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Chapter 2 - La batalla contra el huevo y el dilema del pan.

El suave crepitar del aceite resonaba en la pequeña cocina mientras Haruto, cuchara en mano, observaba la sartén como si estuviera frente a un dragón. El huevo, ya quebrado, vertía lentamente su contenido en el aceite burbujeante, creando un siseo que llenaba la pequeña cocina.

Detrás de él, su madre, sentada cerca de la chimenea, tejía con paciencia. Las agujas de madera tintineaban suavemente al compás de sus manos hábiles, mientras el fuego bajo iluminaba las paredes de piedra y las viejas estanterías llenas de especias y utensilios de hierro.—Haruto, ¿de verdad estás usando ese cuchillo para romper el huevo? Sabes que siempre terminas salpicando el doble —comentó su madre sin levantar la vista del tejido.Haruto giró la cabeza hacia ella, sosteniendo el cuchillo con cierto aire de orgullo.

—¡Por supuesto! Este es el cuchillo que me regalaste, mamá. No voy a usar cualquier utensilio común cuando tengo este arma de cocina legendaria.

Su madre soltó una carcajada ligera, dejando a un lado el tejido por un momento.

—"Arma de cocina legendaria", dice... —repitió entre risas, negando con la cabeza.

—¡Lo tengo todo bajo control! —respondió, más para convencerse a sí mismo que a ella.Como si el aceite escuchara el desafío, una chispa rebelde saltó de la sartén y aterrizó en su mano. Haruto soltó un grito ahogado y retrocedió de un salto, sacudiendo los dedos como si se hubiera enfrentado a una bola de fuego.—¡Demonios! ¿Por qué esto siempre tiene que ser una batalla? —se quejó, mientras su madre contenía una sonrisa, divertida por su exageración.—Tal vez deberías dejar de tratar al aceite como si fuera uno de esos monstruos del bosque —comentó ella con suavidad, sin dejar de tejer.Con el huevo en una mano y el cuchillo en la otra, Haruto intentó hacer un corte limpio para abrirlo. Pero, como siempre, la torpeza ganó la partida. El huevo resbaló de sus dedos, cayó directo al aceite burbujeante y desató un chisporroteo violento. Haruto retrocedió instintivamente, levantando un cartón como si fuera un escudo improvisado contra la inesperada lluvia de gotas ardientes.—¡Esto es ridículo! Puedo enfrentar monstruos en el bosque, ¡pero un huevo frito me está ganando la batalla! —gritó, mientras la yema empezaba a cocinarse lentamente.Su madre soltó una risita.—Quizás el huevo tenga más sentido común que tú.Haruto, ignorando el comentario, bajó su "escudo" con cautela y observó el huevo chisporrotear. Poco a poco, el enemigo fue cediendo terreno: la clara se endureció y la yema quedó perfecta.—Ahí está. El enemigo yace derrotado —declaró con aire dramático, hinchando el pecho mientras levantaba la sartén triunfalmente.—¿Triunfante por un huevo? Qué valiente guerrero eres —se burló su madre.—Por fin. ¡El desayuno está servido! —exclamó.Se acercó a la mesa de madera junto al ventanal, donde los primeros rayos de sol iluminaban la tranquila calle del pueblo.—¡Ma, contempla mi obra maestra! —exclamó, levantando el plato como si mostrara un trofeo.—Es un huevo frito, Haruto, no una hazaña épica —respondió su madre, reprimiendo una sonrisa mientras seguía tejiendo.Haruto ignoró el comentario y se dirigió al pequeño estante de madera donde solían guardar el pan. Sus ojos recorrieron las estanterías vacías. Frunció el ceño y luego abrió la alacena con más dramatismo del necesario, como si esperara que el pan estuviera escondido allí como un tesoro perdido.—¡Ma! —gritó al fin, volviendo a la mesa con pasos exagerados—. ¿Dónde está el pan?Su madre lo miró con tranquilidad, alzando una ceja.—Se terminó ayer. Te dije que fueras al mercado a comprar más, pero estabas muy ocupado... ¿qué era? ¿Practicando tu postura heroica frente al espejo?Haruto ignoró la indirecta, apoyando ambas manos en la mesa con una expresión de completa incredulidad.—¿Cómo puede un huevo existir sin pan? ¡Esto es un sacrilegio culinario!—Entonces, cómetelo sin pan —respondió su madre, divertida, sin apartar la vista de su tejido.Haruto dejó caer los hombros, como si el peso del mundo se le viniera encima.—No, no puedo hacerlo. ¡Es una injusticia! Iré al mercado ahora mismo.—Termina de comer primero.—¡Pero, ma, un huevo sin pan es como un caballero sin espada!Su madre finalmente no pudo contener la risa. Haruto, viendo su reacción, cruzó los brazos y alzó la barbilla.—Te ríes, pero este es un problema serio.—Serio sería que te atacara un monstruo en el camino al mercado, no quedarte sin pan —replicó ella con una sonrisa, volviendo a concentrarse en su tejido.Haruto tomó asiento frente al plato, mirando el huevo con un suspiro dramático. Finalmente, tomó un trozo de la yema con su cuchara y se lo llevó a la boca.—Sabe bien... pero no tiene alma sin pan —murmuró para sí mismo, haciendo que su madre soltara otra carcajada desde la silla.Haruto terminó de comer su huevo, pero su mente estaba lejos de la mesa. Con la barbilla apoyada en sus manos, miró a su madre, quien seguía tejiendo con paciencia y concentración.—Oye, ma, ¿crees que todavía quede pan en la panadería? —preguntó, estirando las palabras con dramatismo.Su madre levantó la vista, arqueando una ceja sin detener el ritmo de sus manos.

