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Chapter 3 - Capitulo 3 - Nilfhm

El frío quemaba los pulmones de Aix. Cada intento por respirar era inútil frente al cortante aire helado que lo envolvía. El miedo y la desesperación atenazaban su pecho, impidiéndole encontrar el aire o la calma. El crujir de la nieve bajo sus pies y el dolor punzante en sus dedos congelados eran las únicas pruebas de que seguía vivo mientras corría a ciegas por un bosque sumido en una oscuridad perpetua.

Sus cortas extremidades y la falta de fuerza jugaban en su contra más de lo que quería admitir. No sabía de qué huía ni hacia dónde corría, pero tenía claro algo: no podía detenerse bajo ninguna circunstancia.

De pronto, un ruido conocido lo hizo frenar. Giró la cabeza hacia la negrura infinita que lo rodeaba y fijó la mirada en dirección al sonido. Entonces, un destello de luz desgarró la oscuridad, seguido del inconfundible eco de un disparo: el revolver de su abuelo. Por un instante, una chispa de esperanza y coraje iluminó los ojos de Aix.

Aix: —¡Abuelo! —gritó con voz entrecortada, débil y rasgada por el frío que oprimía su garganta.

Otros tres destellos siguieron al primero. Aix, con las piernas temblorosas, corrió hacia ellos. Las ramas lo golpeaban, tropezaba con troncos caídos, resbalaba en la nieve. Finalmente, llegó al lugar de origen. Allí lo encontraría… a su abuelo.

Pero el escenario que lo recibió no era lo que esperaba. No era algo que debería haber visto, ni él ni nadie. Una figura imposible se alzaba frente a él. Era más oscura que la propia noche, una sombra tangible que parecía devorar la luz misma. Su silueta se distinguía con claridad a pesar de estar envuelta en la absoluta nada. Lo único que destacaba eran sus ojos: dos puntos blancos, más blancos que la nieve que quemaba los pies descalzos de Aix.

Aquellos ojos no miraban al Aix pequeño, el niño aterrorizado, sino al otro Aix, el que estaba soñando esta pesadilla.

Aix despertó de golpe, con el pecho agitado y cubierto de sudor, a pesar del gélido clima exterior. Se encontraba acostado en una cama desconocida, aunque el calor de la chimenea y el olor a madera quemándose le resultaron familiares. Estaba en una cabaña, una que reconocía bien.

Se incorporó con esfuerzo, notando los vendajes que envolvían su torso y las runas grabadas en ellos. No sentía un dolor intenso, pero sabía que eso no significaba que estuviera bien. Aun así, intentó levantarse, apartando las sábanas de pieles de lobo que lo cubrían.

???: —No te muevas, niño. No tengo la paciencia para seguir jugando a ser enfermera —dijo una voz grave, rasposa pero familiar.

Aix giró lentamente la cabeza hacia la voz y lo vio. Era Nilfhm, el mejor amigo de su abuelo, el herrero del pueblo y un cazador retirado. Su cabello plateado y su cuidada barba daban testimonio de su edad. Una cicatriz cruzaba el puente de su nariz, oculta en parte por unos lentes de marco de plata con grabados rúnicos. Vestía un conjunto de pieles de invierno que él mismo había despellejado y tejido, adornado con runas en puntos clave.

Nilfhm estaba sentado frente a una mesa de ébano, inspeccionando el revolver del abuelo de Aix con precisión quirúrgica. Con unas pinzas de plata, manipulaba cada pieza del arma con detenimiento milimétrico.

Sin pensar demasiado, Aix se levantó bruscamente, tambaleándose hacia el borde de la cama. Su cuerpo no respondía bien; cada movimiento era un suplicio.

Nilfhm: —¡Te dije que te quedaras quieto! ¿Acaso no escuch—? —Nilfhm se interrumpió al mirarlo.

El rostro de Aix era una máscara de tristeza. Sus ojos, llenos de lágrimas, lo decían todo. Nilfhm suspiró, suavizando su tono.

Nilfhm: —Oh, chico… —se levantó y lo abrazó con fuerza, permitiéndole desahogar su pena. Aix lloró con amargura, ignorando el dolor físico, pues el emocional lo consumía mucho más.

No sabía cuánto tiempo había dormido ni qué había pasado con Ileon o Vilheim. Su mente solo podía pensar en la abuela… y temer lo peor.

Cuando recuperó algo de compostura, su voz temblorosa rompió el silencio.

Aix: —¿La… la abuela está…?

Nilfhm hizo una pausa, buscando las palabras para Responder.

