Después de buscar en todos los lugares habituales, Sandro y Zane finalmente encontraron a Ewan en un bar, profundamente borracho. Peor aún, estaba desplomado en la barra, en lugar de su suite privada.
Una ola de frustración invadió a Sandro al notar que algunos clientes tomaban fotos de la situación de Ewan.
—Maldición —juró en voz baja, la urgencia lo impulsaba hacia adelante. Se apresuró hacia Ewan, con Zane pisándole los talones, y le dio suavemente en el brazo. Pero su amigo estaba casi dormitándose.
—¡Ewan! ¡Levántate! Tenemos que irnos —instó Sandro, con preocupación en su voz.
Ewan abrió con torpeza sus ojos vidriosos y los miró entrecerrando los ojos. —¡Aléjense de mí, traidores! ¿Ya terminaron de retozar con Atenea? —Sus palabras se mezclaban, una combinación de ira y desafío.