La quietud que me rodea es espantosa, tan densa que la sensación de estar atrapado se hace palpable. El chico, tan imperturbable como antes, apunta su pincel hacia mí, su dedo firme en la punta. No hay palabras.
Todo a mi alrededor comienza a transformarse, a volverse más caótico, más vivo. La dimensión que habitamos parece cobrar conciencia propia.
De las estructuras flotantes en el infinito, incontables pinturas empiezan a fluir hacia mí. Las formas cobran vida, los colores se retuercen, las pinceladas toman forma de monstruos, de entidades que buscan devorarme.
Como si todo este mundo tuviera una sola intención: que no escape. Un torrente de pinceles, pinceladas y formas deformes se lanzan contra mí.
("Juske"): — ¡No... esto no me detendrá!
Mis ojos se enfocan, mi mente se agudiza. Extiendo mi mano y, con un movimiento preciso, abro uno de mis portales espaciales.
El primer ataque pasa por mi costado, rozando mi piel y rasgándola ligeramente. El segundo y el tercero son igualmente evitados, mi cuerpo moviéndose en una danza de pura concentración, un movimiento entre la realidad y la distorsión de este mundo.
Cada pincelada, cada monstruo de pintura que surge de las estructuras flotantes, se desvanece en el aire, destruido por las ondas de maná que emanan de mi ser. Pero no hay fin, no hay descanso.
("Chico"): — No habrá escapatoria aquí. — Su voz es calma, fría, como si no estuviera ni siquiera interesado en lo que estaba ocurriendo. — No puedes escapar de mi mundo imaginario. Es como intentar escapar de un laberinto infinito... sin salida alguna.
Me irrita, más de lo que debería. Todo esto, toda esta jaula creada de pura fantasía, se siente como una burla.
Sé que tengo que salir de aquí, pero... ¿cómo? El chico, como un dios, se desplaza por este lugar sin esfuerzo, todo lo que me rodea parece estar bajo su control. Cada espacio, cada rincón de este mundo tiene la firma de su poder.
Sin advertencia, el chico sacude su pincel, y algo inmenso emerge de la nada. Un pincel gigante, tomando forma en el aire, su tamaño se desplaza como una sombra apabullante, lanzándose hacia mí con tal fuerza que, antes de que pueda reaccionar, el impacto me manda volando por el aire.
("Juske"): — ¡Aghhh!
El dolor es inmediato. Mi cuerpo atraviesa lo que parece ser un campo de planetas gigantescos flotantes, la fuerza del golpe pulveriza todo a su paso.
Los fragmentos de roca y materia se desintegran a mi alrededor. La gravedad parece volverse irrelevante en este lugar, pero la sensación de estar roto por dentro no lo es.
Siento el suelo desaparecer bajo mis pies, mi respiración agitada, mi mente comenzando a enfocarse de nuevo en el objetivo.
El chico no se mueve. Él sigue flotando en su lugar, mirándome con calma. Como si esperara que todo esto fuera suficiente para acabar conmigo.
("Chico"): — ¿Ves lo que te digo? Aquí, yo soy un dios. No podrás escapar de este lugar. — Su tono es tan seguro que casi me duele. — No hay forma de que puedas salir de aquí.
Pero no lo voy a permitir. Mis ojos se llenan de furia, y la energía en mi interior comienza a crecer.
Mi maná recorre mi cuerpo, tejiéndose en mi piel, fortaleciéndome. Mis músculos se tensan y la capa de poder se extiende por todo mi ser, cubriéndome, envolviéndome.
La máscara de mi rostro se activa con un resplandor tenue, su energía fluyendo con fuerza, elevando todo lo que soy a un nivel superior.
("Juske"): — No puedo dejar que me detengas aquí.
El chico parece sorprendido por un momento, pero solo por un momento. Su rostro se endurece, y luego, con un suspiro de frustración, se prepara para lo que sea necesario.
("Chico"): — No quiero herirte, Juske. — Su voz cambia, como si hubiera una carga emocional que no esperaba. — Mi líder me ha ordenado detenerte.
Su sinceridad, por un momento, me desconcierta. Pero no importa. No importa lo que me diga ni lo que crea. Yo no voy a ceder.
("Juske"): — ¿Detenerme? ¿Rendirme ante ti? — Mi voz es fría, vacía, como si ya no quedara espacio para la esperanza.
("Juske"): — Lo siento, pero no puedo hacer lo que me pides.
