El grupo avanzaba por las calles destrozadas, moviéndose con cautela entre los vehículos abandonados y las sombras que parecían cobrar vida. El sol estaba empezando a ocultarse, pintando el cielo con tonos anaranjados y rojos que parecían reflejar el caos que había abajo. Para Kael, el atardecer no era un espectáculo hermoso; era una advertencia. Con la oscuridad, los infectados se volverían más difíciles de ver, y cada sonido aumentaría el riesgo de atraerlos.
—¿Tienes algún plan? —preguntó Kael, rompiendo el silencio.
—Estamos buscando un refugio —respondió el hombre mayor, que se había presentado como **Greg** hacía unos minutos—. Algo que nos permita aguantar al menos esta noche.
La joven, cuyo nombre era **Lena**, se giró para mirarlo con el ceño fruncido.
—¿Tú qué sugieres? Parece que tienes experiencia con esto.
Kael no respondió de inmediato. Observó los alrededores, analizando las opciones. La mayoría de los edificios estaban en ruinas, y los que seguían en pie parecían ser trampas en potencia, llenos de infectados o saqueadores desesperados.
—Un lugar alto. Un edificio donde podamos bloquear las entradas y mantenernos fuera de su alcance. Pero no nos quedaremos mucho tiempo. Esto no va a mejorar mañana —dijo finalmente.
Greg asintió, aunque Lena parecía menos convencida.
—¿Qué pasa con los hospitales? —preguntó ella.
Kael soltó una risa seca.
—Si quieres morir, es el lugar perfecto. Están llenos de infectados y de personas desesperadas buscando medicinas. Es un nido de problemas.
Lena apretó los labios, claramente irritada, pero no discutió. Kael ya había notado que tenía una personalidad fuerte, probablemente acostumbrada a tomar decisiones en situaciones extremas. Sin embargo, aquí, la experiencia práctica pesaba más que cualquier opinión.
A medida que avanzaban, los ruidos de la ciudad se intensificaban. Gritos, gruñidos y el ocasional disparo lejano llenaban el aire, recordándoles que no estaban solos en este infierno.
—¡Cuidado! —gritó Greg de repente, señalando hacia la esquina.
Un infectado apareció tambaleándose desde un callejón, seguido por otros dos. Aunque sus movimientos eran erráticos, sus ojos opacos se fijaron inmediatamente en el grupo.
Kael reaccionó al instante, desenfundando su cuchillo.
—¡Atrás! —ordenó, avanzando hacia el primero.
El infectado, un hombre delgado con la mandíbula rota, se lanzó hacia él con sorprendente velocidad. Kael se agachó, esquivando sus manos, y giró sobre su eje, clavando el cuchillo en la base del cráneo. El monstruo cayó como un saco de huesos, pero los otros dos ya estaban encima de él.
El segundo, una mujer con el torso desgarrado, intentó abalanzarse. Kael retrocedió, midiendo sus movimientos. Cuando ella atacó de nuevo, Kael dirigió un corte preciso a su garganta, debilitándola antes de hundir el cuchillo en su sien.
Mientras tanto, Lena disparó contra el tercero, derribándolo con dos disparos al pecho y otro en la cabeza.
—¡Apunta siempre a la cabeza! —gritó Kael, limpiando la sangre de su cuchillo en la ropa del infectado caído.
Lena lo fulminó con la mirada.
—Sé lo que hago.
—¿Ah, sí? Porque tus dos primeras balas fueron inútiles —replicó Kael con frialdad.
Antes de que ella pudiera responder, Greg intervino.
—¡Basta! No tenemos tiempo para esto. Sigamos antes de que vengan más.
Kael no dijo nada más y continuó avanzando, aunque sus ojos nunca se apartaron de Lena. Sabía que su temperamento podría ser un problema en una situación crítica.
**Un refugio temporal**
Después de una hora de búsqueda, encontraron un edificio de oficinas que parecía lo suficientemente seguro. Era una estructura de cuatro pisos con puertas reforzadas y ventanas protegidas con barrotes. Kael inspeccionó los alrededores, asegurándose de que no hubiera infectados cerca.
—Esto servirá por ahora —dijo, empujando la puerta principal con cuidado.
Adentro, el lugar estaba oscuro y silencioso. Había papeles y escritorios esparcidos por todas partes, como si las personas hubieran abandonado el lugar apresuradamente. Kael levantó una mano, indicando al grupo que esperara.
—Quédense aquí. Voy a revisar.
Lena cruzó los brazos.
—¿Y si necesitas ayuda?
Kael la miró con seriedad.
—Si no regreso en cinco minutos, sigan sin mí.
Sin esperar respuesta, comenzó a subir las escaleras con el cuchillo en mano. Cada paso era lento y cuidadoso, evitando cualquier ruido que pudiera alertar a posibles infectados.
En el primer piso, encontró una oficina vacía. Había sangre seca en las paredes, pero no señales de movimiento. El segundo piso era similar, aunque un olor pútrido llenaba el aire. Kael cubrió su nariz con la mano y continuó subiendo.
En el tercer piso, encontró algo diferente. Una puerta estaba cerrada con llave, y desde el otro lado se escuchaban gemidos bajos. **Infectados.** Kael decidió no abrirla. Bloqueó la entrada con una silla y continuó hacia el último piso.
El cuarto piso estaba despejado. Desde la ventana, podía ver una vista completa de la calle y las azoteas cercanas. Esto les daría una ventaja táctica si necesitaban defenderse.
—Es suficiente —murmuró, volviendo a buscar al grupo.
Cuando regresó al vestíbulo, Greg y Lena estaban esperándolo.
—El cuarto piso está despejado. Hay infectados en el tercero, pero los bloqueé. Suban y asegúrense de que la puerta principal esté bien cerrada antes de hacerlo.
El grupo subió al último piso y comenzó a organizarse. Kael colocó algunos muebles frente a las escaleras como barrera improvisada, mientras Greg revisaba los suministros que llevaban. Lena, por su parte, se quedó junto a la ventana, observando la calle en silencio.
Kael se acercó después de unos minutos.
—¿Qué ves?
—Nada bueno —respondió ella. Señaló hacia una esquina donde un grupo de infectados se congregaba alrededor de un auto volcado.
Kael frunció el ceño.
—Parecen más organizados de lo que deberían estar.
—¿Organizados? Solo están ahí parados.
—Exacto. No se mueven al azar. Es como si estuvieran... esperando algo.
Lena lo miró de reojo, pero no dijo nada. Kael sabía que ella aún no confiaba en él, pero eso no le importaba. La confianza era un lujo en este mundo.
**La noche llega**
Cuando el sol desapareció por completo, el edificio quedó sumido en la oscuridad. Encendieron un par de linternas, cuidando de no iluminar demasiado las ventanas. El silencio era opresivo, roto solo por los ocasionales gruñidos y gemidos provenientes del tercer piso.
—¿Creen que esto pueda arreglarse? —preguntó Greg de repente, rompiendo el silencio.
Kael negó con la cabeza.
—No. Esto no es algo que se solucione. El mundo que conocías ya no existe.
Greg pareció envejecido de golpe al escuchar esas palabras, pero no discutió. Lena, sin embargo, lo miró con el ceño fruncido.
—No eres optimista, ¿eh?
—Soy realista. Cuanto antes lo aceptes, más posibilidades tendrás de sobrevivir.
El silencio volvió a llenar la habitación. Kael se recostó contra la pared, con el cuchillo en la mano, listo para cualquier cosa. Esta era la nueva realidad: siempre alerta, siempre preparado.
Y mientras escuchaba los sonidos del caos afuera, supo que lo peor aún estaba por venir.