León le molestará esto? ¿Eh, Brenda?"El suelo, manchado de sangre y lágrimas, comenzó a rejuvenecer ante la presencia de Markitos, quien irradiaba una energía purificadora. Flores y vegetación brotaron del suelo, revitalizando la escena de desolación. En medio de esta transformación, apareció una hermosa mujer a su lado. Brenda, alta y esbelta como un susurro del viento, tenía la piel tan blanca como la nieve. Su largo cabello castaño fluía suavemente, como si estuviera en un constante baile con la brisa. Su vestido oscuro, que parecía absorber la luz a su alrededor, ondeaba con elegancia.Brenda: "Sí, eso le molestará bastante. Pero cuando llegue, podrá curar su brazo nuevamente. Esto es problemático. León, ni nosotros podremos derrotarlo; aún somos de nivel nacional."Justo entonces, alguien más se acercó, su andar era ligero y seguro. Leon se materializó ante ellos, su figura elegante y poderosa emanaba una confianza que llenó de esperanza a los héroes. Su cabello largo y plateado brillaba como un faro, y su chaqueta, aunque elegante, mostraba sus brazos marcados por la batalla, uno de ellos con un aspecto cibernético.Leon: "Viniste a salvarme cuando te necesité. Creo que con esto he saldado mi deuda, querido amigo..."Leon se acercó a Benjamin, posando su mano en su hombro. Un cálido resplandor los envolvió a ambos, y un momento después, el brazo de Benjamin se regeneró, volviendo a su forma original. La alegría llenó el corazón de Benjamin, quien no pudo evitar llorar al ver a su amigo sano y salvado, dispuesto a luchar nuevamente.Mientras el vínculo entre ellos se fortalecía, Leon giró su mirada hacia Alucard, quien aún se erguía como un titán oscuro. Sin advertencia, comenzó a elevarse en el aire, desafiando la gravedad con una serenidad aterradora.Leon: "¡Odin, Behemot y, por último, Fénix! ¡Vengan a mí y fusionémonos en uno solo!"Una luz brillante y carmesí cubrió el campo de batalla, un destello deslumbrante que iluminó incluso las sombras más profundas. La luz se disipó en segundos, revelando a Leon en una forma que desbordaba poder. Su armadura resplandecía, adornando sus brazos y piernas, mientras enormes alas emergían de su espalda, extendiéndose como un altar sagrado en el aire. Cada ala medía más de 15 metros de largo, decoradas con un brillo dorado que reflejaba el poder de los dioses.Con el cabello corto y dorado brillando en el aire, Leon sostenía tres espadas, cada una representando la divinidad de los dioses con los que se había fusionado. Con un rugido de determinación, se enfrentó a Alucard, quien respondía con un grito de furia que resonó como el eco de una tormenta.Cancion de fondo (fue la fuente de inspiracion para este capitulo)Leon: "Este es mi verdadero poder... Atacaste a mis compañeros, a mis protegidos... y sobre todo, heriste a mi mejor amigo. Eso no te lo voy a perdonar. Hoy mismo vas a morir, aun si tengo que terminar con mi vida en el intento."Alucard rugió de rabia, su figura imponente vibrando con un poder abrumador mientras se preparaba para la confrontación. El aire se volvió pesado con la tensión que se acumulaba entre ellos. Leon tomó las espadas, una en cada mano, y con un grito de desafío se lanzó hacia Alucard, chocando espadas con uno de sus gigantescos puños. El sonido del metal contra el poder oscuro resonó en el aire, como un eco de guerra que sacudió el cielo mismo.Cada golpe resonaba a través del planeta, un retumbar que hacía temblar la tierra y llenaba de miedo a todos los que eran testigos de la contienda titánica. La lluvia comenzó a caer, como si el cielo mismo llorara la furia de la batalla, cada gota empapando el suelo con el sudor y la sangre de la lucha.Leon era una visión de determinación y fuerza, desatando energía divina con cada movimiento, mientras Alucard respondía con ferocidad, cada golpe suyo era un recordatorio del peligro que representaba. El combate se convertía en un espectáculo épico, una danza mortal de poderes divinos y oscuridad absoluta, cada héroe a su alrededor sintiendo la magnitud de la batalla que se desarrollaba ante ellos.El enfrentamiento entre Leon y Alucard se desató en un campo de destrucción, un terreno desgastado por la guerra y el caos que habían precedido a este momento. Ambos combatientes eran titanes en su propio derecho, representando la luz y la oscuridad en una lucha que resonaría a través de