—Doctor Finn, ¿qué es esto? —Atenea empezó cuando Finn entró en la sala, señalando el goteo que había dejado de administrar hábilmente a Ewan.
—¿Por qué hay una sobredosis de digoxina administrada al señor Ewan? ¿Y por qué hay rastros de succinilcolina en el goteo?
Finn parecía tan confundido como los otros hombres en la habitación, quienes no conocían las drogas de las que Atenea hablaba pero se dieron cuenta por el ceño fruncido de su cara que una mezcla de las dos no era precisamente una buena noticia.
Sin embargo, ahora Finn era el centro de atención porque reconocía las drogas a las que Atenea se refería.
—Eso no puede ser posible —dijo con vehemencia, acercándose a la cama y recogiendo la bolsa de goteo posicionada cerca de Ewan, quien estaba ajeno a su entorno.
Atenea esperó, aunque impaciente, su cara aún con el ceño fruncido, mientras los ojos de Finn examinaban lentamente la bolsa de goteo.