La madura figura de la Tía Wu se retorcía sin cesar, sus ojos medio cerrados, gemidos escapando de sus labios sin parar, seductores y tentadores.
En ese momento, las regiones inferiores de la Tía Wu eran como una presa reventando, incontrolable y completamente inundada.
—Pequeño Tian, eres tan increíble, casi haces que la Tía muera de placer, mm, ahh... más rápido, mm... —Imaginé que la Tía Wu debía estar en ese entonces en el pináculo de la euforia, ya sin importarle la vergüenza, si sería escuchada por Wang Xiru en la habitación contigua. Sus gemidos subían ola tras ola, volviéndose más destructivos para el alma, y sus expresiones faciales aún más lascivas.
Sus reacciones también me estimulaban con dureza, impulsándome a acelerar involuntariamente las caricias.