¿Y qué hay de las personas que han muerto? ¿Qué hay de todo lo que ha sido destruido? No puedo, no voy a dejar que todo termine así... ¿Y tú quieres que simplemente me rinda?
El chico vacila, como si estuviera luchando contra algo dentro de él. Hay un brillo de duda en sus ojos, pero se desvanece rápidamente.
("Chico"): — Te estoy dando una oportunidad. Si te rindes ahora, hay una posibilidad de que todos los muertos resuciten. No quiero matarte, Juske... no quiero ser responsable de más muertes.
Su mano apretó el colgante que lleva colgado en el cuello. Lo observo por un momento, notando la tensión en su rostro. Siento que, de alguna manera, está más atrapado que yo. Pero no puedo darme el lujo de perder más tiempo.
("Juske"): — No puedo perder el tiempo aquí. — Mi voz resuena con una determinación feroz. — Tengo que darme prisa, tengo que seguir adelante.
Y en ese momento, todo mi maná fluye hacia mí. Me rodea, cubre mi cuerpo, lo refuerza, mientras mis músculos aumentan su poder.
La máscara sobre mi rostro brilla con intensidad, y mi energía se concentra en un único propósito: no dejarme detener.
("Juske"): — No puedes detenerme aquí.
El chico parece furioso ahora. Y con una gritar de frustración, agita su pincel una vez más.
("Chico"): — ¡Te voy a borrar de este mundo!
Las palabras apenas salen de su boca cuando, de la nada, surge un monstruo gigantesco formado por pura pintura. Su boca se abre y de ella sale un rayo masivo de pura energía, un rayo que ilumina todo el Paraíso Artístico, una luz cegadora que lo consume todo a su paso.
("Chico"): — Con este rayo, dejarás de existir. No me gusta matar, pero haré lo que sea necesario. El reinicio del universo es lo único que importa. Cuando todo termine, todos seremos felices.
El rayo se dispara hacia mí, un torrente de luz apabullante que parece engullir todo el espacio a su paso.
El Paraíso Artístico se llena de su poder, el vacío del espacio se ilumina como si nunca hubiera habido oscuridad. Pero yo... no me voy a dejar destruir tan fácilmente.
("Juske"): — ¡No voy a dejar que termine así!
En un destello de velocidad, me lanzo hacia el rayo, desafiando su tamaño, desafiando su fuerza. La luz me cubre, pero no me consume. Todo lo que soy, todo lo que he luchado por ser, está en juego. Y no voy a ceder.
El rayo se extiende por todo el mundo, arrasando con todo a su paso. Pero yo me muevo más rápido de lo que puedo ser alcanzado. Cuando finalmente el rayo se disipa, el chico observa el vacío con incredulidad.
("Chico"): — ¡Imposible! ¡Te borré por completo!
Y entonces, entre el humo y las sombras, me levanto. Mi maná carmesí rodea mi figura, y antes de que pueda siquiera parpadear, me encuentro frente a él.
("Juske"): — Ya basta de juegos. Esta pelea... recién empieza.
Las sombras del Paraíso Artístico se disipan con rapidez, un susurro que atraviesa el aire, como si todo el espacio en el que estamos estuviera a punto de desmoronarse.
El chico, sorprendido por mi velocidad, apenas tiene tiempo de reaccionar cuando desaparezco de su vista. No lo puedo evitar, mi cuerpo se mueve con un impulso de pura furia y determinación.
En el instante que me acerco, el chico parpadea, y el siguiente segundo… un golpe resuena en el aire, un golpe tan violento que hace temblar el suelo. Mi puño, cargado con todo el poder carmesí, impacta en su mandíbula.
La energía explota al contacto, y el chico se ve proyectado hacia atrás, su cuerpo girando por el impacto mientras el aire se llena de la vibración de mi fuerza.
("Chico"): — ¡Gahhh! — El golpe lo derrumba, pero en lugar de gritar, lo único que hace es quedarse en el suelo unos segundos, respirando pesadamente. Luego, se recupera, mirándome con los ojos llenos de incredulidad y rabia.
("Chico"): — ¡Carajo! ¿Cómo es posible esto? ¡No… no es posible!
Veo cómo se levanta lentamente, como si cada uno de sus movimientos estuviera marcado por la desesperación.
El chico se aleja un par de pasos, su rostro lleno de furia, y con un movimiento brusco, ordena que su monstruo vuelva a atacar.
