—¡Mamá! —exclamaron felices Nathaniel y Kathleen, alivio reflejándose en sus rostros al ver a su madre entrar en la sala.
Atenea se rió al verlos despiertos a esa hora tan tardía. Se agachó a su altura y abrió los brazos para que se lanzaran a su abrazo. Mientras se acomodaban en su pecho, les besaba la cabeza y las mejillas intermitentemente, inhalando sus calmantes y familiares olores.
—¿No podían dormir? —les preguntó cuando finalmente se desprendió del largo abrazo.
Los gemelos negaron con la cabeza al unísono. —Estábamos esperándote con la tía Gianna. ¿Cómo está el señor Ewan? ¿Está mejor ahora?
Atenea asintió con una sonrisa, agradecida de poder dar incluso esa respuesta, habiendo visto la tristeza en sus ojos al hacer la pregunta. Observó cómo suspiraban aliviados antes de mirar hacia adelante.