Aiden llegó cuatro minutos después, su forma sin aliento de pie junto a Atenea, quien todavía mantenía el arma apuntada a Heronica y Cole—finalmente había arrancado el nombre de este último de su boca al patear sus heridas.
Un destello de diversión brilló en sus ojos mientras miraba a Aiden.
—Vaya... —murmuró él, observando la escena que se desarrollaba ante él.
—Seguro que te tomaste tu tiempo... —reflexionó Atenea, bajando la mano a su lado, flexionando los dedos para aliviar el creciente dolor que había comenzado allí. Sabía que Aiden estaba aquí ahora, y con él, la situación estaba destinada a permanecer a su favor.
—Cuatro minutos afuera, Atenea, —declaró Aiden, su tono teñido de preocupación—. Tuve que correr hasta aquí. ¿Quiénes son estas personas? ¿Antiguos rivales?
La sonrisa de Atenea se torció, una mezcla de diversión y veneno en su rostro. —Eso quisieras.