Con un rugido, la criatura de pintura se prepara para lanzar un nuevo rayo hacia mí, su cuerpo expandiéndose, el poder concentrándose nuevamente en la punta de su boca.
Pero yo no me quedo quieto. Con un simple giro de mi muñeca, abro un portal delante de mí, y el rayo dispara, iluminando todo a su alrededor. Pero ya no estoy allí. El portal se cierra detrás de mí, y el rayo atraviesa la nada.
El chico, ahora aún más frustrado, comienza a temblar. Piensa que puede vencerme, pero no entiende que lo que está a punto de suceder es irreversible. No tiene forma de detener lo que va a venir.
— Ahora es mi turno — susurro entre dientes, mientras me concentro. Toda la energía carmesí que recorre mi cuerpo se intensifica, aumentando su fuerza, cargando mi puño con todo el poder que soy capaz de generar.
Mi brazo se extiende hacia adelante, y el golpe que lanzo tiene la fuerza de un cataclismo.
El chico intenta reaccionar, pero es demasiado tarde. Mi puño se hunde en su torso, y el impacto es tan brutal que su poder comienza a desintegrarse. Un brillo carmesí estalla, y con él, el Paraíso Artístico se desintegra, como si una grieta se abriera en el mundo imaginario, llevándoselo todo.
Las paredes del mundo se rompen, y la torre que había sido creada por el chico se desploma con un rugido ensordecedor. El chico, atrapado por mi poder, es lanzado al aire, como una hoja arrastrada por el viento, su cuerpo elevado hasta los cielos, destrozando todo a su paso.
El sonido de la destrucción se dispersa como una tormenta. Y en ese momento, el chico desaparece, volando hacia lo que parece ser el infinito.
Mientras observo el vacío que queda atrás, el colgante en su cuello cae de su cuerpo, flotando lentamente hacia mis manos. Lo miro con curiosidad, sintiendo un pequeño peso sobre mi alma, como si algo importante estuviera a punto de ser revelado.
Al abrir el colgante, una foto se revela frente a mis ojos. Es la imagen de una chica, una joven con el mismo brillo en los ojos que él, su rostro lleno de un aire melancólico, tan parecida a él que me cuesta creerlo.
("Juske"): — ¿Quién… es ella? — murmuro, aún con el colgante en mis manos, mientras una sombra de duda se cierne sobre mi mente.
Mientras tanto, en otro mundo imaginario...
Scarlett está de pie, su katana en mano, en el centro de un mundo vegetativo, donde árboles gigantes y plantas se retuercen hacia el cielo, todo cubierto por un verdor imponente que parece respirando.
Un lugar natural, casi místico, pero con una presión palpable que se siente como si estuviera atrapada en un sueño eterno.
Frente a ella, el mago del arte está encapuchado, su presencia inquietante. Sus ojos brillan bajo la sombra de su capucha, su cuerpo está erguido, y la energía que emana de él es peligrosa.
El viento mueve las hojas a su alrededor, y Scarlett se coloca en guardia, su katana reluciendo bajo la luz de este mundo imaginario. La tensión se corta en el aire, el silencio es casi ensordecedor.
("Scarlett"): — Esto se acabará rápido. — su voz es firme, su respiración tranquila, pero su mirada se mantiene fija en su objetivo.
El mago, sin decir una palabra, mueve su mano y la atmósfera cambia. Las plantas que antes eran inofensivas empiezan a retorcerse, sus raíces brotan del suelo, formando figuras monstruosas de vegetación.
A través del aire, una ráfaga de energía florece, cada brizna de vegetación ahora empoderada y viva con magia. El mago está preparado, y Scarlett lo sabe. Se prepara para luchar con todo lo que tiene.
("Scarlett"): — Vamos a ver qué tan fuerte es tu arte... — susurra, y con un destello, se lanza hacia él con una velocidad inhumana.
("Scarlett"): — ¡Fuego carmesí! —exclamó, lanzando una potente llama con su katana hacia el encapuchado.
Las llamas avanzaron velozmente, pero antes de impactar, gruesas raíces emergieron del suelo, absorbiendo el fuego por completo. El encapuchado permaneció inmóvil, limitándose a levantar ligeramente su pincel.
("Scarlett"): — Muy mal por mí… todo aquí está lleno de plantas inmunes al fuego. Odio los mundos imaginarios —dijo, molesta.
El encapuchado agitó su pincel, haciendo que las plantas a su alrededor se levantaran y comenzaran a liberar una densa nube de gas tóxico.
