—La pregunta de Ewan invitó a un silencio tenso e incómodo en la amplia habitación que era de Fiona.
El aire se sentía espeso con el peso de las palabras no dichas, y el silencio se prolongó por más de un minuto completo, para sorpresa de Ewan.
Cambió su peso del pie izquierdo al derecho, plenamente consciente de la incomodidad que se asentaba como una niebla densa. Notando la mirada desconcertada en el rostro de Fiona, era obvio para él que ella no esperaba su regreso tan pronto.
Su mano, rociando perfume, permanecía suspendida en el aire justo alrededor de su cuello, el aroma mezclándose con la tensión entre ellos.
—Fiona, he hecho una pregunta. ¿A dónde vas? —Ewan insistió de nuevo, su tono firme pero teñido de genuina preocupación.