«¿Esto otra vez?», pensó Atenea, limpiándose la boca elegantemente con la toallita que habían guardado para ella.
La sensación del paño suave contra su piel apenas podía limpiar el malestar que sentía ahora en la mesa del comedor; un agudo contraste con sus sentimientos anteriores en medio de la risa y la enérgica camaradería familiar de hace unos minutos.
—Supongo que la gente sí tiene dobles en este mundo nuestro. Parte del humor de la vida —finalmente dijo, tratando de inyectar ligereza en la conversación.
—Ya veo... —murmuró Florencia sobriamente.
Atenea pudo detectar un atisbo de amargura en las palabras de Florencia, y su corazón se compadeció de la mujer mayor, deseando poder hacer algo para aliviar la evidente angustia en la que se encontraba.
Los ojos de Florencia se empañaron ligeramente, y por un fugaz momento, Atenea pudo ver las capas de dolor y nostalgia tejerse a través de su expresión.