Caí en un Dungeon de Rango S y me hice fuerte comiendo Núcleos

🇻🇪eihandersong
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Synopsis

su última luz

Capítulo 0: Su última luz

No debería estar aquí. Eso fue lo primero que pensé mientras avanzábamos por el nivel 55 de esta maldita mazmorra. El aire estaba tan pesado que cada respiración parecía arrastrar piedras a mis pulmones. El suelo temblaba a cada tanto, como si el mundo mismo estuviera susurrándonos que nos largáramos.

"Liana, ¿has sentido esto antes?" pregunté mientras echaba un vistazo detrás de mí. Ella estaba justo ahí, con esa serenidad que siempre la rodeaba, incluso en un lugar como este.

"No... y eso me asusta más que cualquier monstruo que hayamos enfrentado hasta ahora," respondió, su voz suave como el eco de un arroyo. Sus ojos violetas, siempre llenos de lógica y calma, ahora tenían algo más: miedo.

"Sigamos avanzando. No tenemos otra opción," dije, intentando sonar decidido, aunque mis piernas temblaban tanto como el suelo.

El resto del grupo mantenía un paso firme, pero podía ver la tensión en sus rostros. Incluso el más veterano de los guerreros parecía incapaz de sacudirse la sensación de que algo estaba observándonos.

No fue hasta que los temblores se volvieron constantes que los vimos. Las criaturas. Monstruos que no tenían nombre, que no pertenecían a este mundo. Sus cuerpos eran una mezcla de sombra líquida y fuego, sus ojos brillaban como brasas condenatorias. El primer ataque fue rápido. Un arquero cayó antes de que siquiera pudiera gritar.

"Liana, ¡protección!" grité mientras desenvainaba mi espada.

Ella reaccionó al instante, alzando su bastón. Una barrera translúcida nos rodeó, justo a tiempo para detener a una de esas cosas que había saltado hacia mí. La criatura se estrelló contra la barrera, emitiendo un chillido inhumano que me heló la sangre.

"¡No podemos enfrentarlos a todos! ¡Corran!" grité, mi voz apenas superando el caos.

Corrimos. No sé cuánto tiempo. El suelo seguía temblando, las criaturas nos perseguían, y la mazmorra parecía retorcerse a nuestro alrededor. Finalmente, llegamos a un precipicio. La oscuridad bajo nosotros parecía no tener fin.

"Kael, esto no es buena idea," dijo Liana, pero su voz fue cortada por otro temblor. El suelo bajo nuestros pies cedió, y todo se desmoronó.

---

Desperté en un lugar que no reconocí. La oscuridad seguía siendo absoluta, pero el aire estaba más frío. Mi cuerpo... apenas podía moverlo. Un dolor punzante me atravesaba cada vez que intentaba respirar. Miré hacia abajo. Sangre. Mucha. Mis brazos y piernas estaban retorcidos de formas que no deberían ser posibles.

"Liana..." susurré, mi garganta tan seca que la palabra apenas salió.

La encontré a unos metros de distancia, tendida sobre el suelo rocoso. Estaba peor que yo. Su rostro, normalmente radiante, estaba pálido, y cada respiración parecía ser una batalla que estaba perdiendo.

"Liana, no... no hables. Voy a encontrar una forma de sacarnos de aquí," balbuceé, tratando de arrastrarme hacia ella. El dolor era insoportable, pero no importaba. Tenía que llegar a ella.

Cuando finalmente estuve a su lado, ella levantó apenas la mano y me miró con esos ojos violetas que siempre parecían tan invencibles. "Kael... no hay tiempo... para nosotros dos."

"¡Cállate! No digas eso. Vamos a salir de aquí. Juntos," respondí, aunque cada palabra era una mentira que me dolía más que mis heridas.

Pero ella no me escuchó. Susurró algo, un idioma que no entendía. Su bastón comenzó a brillar con una luz que llenó el lugar.

"No. No, no, no. Liana, ¿qué estás haciendo?"

"Vivirás, Kael. Eso es todo lo que importa," dijo con una sonrisa débil, mientras lágrimas caían por su rostro.

"¡No! ¡No puedes hacer esto! ¡NO PUEDES!"

La luz me envolvió antes de que pudiera detenerla. Era cálida, reconfortante, como si alguien me estuviera abrazando. Sentí cómo mi cuerpo se reparaba. Mis huesos se alinearon, mis heridas se cerraron. Pero al mismo tiempo, algo dentro de mí se rompió.

Cuando la luz se desvaneció, lo supe. Ella se había ido.

"No... no... por favor, no..." Susurré, sosteniendo su cuerpo ahora frío entre mis brazos.

El bastón de Liana y un pequeño colgante, el que siempre llevaba consigo, quedaron a mi lado. Lo tomé con manos temblor

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