—Un silencio mortal descendió en la sala, tan silencioso que podría compararse con un cementerio —comenzó Sandro, con la voz temblorosa—. Era evidente que la gente no había esperado que Fiona sacara sus garras perversas contra Ewan, quien había sido su ardiente defensor desde el primer día.
La conmoción los dejó sin palabras, adormeciendo incluso sus mentes; nunca habían visto la maldad mostrada de tal manera. ¿No era él su prometido por quien ella luchaba tan ferozmente?
Ewan era el más embotado de todos. Sus ojos estaban tan fijos en el proyector, y parecía una estatua. Aiden sintió una oleada de lástima por él pasar sobre él.
—Atenea, ¿qué es esto? ¿Cómo... —tartamudeó Sandro, levantándose de su asiento y rompiendo el trance en cierta medida—. ¿Es este el motivo de los apagones?
—¿Apagones? Atenea, ¿de qué habla él? —preguntó el Anciano Timothy, finalmente encontrando su voz.