los tiempos. La lluvia caía torrencialmente, mezclándose con el polvo y los escombros que cubrían el suelo. Cada gota parecía vibrar con la energía que emanaba de ellos, intensificando la atmósfera.Leon, con su armadura reluciente que apenas cubría su torso y extremidades, se posicionó firmemente, sintiendo la energía divina fluir por su cuerpo. Sus alas, una maravilla de plumas doradas y blancas, se desplegaron majestuosamente detrás de él, iluminando el campo con un resplandor celestial. En sus manos, las espadas resplandecían, reflejando la luz con un brillo casi sobrenatural. La determinación en su mirada era palpable, un fuego ardiente que desafiaba la oscuridad.Alucard, por otro lado, era la encarnación del horror y la fatalidad. Su figura colosal, cubierta de escamas rojizas y musculatura definida, se alzaba como un monolito de maldad. Cada uno de sus movimientos era acompañado por un aura oscura que envolvía el campo, como si la misma sombra estuviera viva, ansiosa por devorar a los que se atrevían a desafiarle. Su risa burlona resonaba en el aire, un eco siniestro que parecía retumbar en los corazones de los presentes.Con un rugido que parecía retumbar en el cielo, Alucard lanzó su ataque inicial. Una onda de energía oscura se formó en su puño, expandiéndose hacia Leon como un huracán de destrucción. La tierra tembló y el cielo se oscureció, un presagio del caos inminente. Pero Leon, con su aguda percepción, vio el movimiento y, con un salto hacia atrás, evitó la explosión de oscuridad que arrasó el lugar donde había estado un instante antes.Aprovechando su habilidad de ver breves destellos del futuro, Leon anticipó los movimientos de Alucard. Con un giro ágil, cargó hacia adelante, las espadas en alto, y descargó un golpe diagonal que chocó contra el puño del monstruo. La colisión creó un destello brillante que iluminó el campo de batalla, enviando ondas de choque que sacudieron el suelo y levantaron polvo y escombros.El sonido metálico del choque resonó en el aire, un canto de guerra que se repetía una y otra vez mientras los dos combatientes intercambiaban golpes. Leon atacó con una serie de cortes precisos, cada uno impulsado por la fuerza de Bahamut, cada movimiento un despliegue de gracia y poder. Las espadas brillaban con una luz celestial, cortando el aire como si fueran extensiones de su voluntad.Alucard, imperturbable, respondía con ferocidad. Sus garras rasgaban el aire y sus puños golpeaban con la fuerza de un terremoto. Cada golpe que lanzaba dejaba un rastro de energía oscura, como si el mismo vacío se manifestara en su presencia. Leon se movía rápidamente, utilizando sus alas para elevarse y esquivar, mientras buscaba la oportunidad para contraatacar.La batalla se intensificó, convirtiéndose en un ballet caótico de luz y oscuridad. Leon, con su habilidad regenerativa del fénix, se reponía rápidamente de cualquier herida superficial que pudiera infligirse. Cada rasguño se cerraba casi instantáneamente, su cuerpo recubierto por un brillo dorado que simbolizaba su inmortalidad. Pero a medida que la lucha proseguía, comenzó a sentir el desgaste; el poder de Alucard era abrumador, su energía casi inagotable.El campo de batalla se transformó en un cráter de destrucción. Grietas profundas se abrían en la tierra, escombros volaban por los aires y el cielo se llenaba de relámpagos que iluminaban la contienda. Los ecos de la batalla resonaban en la distancia, un canto de desesperación y determinación. Leon, sin rendirse, concentró su energía, invocando la fuerza de Odin para predecir el siguiente movimiento de Alucard.Con un grito de desafío, Leon se lanzó nuevamente hacia el monstruo, sus espadas brillando intensamente. Alucard, con una sonrisa cruel en su rostro, se preparó para recibir el ataque. Leon lanzó un golpe con ambas espadas, un corte diagonal que buscaba partir a Alucard por la mitad. Pero el monstruo, anticipando el movimiento, desvió el ataque con un golpe de su mano, enviando a Leon volando hacia atrás.El impacto fue brutal, y Leon cayó al suelo, levantando una nube de polvo. El dolor recorrió su cuerpo, pero se levantó rápidamente, impulsado por la furia y el deseo de proteger a sus amigos. Alucard no perdió el tiempo y, con un movimiento rápido, le lanzó una esfera de energía oscura, un ataque que parecía absorber la luz a su alrededor.Leon, sintiendo la