—Sandro se quedó de pie en la entrada de la escuela, a la que asistían los hijos de Atenea, mirando de un lado para otro, en busca de los gemelos y su amigo, porque el personal de seguridad no le dejaba entrar.
—Según el personal, su nombre no estaba entre los autorizados en el sistema de la escuela para recoger a los gemelos.
—Así que Sandro no tuvo otra opción que esperar a que los niños lo vieran, lo reconocieran y le hicieran señas.
—Tuvo suerte.
—Justo cuando estiraba el cuello de aquí para allá, vio a Kathleen, quien primero frunció el ceño en confusión cuando lo avistó.
—La pequeña, pensando que su madre había enviado al hombre, sin embargo, disipó la confusión de su rostro y le saludó con una sonrisa.
—Sandro observó con el corazón en un puño, mientras ella llamaba a Nathaniel y Kendra. Los vio hablar, sabía que estaban hablando de él y se preguntaba exactamente de qué estarían hablando sobre él.