Scarlett, activando su Visión de Fragmentos, percibió los movimientos del gas como si se ralentizaran y esquivó con precisión cada ráfaga venenosa.
("Scarlett"): — Voy a tener que usar flujo de maná y magia de relámpagos —murmuró, concentrando su energía vital.
Su cuerpo y su katana se envolvieron en chispas eléctricas. Con la velocidad incrementada por la magia, se lanzó hacia el encapuchado, pero este agitó su pincel nuevamente, haciendo que toda la vegetación se expandiera rápidamente. En pocos segundos, el lugar se transformó en un gigantesco laberinto de ramas infinitas, cubriendo el cielo y bloqueando la luz del sol.
Scarlett se detuvo, apoyándose en una de las ramas gigantes mientras analizaba la situación.
("Scarlett"): — No puede ser… casi lo toco, pero esto no será fácil. Rayos, si tan solo mi máscara Oni estuviera en buen estado, mi poder estaría potenciado —pensó, frustrada.
Sin darle tregua, las ramas comenzaron a transformarse en lanzas puntiagudas que se dirigieron hacia ella desde todas direcciones. Scarlett, usando su Visión de Fragmentos, predijo sus trayectorias y las cortó una por una con rápidos movimientos de su katana. Sin embargo, cada vez que destruía una lanza, nuevas ramas surgían de inmediato.
("Scarlett"): — ¡Esto es interminable!
El encapuchado agitó su pincel otra vez, esta vez moviendo una enorme rama que lo empujó hacia la distancia, ocultándolo tras un espeso manto de vegetación.
("Scarlett"): — Se está moviendo… tengo que hacer algo ya. ¡Debo detenerlo!
Concentró al máximo su maná en los ojos, potenciando su Visión de Fragmentos hasta el límite. Poco a poco, logró ver a través de las capas de ramas y detectó el flujo de maná del encapuchado, escondido en un capullo de raíces a mil metros de distancia.
("Scarlett"): — ¡Te tengo! —exclamó, cubriendo su katana con electricidad.
Cargando a máxima velocidad, cortó capa tras capa de raíces hasta llegar al capullo. Con un rápido movimiento, rasgó la capa exterior, dejando al descubierto al encapuchado y cortando su capucha en el proceso.
El encapuchado cayó al suelo, asustado y visiblemente frustrado. Scarlett apuntó su katana hacia su cuello, con una expresión seria.
("Scarlett"): — Se acabó.
Mientras el encapuchado intentaba levantarse, la capucha se deslizó, revelando el rostro de una chica joven, tímida y de aspecto frágil. Scarlett la miró sorprendida.
("Scarlett"): — Vaya… Hay niña, no debiste meterte en esto —comentó, y con un suave golpe en el vientre, la dejó inconsciente.
("Scarlett"): — ¿Cómo terminaron metiéndose en esas cosas?
El entorno comenzó a desmoronarse lentamente. Las ramas se desvanecieron y el cielo volvió a ser visible. A lo lejos, Scarlett distinguió a Juske, que se acercaba tras haber terminado su propio combate.
El cielo ya se oscurecía mientras ambos ascendían por las escaleras de la torre.
("Scarlett"): — Supongo que lo peor aún no ha llegado —dijo con seriedad.
("Juske"): — No, pero al menos seguimos avanzando.
El aire frío de la cima de la torre nos envolvía mientras las nubes se apartaban, revelando la luna menguante en el horizonte. Llegamos al último escalón, con la adrenalina aún corriendo por nuestras venas.
Frente a nosotros, Isha yacía desmayada en el suelo, su respiración era débil, pero constante. Y allí, al borde de la torre, de espaldas a nosotros, se encontraba un encapuchado.
Sus ropajes negros ondeaban suavemente al compás del viento mientras observaba la luna con aparente tranquilidad, como si nuestra presencia no significara nada.
("Juske"): — ¡Te tenemos, maldito! —grité con furia, apretando los puños mientras la máscara en mi rostro brillaba con un resplandor carmesí.
Scarlett dio un paso al frente, desenfundando su katana. Sus ojos brillaban con determinación mientras apuntaba hacia el encapuchado.
("Scarlett"): — Devuélvenos a la chica... y los Trazos del Destino también.
El encapuchado no se inmutó. Se giró lentamente, mostrando su rostro cubierto por sombras, y con una voz serena y calculadora respondió:
("Encapuchado"): — Han llegado hasta aquí... aunque no me sorprende. Que hayan vencido a mis guardianes era de esperarse.
Desde el primer momento supe que no eran comunes... —Hizo una breve pausa y señaló directamente a Juske—. Sobre todo tú, chico... Juske Hachimizu.
Me tensé al escuchar mi nombre salir de sus labios.
("Juske"): — ¿Cómo sabes mi nombre...? —dije con incredulidad, tratando de mantener la compostura.
El encapuchado comenzó a caminar tranquilamente hacia nosotros, girando su pincel entre los dedos, como si todo esto fuera un juego.
("Encapuchado"): — Tu nombre no importa ahora. Lo que importa es el destino que te ha traído hasta aquí.
Se detuvo a unos metros de nosotros, y con una mirada sombría continuó:
("Encapuchado"): — El destino es un lienzo en blanco que se va llenando con trazos inevitables. No existe el azar, solo un patrón que los mortales llaman casualidad.
Han luchado, han sufrido, han creído que avanzan por voluntad propia... pero no son más que figuras atrapadas en el gran cuadro del universo. Todo está predestinado... incluso este momento. ¿Por qué han llegado hasta aquí? Porque debían hacerlo. Porque el destino lo dictó. Y cuando el destino llama, no hay fuerza capaz de evitarlo.
Su tono era oscuro, impregnado de una filosofía retorcida que parecía envolver el lugar en un manto de incertidumbre.
("Scarlett"): — ¡Basta de tonterías!
Sin esperar más, Scarlett saltó hacia él con su katana envuelta en electricidad, lista para asestar un golpe decisivo. Pero el encapuchado agitó su pincel y, de inmediato, dos cuadros mágicos aparecieron en el aire, de los cuales emergieron cadenas brillantes que atraparon a Scarlett. El tiempo a su alrededor se detuvo en un instante.
("Encapuchado"): — No me interrumpas, por favor...
("Juske"): — ¡Scarlett! —grité, impotente, al verla suspendida en el aire, inmóvil.
El encapuchado me miró con calma, como si nada hubiese pasado.
("Encapuchado"): — Tranquilo. No le he hecho daño, solo he bloqueado su tiempo... también manejo la magia temporal.
Avanzó unos pasos más, mientras yo, con el corazón latiendo con fuerza, intentaba contener mi ira.
("Encapuchado"): — Bueno, cambiando de tema... el rito de iniciación para el Gran Reinicio está listo.
Mis manos temblaban de rabia. No podía dejar que ese lunático completara su plan. Pero antes de que pudiera reaccionar, creé varios portales espaciales alrededor de él, dispuesto a atacarlo desde todas las direcciones.
("Juske"): — ¡Mataste a muchas personas! ¡Mataste al profesor Ivaris! No te voy a perdonar nada. No tocarás ni un solo rincón de este universo mientras yo siga vivo.
Los portales se cerraron en torno al encapuchado en un intento por atraparlo, pero con movimientos rápidos y precisos, esquivó cada ataque con una facilidad exasperante. Sin embargo, logré acercarme lo suficiente para lanzar un golpe directo que rozó su rostro, haciendo que su capucha cayera al suelo.
Lo que vi me dejó sin aliento.
("Juske"): — No... no puede ser...
Frente a mí, con una expresión imperturbable y esos mismos ojos fríos que tanto recordaba, estaba Ivaris Zalevsky.
La batalla entre Mika y la misteriosa chica encapuchada había alcanzado su punto más crítico. Las explosiones de agua y los destellos mágicos iluminaban la oscuridad de la galería, mientras Farid observaba todo desde un rincón, temblando de miedo.
Mika sostenía su postura firme, su energía mágica fluyendo en cada movimiento. Sus ataques de agua surcaban el aire con cortes precisos, pero la chica encapuchada, montada en una escoba negra, esquivaba con una agilidad que parecía sobrenatural, riendo con un tono burlón y juguetón.
("Chica encapuchada"):—¿Eso es todo lo que tienes, princesita? Vamos, me esperaba más de ti... y yo que pensaba que eras fuerte.
La voz de la encapuchada resonaba en la sala, cargada de sarcasmo y provocación. Mika apretó los dientes, ignorando el sudor que resbalaba por su frente.
("Mika"):—¡Calla y pelea!
Con un grito, Mika invocó una ráfaga de tajos de agua mágica que atravesaron a varios de los monstruos de pintura que la chica lanzaba sin cesar.
Cada criatura desmoronándose en manchas de colores que se evaporaban en el aire.