inminente destrucción, extendió sus alas y se elevó en el aire, esquivando el ataque justo a tiempo. La esfera estalló en el suelo, creando un cráter aún más profundo y enviando escombros volando en todas direcciones. La lucha era incesante, cada golpe resonando con la intensidad de una tormenta.Finalmente, en un momento de concentración absoluta, Leon canalizó el poder de Bahamut. Con un rugido que hizo temblar la tierra, desató un ataque devastador, una onda de energía que surcó el aire hacia Alucard. La luz brillaba con fuerza, buscando purgar la oscuridad del campo. Pero Alucard, riendo con desdén, levantó un puño y desató su propio ataque.La colisión de ambas energías fue catastrófica. Una explosión de luz y oscuridad iluminó el cielo, y la tierra tembló bajo el impacto. Leon fue empujado hacia atrás, sus alas chocando contra el suelo mientras luchaba por mantenerse en pie. Pero Alucard, sin compasión, se lanzó hacia él con velocidad sobrenatural, aprovechando la apertura.Un golpe devastador se estrelló contra Leon, el impacto creó un cráter profundo en el suelo y dejó al héroe gravemente herido. La fuerza del ataque lo lanzó hacia atrás, su cuerpo chocando contra el suelo con un ruido sordo. La lluvia continuaba cayendo, ahora mezclada con el barro y la sangre, mientras Leon yacía en el fondo del cráter, su cuerpo exhausto y dolorido.Alucard se acercó, disfrutando de la victoria inminente. La risa del monstruo resonaba como un eco de locura mientras se preparaba para lanzar su ataque final. Con un gesto despectivo, comenzó a reunir su energía, creando un ataque del tamaño de una luna, una esfera colosal de oscuridad y destrucción que iba a caer sobre Leon y poner fin a la lucha."Hoy serás solo otra víctima en mi camino," se burló Alucard, disfrutando de la agonía de su oponente mientras la esfera de energía oscura crecía en tamaño, lista para aniquilar todo a su paso.Leon se levantó lentamente, sus alas destrozadas y su cuerpo herido, apenas manteniendo la forma fusionada. La energía en su interior se extinguía como la última chispa de una hoguera en el viento. Fue entonces cuando el sistema emitió una nueva actualización, su voz resonando en la mente de todos los presentes.Sistema: La vista de los dioses será visible para los jugadores a partir de ahora.De inmediato, una multitud de esferas de colores vibrantes apareció en el cielo, representando los ojos de dioses de todo el mundo. Cada esfera era un ojo que observaba, expectante, la batalla. Los pensamientos de estos dioses se hicieron audibles, y Leon pudo sentir la mezcla de emociones: preocupación, excitación, alegría y ansiedad. La presión de estas miradas divinas lo rodeaba, pero en lugar de hundirlo, lo levantó. No podía permitirse morir aquí; sus amigos y compañeros dependían de él. No estaba solo, pero tampoco podía esperar que lo salvaran.Leon: "Es hora de que usemos eso, chicos. Este es el escenario final. Fénix, fusión completa... ¡Es hora de desatar todo nuestro poder!"En ese instante, el poder del Fénix, Bahamut y Odin se fusionaron completamente dentro del cuerpo de Leon, amalgamándose con su alma. La energía divina lo envolvió, dando lugar a una nueva forma definitiva. La fusión final se manifestó como una armadura ardiente, hecha de las llamas doradas de su alma. Los guanteletes en sus puños estaban forjados con las escamas de Bahamut, irradiando un poder ancestral. De su espalda emergieron dos alas resplandecientes que brillaban con la intensidad de una estrella viva. Su cabello, ahora de un castaño oscuro y largo, ondeaba suavemente con el viento, mientras que sus ojos, de un marrón intenso, brillaban con una luz renovada ante el sol naciente.Leon: "He pasado sobre los cuerpos de aquellos que me ayudaron... Cruzando las penumbras de la noche... Sólo para encontrarme con el titiritero que congrega a su ejército. Dime, ¿acaso deseas este poder? Entonces ven y tómalo..."Leon levantó su mano, una llama surgió en su palma, aunque no era solo una llama; era la esencia misma de su alma, ardiendo con un brillo dorado que superaba al de cualquier fuego terrenal.Leon: "El caballero oscuro... Grita entre las penumbras de la noche... Dime, ¿tu corazón está hecho para la destrucción... o está destinado a sanar este mundo..."Cerró el puño, consumiendo la llama dentro de él. La luz comenzó a brillar intensamente desde su interior, como una estrella a punto de colapsar. En un estallido repentino, su energía divina explotó hacia afuera, tomando la forma de un ave Fénix colosal, con el tamaño y la fuerza de un ataque de Bahamut. Mientras la figura del Fénix se materializaba, Leon recitó un juramento sagrado, su voz resonando con poder y determinación.Leon: "¡ENTIERRA LA LUZ EN LO MÁS PROFUNDO!"El suelo bajo sus pies estalló, desprendiéndose violentamente mientras Leon se lanzaba contra Alucard en un último y desesperado ataque, con su propia alma en juego.Leon: "¡Entierra la luz en lo más profundo! ¡No mires atrás, ya no hay vuelta a casa! ¡Estamos destinados a quemar el caos en el viento! ¡Siempre estamos a la deriva en el océano... completamente solos!"Alucard desató su propio ataque, una ola de energía oscura que chocó violentamente contra el poder de Leon. El choque entre ambos liberó una onda de energía que sacudió la tierra y el cielo, destruyendo montañas y arrancando árboles de raíz. El viento aullaba alrededor de ellos, mientras ambos luchaban con todo lo que tenían.Alucard: "Es inútil pelear cuando no tienes razón para hacerlo. ¿No te das cuenta de que estás solo?"Leon, a pesar de las grietas que se extendían por su cuerpo y del dolor insoportable que sentía, solo sonrió con burla.Leon: "Siempre he estado solo... pero detrás de mí están aquellos que me han acompañado en mi soledad. Y lo único que quiero aquí... ¡ES VIVIR!"Con una determinación inquebrantable, Leon concentró todo su poder en un solo punto, haciendo que su alma brillara con una intensidad cegadora. Su cuerpo comenzó a agrietarse violentamente, la energía divina desgarrándolo desde dentro, pero no se detuvo. Atravesó el ataque de Alucard, destruyéndolo desde su núcleo, y siguió adelante, lanzándose directamente hacia el corazón de Alucard.El impacto fue devastador. La energía de Leon atravesó el pecho de Alucard, pulverizando su alma por completo. El cuerpo de Alucard comenzó a desmoronarse, desapareciendo lentamente como cenizas llevadas por el viento, extinguiéndose con la última luz del día. Leon, con sus alas ya agotadas, descendió lentamente del cielo. La barrera que había levantado para proteger a sus amigos se disipó, y su cuerpo, ahora cubierto de grietas, cayó en los brazos de Benjamin.Su alma estaba gravemente dañada, y cualquier esfuerzo adicional podría significar su muerte. A pesar de todo, Leon sonrió débilmente.Leon: "H-hehehe... lo logré, amigo... Saldé mi deuda... ¿A que estuve genial, o no?"Benjamin, al escuchar esas palabras, recordó el día en que entró en la mente de Leon para salvarlo, sosteniéndolo de la misma manera, ambos destrozados, pero con una sonrisa. Las lágrimas llenaron sus ojos mientras respondía.Benjamin: "Sí, idiota, estuviste genial... Ahora tenemos un lugar donde vivir tranquilos por un tiempo..."Leon sonrió levemente, sintiendo que, al menos, había cumplido su promesa de protegerlos.Leon: "Bien... eso me alegra... al menos cumplí mi palabra..."Con esas últimas palabras, Leon se desmayó en los brazos de Benjamin.Esto ocurrió hace más de cinco meses. Ahora, el barrio estaba amurallado con fuertes muros de oro blanco y barreras mágicas, convirtiéndose en un lugar próspero. El sistema recompensó a los sobrevivientes con miles de libros de habilidades, nuevas estructuras y una zona segura que protegían con la condición de tener un líder. Aunque Benjamin fue elegido, sentía que Leon era el verdadero héroe.Durante estos cinco meses, han logrado mantener lo que Leon salvó, pero aún no han descubierto cómo sanar su alma. Se rumorea que en Rusia hay una sanadora capaz de curar cualquier herida, incluso las del alma, pero hay problemas más cercanos en Córdoba. La ciudad está infestada de monstruos y jefes de nivel ciudad, y el mayor peligro es el jefe de nivel provincial que habita allí. Sin embargo, lo que realmente preocupa es el mensaje del sistema que aún no han podido descifrar.Sistema: "Felicidades, el tutorial fue completado. Es hora del evento principal: la competencia mundial. ¿Quién logrará ponerse primero en el ranking y tomar la mayor cantidad de zonas posibles antes de la llegada del caos primordial? Aquel que se alce con la corona tendrá derecho a decidir el destino de su mundo. Quizás lo salvará y se enfrentará al caos, o simplemente lo dejará morir y será consumido por el caos."Tiempo para