En la habitación de Trista el sol de la mañana siempre iluminaba, esto le daba una nueva esperanza a la chica, pues la luz que entraba por su ventana era un día más de vida y sabía que algún día todo iba a cambiar y sería diferente, a pesar de que la casa era muy acogedora, para ella representaba un encierro disfrazado de protección, Trista ya tenía 13 años, la chica estaba atravesando entre la infancia y la adolescencia, un período marcado por cambios que se acentuaban con las reglas inflexibles de su madre.
Desde que Trista podía recordar, su madre había impuesto normas estrictas, dictadas por el miedo, y el dolor de castigos continuos, que su madre adopto desde la pérdida de Valeria, la primera hija de Fátima y Alberto, aunque el padre de Trista trataba de aligerar el ambiente con gestos amables, era poco lo que lograba, ya que, siempre chocaba contra el muro de acero de la voluntad de Fátima, sin embargo, en una noche de conversaciones tensas y miradas tensas por la preocupación, Alberto logró convencer a Fátima de que era hora de que Trista asistiera a una escuela normal, fue así qué,con un tono firme y decidido él dijo:
- Fátima, no podemos mantenerla encerrada a la niña para siempre, ella necesita experimentar el mundo, aprender, crecer con otros niños.
Fátima apretó los labios, sus manos temblaban al recordar lo que había ocurrido con Valeria, y respondió con voz entrecortada:
- ¿Y si le llega a pasar algo? no soportaría perderla a ella también.
Pasaron horas y horas discutiendo sobre el tema, pero al final Fátima accedió, pero por dentro pensaba que sería a su manera, ella pensó inmediatamente en algunas condiciones estrictas y no le hizo saber a Alberto, esto ocasionó que lo que podía ser una oportunidad de libertad en otra forma de control, Trista podría asistir a la escuela, pero llevaría ropa que cubriera todo su cuerpo, incluso en los días más calurosos, además, debería usar un cinturón especial, un artilugio de cuero con un pequeño candado que solo Fátima podía quitar, este ritual se realizaba cada mañana con la ayuda de Ágata, la sirvienta y la única amiga de la familia en la casa, su madre mientras ajustaba el cinturón a Trista siempre le decía:
- Hija esto es por tu bien, no quiero que nadie te haga daño, y recuerda que ningún hombre puede tocarte ni siquiera la mano, no permitas que ningún hombre se te acerque, ¿entiendes Trista?
La chica siempre se quedaba callada, nunca respondía, solo asentía con la cabeza, sabía que cualquier comentario podría desatar la ira de su madre, pero en su interior sentía un profundo resentimiento, el cinturón no solo era una limitación física, sino también un recordatorio constante de que su madre tenía el control sobre ella.
La escuela, que inicialmente pareció una vía de escape, pronto se convirtió en un nuevo campo de batalla, Trista evitaba beber líquidos para no enfrentarse a la humillación de no poder ir al baño, y se mantenía alejada de sus compañeros por miedo a ser notada, algo que era muy difícil pues a chica era muy bella, había algo en su manera de ser, una mezcla de timidez y melancolía, que despertaba la curiosidad de muchos.
Fue durante una reunión escolar que las cosas tomaron un giro inesperado, la profesora asignó a los estudiantes un proyecto en parejas, Trista fue emparejada con Samuel, un chico de su clase que siempre había mostrado amabilidad hacia ella, al principio, Trista se mostró reticente, pero poco a poco, la paciencia y el carisma de Samuel lograron que bajara la guardia.
Una tarde, mientras trabajaban juntos en el patio de la escuela, Samuel tomó la mano de Trista por un breve momento para explicarle algo en el libro, fue un gesto simple, casi insignificante, pero para Trista, fue como si el mundo se detuviera, estaba helada del miedo, pero al mismo tiempo tenía una sensación de calor y vergüenza recorrió su cuerpo, mientras una pequeña sonrisa se asomaba en sus labios.
Pero lo que Trista no sabía era que Fátima siempre estaba oculta cerca de la escuela, ella siempre estaba en constante vigilancia, aunque su hija no lo sabía, y es así que desde la distancia, observó el momento exacto en que Samuel tomó la mano de Trista, eso fue como si una chispa encendiera un incendio incontrolable en su interior, su cara cambió totalmente y se levantó de su lugar y corrió lo más que pudo hacia su hija, al entrar ignoro a todo mundo y se fue directo a la chica, la agarro muy fuerte del brazo y la saco a rastras, las súplicas de la maestro y de los compañeros no se hicieron esperar, pero Fátima estaba metida en sus pensamientos y no escucho a nadie, llegaron al auto y Fátima con gritos furiosos le preguntó:
-¿Qué crees que estás haciendo?
La chica trataba de explicar lo ocurrido, pero su madre estaba cegada por la ira no escuchaba nada, entonces empezó el duro castigo, manotazos y manotazos cayeron sobre Trista, un golpe tras otro en el interior del auto, la chica solo lloraba y se cubría el rostro, esperaba que todo terminará pronto, pero se hacía eterno, la chica pronto perdió el sentido y fue cuando Fátima entendió que era suficiente, cerró la puerta del auto, se subió al asiento del conductor y manejo hasta la casa, al llegar Trista recobro el sentido, estaba muy adolorida y llena de moretones, su madre le dijo que baje del auto y que suba a su habitación.
La chica subió como pudo, su madre fue atrás de ella y mientras le quitaba el cinturón para que se pueda bañar le decía:
- ¡Esto te pasa por desobedecerme! ningún hombre debe tocarte, ni siquiera de la mano. ¡Únicamente cuando te cases, y solo entonces, estará permitido!
Alberto, quien había llegado más tarde esa noche, encontró a Trista dormida en la cama, le preguntó a Fátima qué había sucedido, ella simplemente se encogió de hombros y dijo:
- Está aprendiendo una lección.
Alberto supo que algo iba muy mal, pero su amor por Fátima y su miedo a fracturar más la familia le impidieron confrontarla directamente, en cambio, se sentó junto a Trista hasta que despertó, intentando consolarla con palabras suaves y promesas de que las cosas mejorarían.
Para Trista las palabras de quien consideraba su padre era un alivio instantáneo, a pesar de los malos tratos sabía en su corazón, que las cosas podían mejorar, Ágata también la consolaba diciéndole que algún día se iba a casar y formaría su propia familia y sería una mujer libre.