El tiempo siguió avanzando como un río constante, llevando a Vaeloria a días llenos de calidez y amor familiar. La pequeña había olvidado lo reconfortante que era sentir la protección y ternura de sus padres, quienes la trataban como un tesoro invaluable. Nadie la juzgaba ni la miraba con reproche, y eso llenaba su corazón de una extraña tranquilidad. Sin embargo, los recuerdos de su vida anterior seguían asomándose como sombras.
Cuando cumplió tres años, comenzó una nueva etapa en su vida. Lyrielle, su fiel sirvienta, decidió que era el momento de enseñarle sobre magia. Durante los años previos, Lyrielle había sido su principal mentora en temas básicos: la historia del mundo, la religión de Zirgonis, el padre de todos los dragones, y otras enseñanzas fundamentales. Vaeloria encontraba fascinantes las historias sobre cómo Zirgonis había caminado entre los mortales disfrazado como un dragón común.
Una mañana, Lyrielle apareció con un baúl cerrado con llave y lo colocó sobre la mesa. Al abrirlo, reveló siete libros cuidadosamente organizados.
—Estos libros serán tu guía para aprender magia, pequeña —le explicó Lyrielle con su tono suave pero firme.
Vaeloria observó los libros con una mezcla de asombro y agobio.
—¿Tengo que leer todo eso? —preguntó, inflando las mejillas.
—No de una vez, por supuesto —respondió Lyrielle, sonriendo al ver su expresión—. Hoy quiero que te familiarices con uno de ellos.
Aunque algo reticente, Vaeloria empezó a ojear el primer libro. Sin embargo, tras un rato, no pudo resistir la tentación y llamó a Da Vinci en su mente.
—¿Puedes analizar esto por mí? —le pidió, sosteniendo el tomo frente a sí.
—Claro —respondió Da Vinci con su tono siempre sereno—. Pasa las páginas lentamente para que pueda leer.
Con apenas una hora de lectura superficial, Da Vinci procesó el contenido de todos los libros.
—Estos textos son bastante útiles. Contienen conceptos básicos pero importantes sobre el Eter, que parece ser la fuente de energía mágica en este mundo —comentó el asistente.
Vaeloria aprendió que el eter era similar al maná que ella conocía en la fantasía, pero más flexible, y que cada persona nacía con una afinidad natural hacia un tipo de magia. No obstante, también descubrió que era posible desarrollar afinidades adicionales con práctica y esfuerzo, moldeando el Eter de formas diferentes.
Entusiasmada por poner en práctica lo aprendido, Vaeloria extendió una mano, intentando concentrar su energía. Tras varios intentos, solo logró crear pequeñas chispas inestables.
—¡¿Por qué no funciona?! —exclamó, frustrada.
—Tu cuerpo aún no está entrenado para esto —explicó Da Vinci con calma—. La magia requiere no solo conocimiento, sino también preparación física y mental.
Aunque desanimada, Vaeloria decidió intentarlo más tarde. Sin embargo, el agotamiento pronto la venció. Lyrielle la encontró minutos después, dormida en el suelo rodeada de libros.
—¿Qué haré contigo, pequeña testaruda? —murmuró Lyrielle con una sonrisa mientras la levantaba con cuidado.
Más tarde, mientras la niña descansaba, Lyrielle y Seralyth hablaron brevemente sobre los progresos de Vaeloria. Seralyth estaba orgullosa, aunque preocupada por el entusiasmo excesivo de su hija.
—Tendrá que aprender a manejar su energía —dijo Seralyth mientras acariciaba el cabello de la niña dormida—. Pero al menos tiene tiempo.
En los días siguientes, Vaeloria continuó explorando los libros y entrenando su cuerpo para soportar el flujo de Eter. Durante una de esas tardes, mientras repasaba el contenido de uno de los textos, una idea cruzó su mente.
—Lyrielle, ¿tenemos algún libro sobre enfermedades? —preguntó repentinamente.
La sirvienta arqueó una ceja, sorprendida.
—¿Enfermedades? ¿Por qué te interesa eso, pequeña?
Vaeloria infló las mejillas, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
—Es que me gustaría aprender magia curativa. Creo que podría ser útil para ayudar a las personas... y para entender cómo funcionan los cuerpos de los demás.
Lyrielle observó a la niña con una mezcla de asombro y ternura. Era extraño escuchar algo tan maduro de alguien tan joven, pero no podía negar que su razonamiento era válido.
—Me temo que no tenemos libros sobre medicina aquí —respondió tras una breve pausa—. Pero si realmente quieres aprender, puedo buscar algo para ti cuando viaje al mercado.
Vaeloria hizo una mueca de decepción, pero luego asintió con determinación.
—Está bien. Pero recuerda, ¡es importante!
Lyrielle rió suavemente y acarició su cabello.
—Eres tan curiosa como inteligente, Vaeloria. Estoy segura de que algún día entenderás todo lo que quieras.
Con esa promesa en mente, Vaeloria volvió a concentrarse en sus lecciones de magia. Aunque los progresos eran lentos, su determinación no disminuía. Y aunque el camino apenas comenzaba, la pequeña niña estaba dispuesta a enfrentarlo con todas sus fuerzas.