Sin embargo, la chica esquivaba los ataques de Mika con gracia, moviéndose como un destello de luz entre las ráfagas acuáticas.
("Chica encapuchada"):—¿Eso es todo? Qué decepcionante. Pensé que tendría un desafío de verdad. —Rió con un tono coqueta mientras giraba en el aire, lanzando más monstruos hacia Mika—.
("Chica encapuchada"): —Cómo dice el dicho... perro que ladra no muerde.
Mika respiraba con dificultad, las heridas y el agotamiento comenzaban a pasar factura. Decidió recurrir a su compañero.
("Mika"):—¡Ryu!
Un portal brillante se abrió, y el pequeño dragón Ryu apareció, lanzando un rugido que resonó en la sala. Con un gesto, Ryu creó varios portales de apoyo que rodearon a Mika, dándole la oportunidad de moverse más rápidamente entre sus ataques.
Mika aprovechó la oportunidad, disparando más tajos de agua a través de los portales, atacando desde múltiples direcciones.
Pero, para su frustración, la chica encapuchada simplemente rió mientras esquivaba cada uno de los golpes como si fueran simples gotas de lluvia.
("Chica encapuchada"):—¿En serio crees que me alcanzarás con eso? Qué triste...
Se inclinó sobre su escoba, mirándola con los ojos entrecerrados, con una sonrisa que irradiaba desprecio.
("Chica encapuchada"):—¿No te cansas de fracasar, pequeña? Qué adorable. Quizás debería aplastarte ya, ¿no crees?
Farid observaba desde las sombras, sintiendo su corazón latir con fuerza.Quería hacer algo, quería ayudar a Mika, pero su cuerpo no respondía.
("Farid"): —Soy... soy un cobarde. No puedo... no puedo hacer nada...
Se cubrió el rostro con las manos, temblando.
Mika lanzó otro ataque desesperado, pero la encapuchada, con un gesto de su mano, invocó un monstruo gigantesco, una abominación hecha de pintura negra que se alzó sobre la ciudad.
El monstruo abrió su boca, cargando un rayo brillante que crepitaba con una energía destructiva.
("Chica encapuchada"): —Adiós, princesa. Espero que hayas disfrutado tu último acto. —Rió mientras el monstruo preparaba su ataque.
Mika miró hacia arriba, horrorizada. El rayo no solo la destruiría a ella, sino a toda la ciudad.
De repente, una fisura roja carmesí apareció en el aire, como si la realidad misma se rasgara. De la fisura emergió una lanza roja, moviéndose a una velocidad imposible.
La lanza atravesó al monstruo, desgarrando la pintura y destrozando el espacio a su alrededor.
("Chica encapuchada"):—¡¿Qué es esto?! —gritó mientras la fuerza de la lanza la lanzaba de su escoba, haciéndola caer al suelo.
Farid, todavía temblando, vio su oportunidad. Tomó su pincel con manos temblorosas y comenzó a dibujar en el aire, sus trazos llenos de determinación.
("Farid"): —¡No... no dejaré que sigas con esto!
Con un grito, invocó un hechizo que creó grabados de pintura que salieron del suelo, rodeando a la chica encapuchada y atándola con fuerza.
("Chica encapuchada"):—¡Suéltame! —gritó, luchando contra las ataduras, pero era inútil.
Mika, aprovechando la oportunidad, reunió lo que le quedaba de energía mágica. Su agua comenzó a brillar con un destello helado mientras realizaba la conversión elemental.
("Mika"): —Esto se acaba aquí...
Con un último ataque, Mika lanzó un torrente de agua congelante hacia la chica, atrapándola en un bloque de hielo.
Farid se dejó caer al suelo, respirando con dificultad. Finalmente, todo estaba en calma.
("Farid"): — Lo... lo logramos...
Mika, débil y tambaleante, asintió.
Mika jadeaba con mucha fuerza por el sobre esfuerzo que paso. Mika le agradeció a Farid por lo que hizo por ella.
Y farid con una expresión seria y confusa vio hacia el cielo... El chico vio algo extremadamente extraño... "Que fue eso". Se preguntó por la lanza Roja y rápida que salvó a Mika.
("Mika"): — Oye Farid... ¿Te sientes bien? Es como si hubieras visto un fantasma.
("Farid"): — No... no es nada... es solo, que hubiera pasado si no cruzara por aquí esa lanza...
¿De quien habrá sido eso?
CONTINUARÁ