La noche en el edificio de oficinas fue inquietante. Cada sonido, cada sombra moviéndose en la penumbra parecía una amenaza. Los infectados atrapados en el tercer piso gemían y golpeaban débilmente la puerta bloqueada, recordándoles a todos que el peligro estaba cerca.
Kael permaneció despierto casi toda la noche, su cuchillo firmemente sujeto en la mano. No confiaba en nadie, ni siquiera en sus compañeros temporales. Había aprendido que, en este nuevo mundo, las personas podían ser tan peligrosas como los infectados. Lena y Greg dormían cerca, aunque sus cuerpos tensos revelaban que también estaban preparados para reaccionar al menor signo de peligro.
El amanecer trajo algo de alivio. La luz del sol filtrándose a través de las ventanas rotas les permitió evaluar su situación. Sin embargo, Kael sabía que la calma era solo una ilusión.
—Tenemos que movernos —dijo Kael, rompiendo el silencio de la mañana.
Greg frunció el ceño mientras revisaba su mochila.
—¿Moverse? Apenas hemos descansado. Este lugar es seguro, al menos por ahora.
Kael negó con la cabeza.
—Nada es seguro. Los infectados del tercer piso pueden encontrar una forma de salir, y si más de ellos nos localizan, estaremos atrapados aquí. Además, no tenemos suficiente comida ni agua.
Lena se levantó, cruzándose de brazos.
—¿Tienes alguna idea de adónde ir?
Kael miró por la ventana. La ciudad estaba en ruinas, con vehículos abandonados y cadáveres esparcidos por las calles. Los infectados vagaban sin rumbo fijo, pero sus movimientos erráticos no los hacían menos peligrosos.
—Al este —respondió finalmente—. Hay un centro comercial a unas diez cuadras de aquí. Si no ha sido saqueado por completo, podríamos encontrar suministros útiles.
Greg parecía dudar, pero finalmente asintió.
—Está bien. Pero si esto es una trampa mortal, más vale que tengas un plan de escape.
Kael no respondió. Él siempre tenía un plan.
**La lucha por avanzar**
El grupo descendió con cuidado por las escaleras, deteniéndose en el segundo piso para asegurarse de que la barricada en el tercero seguía intacta. Los infectados detrás de la puerta continuaban golpeando, pero parecía que no lograrían romperla pronto.
La calle estaba desierta cuando salieron del edificio. Kael lideraba, su cuchillo en mano, mientras Greg y Lena seguían detrás, manteniéndose cerca pero lo suficientemente separados como para reaccionar si algo los atacaba.
—No hagas ruido innecesario —susurró Kael a Lena, quien cargaba su arma con evidente nerviosismo.
—No soy una novata —respondió ella, aunque Kael podía ver el miedo en sus ojos.
A medida que avanzaban, el número de infectados en las calles aumentaba. Kael se detuvo detrás de un auto volcado, evaluando la situación. Había al menos diez infectados a unos metros de distancia, algunos tambaleándose en dirección opuesta, otros inmóviles, como si estuvieran esperando algo.
—¿Por qué no se mueven? —preguntó Greg en voz baja.
Kael frunció el ceño, también desconcertado. Los infectados solían moverse sin rumbo fijo, pero estos parecían estar concentrados en un solo punto.
—Algo los está llamando —murmuró Kael.
—¿Qué? ¿Cómo es posible? —preguntó Lena.
Kael no respondió. Algo en su interior se agitó, una sensación extraña que no podía explicar. Era como si pudiera "sentir" a los infectados, como si sus presencias fueran un peso en el aire.
Antes de que pudiera pensar más en ello, uno de los infectados giró la cabeza bruscamente hacia ellos, como si hubiera detectado su presencia.
—¡Cúbranse! —gritó Kael, mientras el infectado lanzaba un grito desgarrador y comenzaba a correr hacia ellos.
El resto del grupo reaccionó rápidamente. Greg levantó una barra de metal que había encontrado en el edificio, mientras Lena apuntaba con su arma.
Kael se lanzó hacia adelante, encontrándose con el infectado antes de que llegara a los demás. El cuchillo cortó el aire, hundiéndose en el cuello del monstruo. Con un movimiento rápido, Kael lo empujó al suelo y remató con un golpe directo al cráneo.
—¡Más vienen hacia acá! —gritó Lena, disparando a un segundo infectado que se acercaba.
Kael maldijo por lo bajo. El ruido de los disparos solo atraería a más.
—¡Dejen de disparar y muévanse! —ordenó, corriendo hacia un callejón cercano.
El grupo lo siguió, esquivando a los infectados que comenzaban a converger en su posición. Kael lideró el camino a través de un laberinto de calles y callejones, confiando en su instinto para evitar las rutas más peligrosas.
**El descubrimiento**
Después de varios minutos corriendo, finalmente encontraron un pequeño edificio abandonado donde pudieron refugiarse. Kael cerró la puerta detrás de ellos, asegurándola con una pesada mesa que arrastró con esfuerzo.
—¿Qué demonios fue eso? —preguntó Greg, jadeando mientras se dejaba caer al suelo.
Kael no respondió de inmediato. Su respiración era agitada, pero no por el esfuerzo. La sensación extraña seguía presente, esa conciencia de los infectados, como si pudiera percibirlos incluso sin verlos.
—Kael, ¿qué pasa? —preguntó Lena, mirándolo con preocupación.
Kael levantó la cabeza, sus ojos fríos y calculadores.
—Algo cambió.
—¿Qué quieres decir? —insistió Greg.
Kael cerró los ojos por un momento, concentrándose. La sensación era tenue, pero estaba ahí: podía "sentir" a los infectados a una distancia cercana, como si fueran presencias palpables en su mente.
—Puedo sentirlos —dijo finalmente.
—¿Qué? Eso no tiene sentido —respondió Lena, frunciendo el ceño.
—Tampoco tiene sentido que los muertos caminen, pero aquí estamos —replicó Kael con frialdad.
Greg y Lena intercambiaron miradas, claramente escépticos, pero no dijeron nada más.
**Una nueva ventaja**
La tensión en el pequeño edificio era palpable. Kael sabía que el tiempo estaba en su contra. Si realmente podía sentir a los infectados, entonces tenía que aprovechar esa ventaja.
—Descansen lo que puedan. Nos movemos en una hora —dijo, apoyándose contra la pared mientras cerraba los ojos.
Mientras los otros trataban de recuperar fuerzas, Kael se permitió reflexionar. La sensación en su mente era nueva, extraña, pero útil. Si aprendía a controlarla, podría cambiar las reglas del juego.
Pero, mientras escuchaba los gruñidos y gemidos en la distancia, no pudo evitar preguntarse: ¿a qué precio?