Chapter 5 - Asistente Divino

Los padres de la pequeña continuaron hablando entre ellos en un idioma que Vaeloria no entendía. Sus voces, aunque incomprensibles, sonaban cálidas y alegres, llenas de orgullo y amor. De repente, su madre se inclinó ligeramente hacia ella y pronunció una palabra que logró entender:

—Vaeloria.

La niña quedó atónita. Ese era su nombre. ¿Cómo podía entenderlo? Algo en la forma en que lo dijeron resonó profundamente en su mente, como si fuera algo destinado a ser. A medida que su mente seguía procesando los eventos, dejó de llorar. Una mujer de cabellos dorados y ojos verdes, que la bebé reconoció vagamente como la elfa de antes que había asistido al parto, se acercó con gentileza.

—Vamos, pequeña —susurró Lyrielle, aunque Vaeloria no entendía sus palabras, el tono suave era suficiente para calmarla.

Lyrielle la cargó y la llevó a una habitación que parecía haber sido cuidadosamente preparada para ella. Era acogedora y adornada con detalles intrincados que reflejaban la cultura de sus nuevos padres. La cuna, tallada en madera oscura, tenía un diseño delicado que evocaba la imagen de dragones protegiendo un tesoro. Lyrielle la recostó con cuidado y le dedicó una sonrisa cálida antes de salir, cerrando la puerta suavemente tras ella.

Vaeloria se quedó sola, mirando el techo de la habitación. La luz tenue del sol se filtraba a través de unas cortinas bordadas, proyectando sombras danzantes en las paredes. Intentaba procesar todo lo que había sucedido, después de todo, había vuelto a nacer. Pero antes de que pudiera organizar sus pensamientos, una voz desconocida interrumpió su flujo mental.

—¿Hola? ¿Me escuchas?

La niña parpadeó. Era una voz masculina, grave y ligeramente burlona. Pero lo más extraño era que no provenía de la habitación, sino de su propia cabeza.

—¿Eh? —pensó, aunque no estaba segura de si eso podía funcionar.

—¡Ah, ahí estás! Bien, al menos no eres completamente tonta. —La voz sonó aliviada, pero también ligeramente impaciente.

Vaeloria frunció el ceño. Había tenido suficiente confusión por un día.

—¿Qué quieres? —respondió mentalmente, su tono exasperado.

—Primero, un poco de respeto. Segundo, explicarte quién soy y por qué estoy aquí.

La voz comenzó a explicarse con una calma que contrastaba con su actitud inicial. Era un asistente mágico, un regalo de la diosa que la había reencarnado. Su propósito era ayudarla a adaptarse a su nueva vida y protegerla en situaciones peligrosas. También le ofrecía conocimiento del mundo, pero necesitaría tiempo para analizar y procesar lo que rodeaba a Vaeloria.

—Espera, espera... ¿Vas a estar en mi cabeza todo el tiempo? —interrumpió ella.

—No te preocupes, no soy un acosador. Solo estoy "activo" cuando me llamas o cuando detecto algo que puede ponerte en peligro. La privacidad sigue siendo tuya, pequeña paranoica.

Vaeloria suspiró, aunque el concepto de respirar le resultaba extraño en este nuevo cuerpo diminuto. Al menos tenía ciertas garantías, aunque la idea de tener una voz constante en su mente era algo que aún no sabía cómo manejar.

—¿Tienes nombre? —preguntó finalmente.

—No, pero puedo asumir uno si quieres.

Vaeloria pensó un momento. Si este asistente iba a acompañarla toda su vida, al menos debería llamarlo de una manera que no la molestara. Algo que fuera neutral, pero que también reflejara su papel.

—¿Qué tal… Da Vinci? —propuso.

La voz hizo una pausa.

—¿Por Leonardo da Vinci? Interesante elección. Supongo que puedo acostumbrarme a eso. Muy bien, pequeña, puedes llamarme Da Vinci.

Vaeloria sonrió ligeramente. Al menos tendría algo de control sobre este extraño compañero.

—Bueno, Da Vinci, ¿qué puedes hacer exactamente?

—Por ahora, no mucho. Recién estoy despertando, al igual que tú. Necesitaré tiempo para procesar el idioma de este lugar y entender cómo funcionan las cosas aquí. Pero, eventualmente, podré ayudarte con conocimiento, advertencias de peligro, estrategias, y puede que incluso un poco de magia.

Vaeloria sintió una mezcla de alivio y frustración. Al menos no estaba sola en este extraño mundo, pero también parecía que las respuestas no llegarían tan rápido como esperaba.

—¿Y cómo sabes español? —preguntó.

—Cortesía de la diosa. Lo básico para comunicarme contigo, nada más.

La conversación quedó en silencio por un momento. Vaeloria miró las sombras en el techo, tratando de procesar lo que había pasado. Reencarnar ya era suficientemente extraño, pero ahora tenía un asistente mágico llamado Da Vinci viviendo en su cabeza.

—Supongo que no tengo otra opción. —Pensó con resignación.

—Correcto, pero si te sirve de consuelo, tampoco me dieron mucha elección.

Aunque la situación era surrealista, Vaeloria no pudo evitar esbozar una ligera sonrisa. Quizás este nuevo comienzo no sería tan malo después de todo.