Los ojos de Atenea revisaron con diligencia por segunda vez el informe de Aiden, su corazón pesando mucho con los hallazgos problemáticos. No estaba contenta, en absoluto.
Fiona, la figura escurridiza en el centro de esta red, no podía ser rastreada ni por el asesinato del jefe de camareros ni por su propio secuestro.
Es verdad que Fiona había dejado señales, pistas que sugerían su involucración, pero eran meros susurros, no gritos que demandaban atención. Para el mundo exterior, esos susurros no eran suficientes para etiquetar a Fiona como malvada.
El equipo de investigación, habiendo entrado en su ciudad solo dos días después de su secuestro, había vuelto con las manos vacías. No pudieron encontrar ninguna grabación CCTV del hotel en la noche del asesinato del camarero, ni encontraron la grabación CCTV del momento exacto en que fue secuestrada.
Aun si alguna grabación hubiera surgido, Atenea dudaba que apuntara directamente a Fiona. ¿Cómo podrían conectar los puntos?