Chapter 3 - Eira

La nave descendió suavemente sobre el árido paisaje de Velkor-9, una luna desolada famosa por sus tormentas de polvo y el refugio clandestino de contrabandistas. Las nubes rojizas de partículas metálicas se arremolinaban en el aire, oscureciendo el cielo y haciendo que el lugar pareciera un páramo infernal. Ayla apagó los motores y se giró hacia Nathan.

—El núcleo energético que necesitamos está aquí —dijo, señalando un mapa holográfico en la consola principal—. Según mi información, lo tienen los "Espectros de Velkor", un grupo de mercenarios que opera fuera de la red.

Nathan observó el mapa. Las coordenadas señalaban un búnker subterráneo, protegido por varias capas de defensas.

—No será fácil entrar ahí —comentó, cruzando los brazos.

—Nunca lo es. —Ayla se encogió de hombros mientras recogía su pistola y revisaba sus municiones—. Pero si queremos respuestas sobre tu sistema, necesitamos ese núcleo.

Nathan suspiró. Aunque apenas había comenzado a entender su conexión con el sistema, sabía que no podía quedarse de brazos cruzados. Se aseguró de que su rifle modificado estuviera cargado antes de seguir a Ayla fuera de la nave.

El viento los golpeó al instante, cargado de polvo que se adhería a todo. Avanzaron en silencio, siguiendo las coordenadas hacia la entrada del búnker. Sin embargo, cuando llegaron, encontraron algo inesperado: un grupo de mercenarios muertos, esparcidos como juguetes rotos alrededor de la entrada blindada.

Nathan se agachó junto a uno de los cuerpos, notando las marcas precisas de disparos láser en sus armaduras.

—Esto no fue un enfrentamiento normal —dijo, mirando a Ayla.

Ella asintió, con una expresión tensa.

—Alguien los eliminó con precisión quirúrgica.

Un sonido sutil de tecleo llamó su atención. Nathan levantó la vista hacia la entrada del búnker, donde una figura encapuchada trabajaba rápidamente en el panel de control.

—¡Alto ahí! —gritó Ayla, levantando su pistola.

La figura se giró lentamente, revelando a una joven de cabello plateado que caía en mechones desordenados sobre su rostro. Llevaba gafas de interfaz con un brillo azul en los cristales y un dispositivo portátil en la muñeca que parecía un terminal de hackeo improvisado.

—Tranquilos —dijo, alzando las manos en un gesto burlón—. Si quisiera matarlos, ya estarían muertos.

Ayla no bajó el arma.

—¿Quién eres y qué haces aquí?

—Eira Solis, hacker profesional y experta en infiltración —respondió con una sonrisa ladeada—. Estoy aquí por el núcleo, igual que ustedes.

Nathan intercambió una mirada rápida con Ayla.

—¿Cómo sabes del núcleo?

Eira bajó las manos y señaló con la barbilla el dispositivo en su muñeca.

—El sistema me lo dijo. Igual que a ti.

Las palabras golpearon a Nathan como un martillo.

—¿También tienes el sistema?

Eira asintió, acercándose unos pasos sin mostrar miedo.

—Lo tengo desde hace un año. Y créeme, este núcleo es clave para entenderlo. —Miró hacia la entrada del búnker—. Aunque parece que alguien más también lo sabía.

Ayla finalmente bajó el arma, aunque seguía observando a Eira con cautela.

—¿Qué pasó aquí?

—Los Espectros tenían el núcleo, pero parece que alguien se adelantó. Llegué justo a tiempo para verlos caer como moscas. —Eira se encogió de hombros—. Su atacante ya no está, pero el núcleo sigue dentro.

Nathan frunció el ceño.

—¿Cómo lo sabes?

Eira tocó su terminal, mostrando un mapa holográfico del interior del búnker.

—Porque el sistema me lo mostró. Está en la sala central, conectado a algún tipo de red de datos.

—¿Y por qué deberíamos confiar en ti? —preguntó Ayla, cruzando los brazos.

Eira soltó una risa seca.

—Porque no tienen otra opción. Yo puedo hackear las defensas del búnker. Ustedes pueden cubrirme mientras trabajo. Y, si somos sinceros, tres pares de manos son mejores que dos si las cosas se complican.

Nathan suspiró, evaluando la situación. Aunque no confiaba completamente en Eira, sabía que necesitaban su ayuda.

—Está bien. Pero si intentas algo extraño…

—Sí, sí, ya entiendo. —Eira alzó las manos nuevamente, divertida—. "No te metas con nosotros o terminarás como los Espectros."

La tensión se mantuvo mientras los tres entraban al búnker. El interior estaba oscuro, con solo el brillo parpadeante de luces de emergencia que iluminaban los pasillos de metal oxidado. Nathan sentía que cada paso resonaba demasiado fuerte, como si anunciara su presencia a cualquier enemigo que pudiera estar al acecho.

Eira lideraba el camino, sus dedos volando sobre el terminal mientras desactivaba trampas y abría puertas selladas. Ayla permanecía alerta, su arma lista para disparar. Nathan, por su parte, sentía que el sistema estaba más activo que nunca. Su visión resaltaba detalles en las paredes y mostraba rutas óptimas para moverse.

—Esto no es un simple almacén de contrabandistas —dijo Eira, deteniéndose frente a una puerta pesada. Su rostro estaba más serio ahora—. Alguien convirtió este lugar en una fortaleza tecnológica.

Nathan observó la puerta. Parecía estar hecha de un material más avanzado que el resto del búnker.

—¿Puedes abrirla?

—Por supuesto. Pero necesito tiempo. —Eira comenzó a trabajar en el panel junto a la puerta, susurrando para sí misma mientras tecleaba.

Un sonido metálico detrás de ellos hizo que Ayla levantara su arma de inmediato. Nathan giró la cabeza, viendo cómo una serie de drones avanzaba por el pasillo.

—Tenemos compañía.

—¡Genial! —Eira exclamó sarcásticamente mientras seguía trabajando—. Ustedes ocúpense de eso. Yo casi termino aquí.

Nathan y Ayla se posicionaron rápidamente, disparando a los drones que se acercaban. El sistema de Nathan resaltaba puntos débiles en las máquinas, permitiéndole eliminarlas con mayor precisión. Ayla, por su parte, mostraba una habilidad natural para el combate, disparando con frialdad y precisión.

—¡Listo! —gritó Eira finalmente, mientras la puerta se abría con un gemido pesado.

—¡Adentro! —ordenó Ayla, cubriendo la retirada mientras Eira y Nathan cruzaban la puerta.

Cuando estuvieron dentro, la puerta se cerró automáticamente, bloqueando a los drones fuera. El corazón de Nathan latía con fuerza mientras miraba la sala central. En el centro, una estructura de cristal azul brillaba con una luz pulsante.

—Ahí está —susurró Eira, sus ojos fijos en el núcleo.

Nathan dio un paso hacia adelante, pero una voz fría resonó en la sala.

—No tan rápido.

Desde las sombras, una figura emergió: un hombre con un exoesqueleto avanzado y ojos cibernéticos que brillaban como antorchas. Su voz tenía un tono metálico que hacía eco en la sala.

—Si han llegado hasta aquí, deben ser interesantes. Pero el núcleo es mío.