—Seguramente sí. Pero ya comiste, ¿no?

Haruto dejó escapar un suspiro exagerado y se dejó caer sobre la mesa, como si el mundo entero conspirara contra él.

—Sí, pero comer sin pan es como una misión sin recompensa. Se siente... vacío.

Ella soltó una risa ligera, divertida por su teatralidad.

—Entonces ve al mercado y compra, pero no tardes mucho.

El niño se levantó de un salto, su entusiasmo ya en marcha. Caminó hacia la puerta y, de un movimiento rápido, tomó una capa ligera que colgaba de un perchero cercano. Intentó ponérsela, pero terminó quedándole torcida, lo que le dio un aspecto cómico que no pareció notar.—Ma, ¿puedo pasar por el gremio? Solo para mirar, no voy a molestar a nadie —preguntó mientras luchaba con la capa.Su madre lo miró desde el sofá, ladeando la cabeza como si lo estuviera evaluando.

—Haruto, sabes que aún no tienes la edad para inscribirte.

—¡Lo sé, lo sé! —dijo apresuradamente, casi tropezando mientras se acomodaba la capa—. Pero es divertido ver las misiones, las espadas y... todo. Además, ya faltan solo cuatro años para que pueda entrar.Su madre dejó el tejido a un lado y lo miró directamente, con una mezcla de ternura y firmeza.

—Cuatro años no son "solo", pequeño héroe. Falta mucho por aprender antes de que estés listo.

Haruto infló el pecho, tratando de parecer más grande de lo que era.

—Lo sé, ma. Pero puedo empezar a prepararme, ¿verdad?

Ella se levantó con calma, caminando hacia él para ajustarle la capa con cuidado.

—Está bien. Ve y echa un vistazo. Solo no hagas preguntas tontas ni te metas en problemas, ¿de acuerdo?

Una gran sonrisa iluminó el rostro de Haruto.

—¡Prometido!

Antes de que pudiera abrir la puerta, su madre añadió con un tono de advertencia que no dejaba lugar a dudas:

—Y no te olvides del pan, Haruto.