completar esta misión: 10 años, 20 días, 13 horas, 30 minutos, 20 segundos.Benjamin, aunque no entiende completamente lo que significa, sabe una cosa con certeza: han sobrevivido.Lentamente, Benjamin caminó hasta la barandilla de su hogar y miró hacia el cielo, donde multitud de ojos divinos observaban el hospital donde yacía Leon. Algunos ojos volaban en los hombros de la gente, señalando que eran protegidos o tenían el interés de algún dios, lo que les permitía charlar y convivir con ellos. Benjamin solo sonrió, sabiendo que, por ahora, su vida era tranquila y no tenía que preocuparse por algo que aún no entendía.Benjamin: "Tú harías lo mismo, ¿no es así, Leon?"El sol se alzó en el cielo, brillando intensamente y llenando de esperanza los corazones de la gente.En otro lugar, alejado de la luz, la oscuridad reinaba. El cielo se había teñido de rojo, y alguien torturaba a mujeres y niños, deleitándose en su sufrimiento. Otro hombre se acercó para informarle sobre el nuevo barrio que había sido abierto hace cinco meses. Ante la noticia, el hombre torturador sonrió de manera psicopática, girándose para mirar a sus compañeros.Jack: "Oh, ¿en serio? Quizás debería hacerles una visita pronto... ¡Jajajajajajaja!"Aunque los monstruos eran peligrosos y los dioses oscuros atemorizantes, nada podía infundir más terror que un humano capaz de ser igual o incluso peor que ambos combinados. El verdadero horror no residía en las criaturas de pesadilla ni en los dioses sombríos que acechaban en las sombras, sino en la crueldad innata y la perversidad de un hombre que había abrazado la oscuridad en su corazón.Los monstruos podían ser derrotados, los dioses podían ser enfrentados, pero un humano así, alguien que había superado los límites de la maldad y el sadismo, era una amenaza más insidiosa y aterradora. Porque, a diferencia de los seres sobrenaturales que actuaban por instinto o por naturaleza, un humano que se regocijaba en el dolor de los demás lo hacía por elección, por voluntad, y eso lo hacía verdaderamente imparable.Jack, con una sonrisa que distorsionaba su rostro en una mueca de pura locura, personificaba esa amenaza. Sus ojos, brillando con un destello de pura maldad, reflejaban el abismo insondable de un alma que se había perdido en la oscuridad. No había límites para lo que él era capaz de hacer, y ese conocimiento era suficiente para congelar el corazón de cualquiera que se cruzara en su camino. Mientras Jack se deleitaba en la tortura, era evidente que, en su mundo, él era la peor de todas las pesadillas.El pueblo de Benjamín, que una vez creyó estar en paz y a salvo tras erigir murallas doradas y levantar barreras mágicas, ahora se enfrenta a una realidad más oscura y aterradora de lo que jamás imaginaron. Los muros que los protegieron de monstruos y dioses oscuros podrían no ser suficientes para detener lo que estaba por venir. En su horizonte no se alzaba una criatura de pesadilla ni un dios sombrío, sino algo mucho peor: la encarnación de la depravación humana.Este nuevo enemigo no era un ser de otro mundo ni una manifestación de la oscuridad divina. Era un humano, un hombre cuyo corazón había sido consumido por un abismo insondable de maldad. Jack, el sádico que se deleitaba en la tortura, la masacre y la violación sin límites, era una amenaza que ni siquiera los más poderosos guerreros de la aldea estaban preparados para enfrentar. No había razón ni piedad en su actuar, solo un deseo insaciable de infligir el máximo dolor posible.Para el pueblo, el verdadero terror no estaba en las garras de un monstruo ni en los ojos vigilantes de los dioses, sino en la cara más oscura de la humanidad. El peligro que representaba Jack no podía ser contenido por barreras mágicas ni rechazado por el poder divino, porque su amenaza era algo que nacía de la misma humanidad, de la elección consciente de hacer el mal.Ahora, la comunidad que había encontrado un respiro tras meses de lucha y sacrificio se encontraba al borde de una nueva pesadilla. Se preparaban para enfrentar algo más aterrador que cualquier dios o monstruo: un hombre que solo vivía para torturar, masacrar y violar, sin límite alguno. Enfrentarían no solo la oscuridad del mundo exterior, sino la oscuridad que podía surgir de su propia especie, obligándolos a replantear todo lo que sabían sobre el bien y el mal. Fin de la primera temporada