—Adrián, si tienes hambre, ¡te cocinaré en casa! —dijo Stella—. ¡Vamos de regreso ahora!
—No, ¡no quiero! —rechazó el pequeño inmediatamente y dijo—. Cariño, cuando no viniste a recogerme, ¡ya le dije al Tío Tristan! Él va a llevarme a comer comida francesa. ¡El Tío Tristan también dijo que hay mucha comida deliciosa en ese restaurante! ¡Todos son mis favoritos!
Stella se quedó sin palabras.
¿La comida francesa era el favorito del pequeño y no la comida que ella solía cocinar?
En ese caso, ¿por qué cada vez que cocinaba, él comía tanto? Podía acabar con todo lo que ella hacía.
Stella estaba furiosa, pero no podía perder los estribos y dijo suavemente:
—Adrián, ¿por qué prefieres ir a cenar con el Tío Tristan y no conmigo? ¡Me pondré triste si me abandonas!
¡Este chico maloliente ahora tenía a Tristan y la ignoraba completamente! ¡Parecía que sería mejor mantener cierta distancia entre ellos en el futuro! De lo contrario, ¡la relación entre ellos sería incontrolable!
