El Palacio de Hierro se alzaba imponente en el corazón de la Ciudad de los Inicios, su estructura gótica de metal ennegrecido parecía absorber la escasa luz que se filtraba a través del cielo artificial de Aincrad. Dentro de sus frías paredes se hallaba un mural tan sombrío como el propio castillo: el Monumento de la Vida. Aquella oscura piedra grabada contenía los nombres de cada uno de los diez mil jugadores atrapados en Sword Art Online, y con cada muerte, un nombre era cruelmente tachado, convirtiéndose en un epitafio perpetuo de quienes nunca volverían a despertar.
Frente a la piedra, dos figuras permanecían en silencio. No se conocían, no tenían razón alguna para dirigirse la palabra, pero ambos estaban ahí por el mismo motivo: confirmar la amarga realidad que pesaba sobre sus almas.
Kirito, con su chaqueta marrón abierta sobre su simple armadura de cuero, deslizó sus ojos oscuros entre las interminables filas de nombres. Sus dedos apenas rozaban la superficie, buscando con desesperación un nombre en particular: Klein. Cada línea recorrida incrementaba la ansiedad en su pecho. No quería verlo tachado allí. No podía verlo allí.
A su lado, otro joven se mantenía rígido, con los puños tan cerrados que las uñas se clavaban en sus palmas. Su cabello albino cenizo contrastaba con la oscuridad de la sala, y sus ojos rojos ardían con un fuego de ira contenida. Apretó la mandíbula y murmuró con voz temblorosa, pero cargada de veneno:
—Juro que los vengaré.
Kirito no dijo nada. No tenía por qué hacerlo. Aquella frase le llegó como un eco distante, pero no era su historia, no era su tragedia. Sin embargo, por un momento, una idea cruzó su mente. Si Dood hubiera matado a Rosa, a Ene, a Thysu, a MILF, a Yezzy o a Serif... ¿cómo se sentiría él? ¿Qué habría hecho en su lugar? ¿Se quedaría ahí, frente al Monumento de la Vida, prometiendo venganza?
Tal vez.
Apretó los dientes y desvió la mirada. El dolor que se percibía en aquel desconocido era el mismo que él intentaba evitar. Decidió seguir buscando, sumido en sus pensamientos, cuando un grito en la distancia interrumpió el pesado silencio de la sala.
Kirito y el joven albino alzaron la cabeza casi al mismo tiempo.
Otro grito. Luego otro.
Desde las calles empedradas de la Ciudad de los Inicios, jugadores empezaban a desplomarse sin razón aparente. Comerciantes, aventureros, principiantes que aún no habían salido de la zona segura... todos caían al suelo de manera repentina, como si sus cuerpos hubieran sido desconectados de la realidad en un instante. La confusión se extendió como pólvora encendida. Murmullos inquietos se convirtieron en gritos de terror.
Kirito frunció el ceño. ¿Qué demonios estaba pasando?
Karma, aún de pie junto al monumento, observó la escena con sus propios ojos ardientes. Su odio seguía latente, pero ahora se mezclaba con otra sensación: inquietud. Algo extraño estaba sucediendo y, por primera vez desde que pisó este castillo de muerte, sintió un escalofrío recorrer su espalda.
El aire se volvió denso, cargado de una energía desconocida. Más jugadores se desplomaban a su alrededor, sus cuerpos cayendo pesadamente contra el suelo sin razón aparente. La multitud que aún permanecía de pie comenzó a retroceder, alejándose de los cuerpos inertes como si estuvieran malditos. El pánico era palpable en el ambiente.
—Esto no es normal —murmuró Kirito, más para sí mismo que para cualquier otro.
Karma giró lentamente la cabeza hacia él. Sus ojos rojos brillaban con intensidad, reflejando la luz tenue del Monumento de la Vida. No respondió de inmediato, pero su mandíbula seguía tensa. Su cuerpo entero irradiaba una mezcla de furia y desconfianza.
—No... no lo es —susurró finalmente. Su voz tenía un filo cortante, como si las palabras fueran cuchillas afiladas.
Kirito observó a los jugadores caídos, su mente trabajando a toda velocidad. No podía ser un simple fallo del sistema. Esto era algo más. Algo siniestro. Una nueva amenaza dentro de este mundo ya de por sí letal.
El verdadero terror en Sword Art Online apenas estaba comenzando.
Karma y Kirito abandonaron el Palacio de Hierro con prisa, descendiendo las escaleras a toda velocidad para unirse a la multitud que rodeaba a los caídos. Sus ojos recorrían la escena con una mezcla de asombro y preocupación. Las voces de los jugadores llenaban la plaza con una cacofonía de miedo y confusión.
—¿Qué está ocurriendo?— preguntó Karma, mirando a Kirito con seriedad mientras sus manos se cerraban en puños.
Kirito no tenía una respuesta inmediata. Esto no era normal. En Aincrad, los jugadores solo podían perder el conocimiento si su barra de vida llegaba a cero. Pero ninguno de los que yacían en el suelo desaparecía, lo que significaba que seguían con vida.
—Este mundo está hecho de códigos— Kirito habló en voz baja, pero con absoluta certeza—. Cada acción, cada evento, cada criatura está diseñada bajo un sistema que Kayaba programó minuciosamente. Nada puede ser casualidad, del mismo modo que nada puede tener errores.
Karma asintió, comprendiendo el punto. No había accidentes en Sword Art Online. Cualquier fenómeno que ocurriera tenía que ser parte de un evento premeditado. Lo que los hacía temer era que ninguno de los beta testers había reportado algo similar en la fase de prueba.
Un par de jugadores, visiblemente alterados, se arrodillaban junto a sus amigos caídos, sacudiéndolos con desesperación. Sus voces temblaban de angustia. Kirito entrecerró los ojos, analizando la situación con frialdad. Si estaban desmayados, pero sus cuerpos no desaparecían, entonces significaba que no estaban muertos.
—¡Oigan!— gritó Kirito a los jugadores que rodeaban a los inconscientes—. ¿Sus barras de vida están descendiendo?
Uno de ellos alzó la vista, confuso, y revisó la interfaz de su amigo.
—¡No! ¡Sus barras de vida están intactas!
Karma se adelantó un paso, con los ojos rojos encendidos de determinación.
—¿Cuáles son sus nombres? —preguntó con urgencia.
Los jugadores respondieron de inmediato, proporcionándoles los nombres de los caídos. Kirito y Karma intercambiaron una rápida mirada antes de girarse de inmediato y correr de vuelta al Palacio de Hierro. