—¿Incluso Gianna estaba en su contra? ¿No entendían el caos que esos gemelos malignos podrían causar si se les daba la más mínima oportunidad de prosperar? —se preguntaba Atenea, tomando nota de la expresión tranquila de Gianna.
—Sin embargo, por experiencia, ella sabía mejor que dejarse engañar por esa tranquilidad exagerada —su mejor amiga estaba enojada con ella.
—Echó un vistazo a sus hijos; parecían confundidos por la situación, pero tampoco parecían felices de que ella hubiera ahuyentado a Aiden con su aluvión de preguntas —exhaló bruscamente y miró hacia el techo, como pidiendo gracia para superar esto.
—Lo siento, Gianna. Supongo que tienes razón. Me disculparé con él. Encuéntrame con los niños, en el estacionamiento —dijo, saliendo apresuradamente de la habitación.