El niño asintió rápidamente, abriendo la puerta con energía. La brisa fresca de la mañana lo recibió, despeinándole un poco mientras daba sus primeros pasos hacia el mercado.A medida que avanzaba por las calles, no podía evitar imaginarse entrando al gremio como un gran héroe. Su mente ya visualizaba pergaminos con misiones desafiantes, espadas relucientes y aventureros contando historias épicas. Cada paso hacia el mercado lo acercaba a ese sueño, aunque primero, claro, estaba el pan.Haruto caminaba por las calles adoquinadas del pueblo con la energía de alguien que no tenía prisa pero sí mucha emoción. Los rayos del sol matutino iluminaban el bullicio del mercado. Los vendedores gritaban ofreciendo frutas frescas, verduras y otros productos, mientras el aroma a pan recién horneado se colaba entre los puestos.Se detuvo un momento frente a un carrito de frutas, observando unas manzanas brillantes y tentadoras. Extendió la mano hacia una de ellas, pero recordó que el objetivo de su misión era claro: conseguir pan.—¡Más tarde, tal vez! —murmuró para sí mismo con una sonrisa.Al llegar a la panadería, empujó la puerta de madera que se abrió con un suave chirrido. Un agradable calor, mezclado con el aroma a levadura y especias, lo envolvió de inmediato.—¡Ah, Haruto! —exclamó la panadera, una mujer robusta de mejillas sonrojadas y sonrisa cálida—. Justo a tiempo. Me quedan los últimos panes de la mañana. ¿Vienes por el de siempre?Haruto asintió con entusiasmo, apoyándose ligeramente en el mostrador de madera.

—¡Sí! El de siempre, por favor. Mi mamá dice que no hay nada mejor que su pan.

La panadera rió mientras sacaba un pan dorado, aún caliente, envuelto en un paño limpio.

—Tu madre siempre tan amable. Aquí tienes. Serán 7 monedas de cobre, Haruto.

El niño sacó un pequeño saquito de tela de su bolsillo y lo colocó sobre el mostrador. Las monedas tintinearon al caer.—Uno... dos... tres... —comenzó a contar lentamente, moviendo los labios al ritmo de los números. Al llegar a la sexta moneda, frunció el ceño, concentrado—. ¿Seis? ¿O siete?La panadera sonrió con paciencia y señaló una moneda más en el saquito.

—Esa es la última que necesitas.

Haruto la tomó rápidamente y la añadió al montón.

—¡Siete! ¡Lo sabía! —exclamó, aunque sus mejillas se encendieron un poco por el error.

—Eres un cliente muy aplicado, Haruto —dijo la panadera con una sonrisa, entregándole el pan envuelto.Haruto tomó el pan con ambas manos como si fuera un tesoro. Cuando estaba a punto de salir, una voz familiar lo detuvo.—¡Eh, Haruto! —llamó un chico mayor desde el fondo de la tienda. Era Kaito, un aprendiz del gremio que a menudo se encontraba con Haruto cerca del tablón de misiones—. ¿Vas al gremio otra vez?Haruto giró sobre sus talones con una sonrisa astuta.

—¿Cómo lo supiste?

Kaito se encogió de hombros, cruzando los brazos con una sonrisa burlona.

—Siempre haces lo mismo. Compras pan y terminas allí. ¿Por qué no esperas a tener la edad y te unes de una vez?

—¡Porque quiero estar listo! —respondió Haruto, apretando el pan contra su pecho como si fuera un escudo—. Cuando tenga 12 años, voy a ser el mejor aventurero de todos.Kaito se rió entre dientes y le dio un golpecito en la cabeza al pasar.

—Claro, claro. Solo no molestes a nadie por ahí, ¿vale?

Haruto salió de la panadería con la mirada fija en el horizonte. Su entusiasmo no disminuyó ni un poco por las palabras de Kaito."¡Ya verás!", pensó mientras avanzaba hacia el gremio. La bolsa de pan se balanceaba a su lado, pero su mente ya estaba llena de imágenes de misiones emocionantes y armas brillantes.Pronto, el edificio del gremio apareció a lo lejos, con su puerta de madera maciza y el símbolo de dos espadas cruzadas grabado sobre el dintel. Haruto tomó aire, enderezó los hombros y cruzó la entrada como si fuera un aventurero más.