Tan pronto como llegaron al jardín de infancia, fueron directamente a la oficina de la directora. Tan pronto como Stella entró, vio a su hijo.
—Adrian, ¿cómo estás? ¿Estás bien? Déjame verte —Stella lucía ansiosa—. ¿Cómo podía Adrian pelearse con una niña?
Alia debió haber dicho algo.
Adrian siempre había sido obediente desde que era un niño.
Él no haría travesuras en la escuela.
—Cariño, estoy bien. Tu bebé es muy fuerte. ¿Cómo me va a pasar algo?
El niño sonrió con brillo. No muy lejos, los ojos de Alia estaban rojos y su rostro surcado de lágrimas. Era evidente que había llorado mucho justo ahora, y su cuerpo seguía temblando mientras sollozaba.
—Alia, está bien. Estoy aquí —RK le acarició la cabeza con amor y tomó su pequeña mano—. Su expresión era extremadamente fea.
—Directora, ¿qué está pasando? —El hombre miraba a la directora como si la estuviera cuestionando—. Usted debe darme una explicación.