Atenea y Gianna no pudieron evitar soltar una burla simultáneamente al uso juguetón de un término cariñoso por parte de Aiden, lo que provocó una carcajada sonora en él. —Oh, Dios, las he echado de menos... —murmuró, atrayendo a ambas mujeres a un cálido abrazo.
—Entonces, ¿qué haces aquí? No me dijiste que vendrías... —comenzó Atenea, después de deshacer el abrazo, lanzando otra mirada al convoy de autos estacionados detrás de ellos. ¡Eran como ocho!
El enorme detalle de seguridad provocó una incómoda sensación de inquietud en el fondo de su estómago.
—¿Y por qué hay tantos autos? ¿Tanta seguridad? —preguntó Atenea.
Aiden se rió de una manera que sugería que encontraba su preocupación divertida. —Bueno, para responder a tu primera pregunta, si te hubiera informado que venía, eso arruinaría la sorpresa, ¿no? —respondió con una sonrisa.
Atenea rodó los ojos, apretando los labios en una muestra de molestia fingida. —Sorpresa o no, sabes que no me gustan las sorpresas.