Nilfhm: —Cuando llegué a tu cabaña, solo encontré a los tres. Estaban en muy mal estado… —su voz tembló al recordar—. Los traje al pueblo con ayuda de un grupo de rescate. Luego volvimos a buscar a tu abuela, pero… la velamos la semana pasada.

Aix quedó petrificado.

Nilfhm: —¿Qué demonios pasó, chico? —Nilfhm lo miró con preocupación—. Estuviste en coma un mes. Ileon despertó primero, Vilheim una semana después… pero tú… tú estabas al borde.

Aix bajó la mirada, incapaz de responder.

Nilfhm: —Había señales de una batalla, pero solo rastros de la energía de Vilheim y la tuya. ¿Acaso ustedes…?

Aix: —Fue un Greatbear —interrumpió Aix con frialdad.

Nilfhm se quedó helado, procesando esas palabras.

Nilfhm: —Ileon dijo lo mismo… pero no sabía si creerle… —susurró mientras se frotaba los ojos bajo los lentes.

Aix: —¿Dónde están los chicos? —preguntó Aix, cambiando el tema abruptamente.

Nilfhm se recargó en la mesa, cruzando los brazos mientras hablaba con un tono grave, pero no desprovisto de calidez.

Nilfhm: —Ileon está ayudando en mi herrería. No he visto a Vilheim desde el funeral, pero Ileon seguro sabe dónde está.

Aix dejó escapar un suspiro profundo. Dio un paso atrás, cerrando los ojos mientras llevaba las manos a su rostro, tratando de secarse las lágrimas y ordenar sus pensamientos.

—Reparé la ropa de tu abuelo... tu ropa —continuó Nilfhm, corrigiéndose mientras le entregaba un conjunto bien cuidado y parcheado con habilidad—. Intenta no usar Motu por un tiempo; tu núcleo está bastante dañado.

Aix asintió con seriedad, notando lo que ya había sospechado al despertar. El disparo que había lanzado contra el Greatbear había agotado por completo su núcleo de energía. Sin decir más, se vistió lentamente y luego se acercó a la mesa donde Nilfhm trabajaba en el revolver de su abuelo.

—Es la primera vez que veo esta cosa romperse por exceso de Motu —comentó Nilfhm, su tono denotando una mezcla de incredulidad y admiración—. Ni tu abuelo logró sobrecargarla, y eso que él era mucho más descuidado a tu edad.

El viejo salió de la cocina con un plato de estofado de conejo y lo dejó en la mesa junto al revolver, dedicándole una mirada a Aix que parecía atravesarlo.

Este niño... nunca deja de sorprender, pensó para sí mismo, negando levemente con la cabeza.

Aix desvió la mirada hacia el plato, un susurro saliendo de sus labios:

—Gracias por todo, Nilf.

Nilfhm sonrió con una mezcla de melancolía y ternura antes de responder:

—Tu abuelo y yo… nos criamos juntos desde que éramos líquido en las bolas de nuestros padres —bromeó con una leve risa, intentando aligerar el ambiente—. Fuimos amigos desde siempre, y no hay nada que no haría por ustedes. Fueron los mejores amigos que tuve.

Mientras hablaba, sus ojos se posaron en una vieja fotografía en la repisa: él, joven y robusto, junto al abuelo y la abuela de Aix, todos sonriendo en algún momento feliz del pasado. Aix también miró la foto, dejando escapar una pequeña sonrisa, aunque el dolor aún pesaba en su pecho. Nilfhm le dio un par de palmadas en el hombro antes de apartarse para secarse una lágrima que había escapado de su ojo izquierdo.

—Voy a buscar a Ileon —dijo Aix, rompiendo el silencio con determinación.

—Buena idea. Ha estado muy preocupado desde que despertó —respondió Nilfhm—. Lo pude distraer un poco enseñándole algo de herrería. Debería estar en el taller con mi esposa. Vamos, te acompaño.

Ambos salieron de la cabaña, adentrándose en el frío y silencioso pueblo. El camino estaba cubierto de nieve, y las miradas de los aldeanos seguían a Aix con mezcla de lástima y respeto. Él mantenía la cabeza baja, fingiendo pequeñas sonrisas para quienes se detenían a darle el pésame, aunque por dentro sentía un vacío que lo carcomía.

Sus pensamientos giraban en espiral mientras caminaba, lleno de emociones que no podía procesar del todo. Había demasiadas preguntas, demasiados sentimientos reprimidos. A pesar del hambre que el olor del estofado había despertado momentáneamente, Aix no lo había probado.

El taller se asomaba a lo lejos, y Aix sabía que allí lo esperaban más respuestas… y quizás más preguntas.