—Fiona soltó un grito agudo cuando un solo mocasín marrón le golpeó directamente en la cara —comentó un testigo—. Justo después de eso, la segunda pieza, cargada de desprecio, se estrelló contra su pecho, enviando una ola de dolor a través de su ser.
Su corazón latía aceleradamente, retumbando con dolor y humillación, y lágrimas de rabia brotaban en sus ojos mientras el desagradable olor del interior del zapato invadía sus sentidos.
El dueño claramente no había estado usando calcetines limpios. El fétido olor le revolvía el estómago. Fiona maldijo en silencio, lidiando con la realidad de que su reputación, antes inmaculada, se estaba desmoronando rápidamente.
Otro zapato golpeó contra su brazo, pero este, un extravagante tacón de cinco pulgadas, fue lanzado con poca precisión; solo la rozó. Fiona se estremeció pero sintió un extraño alivio mezclado con enojo. Si le hubiera golpeado la cabeza o aterrizado de lleno en su pecho, la lesión podría haber sido grave.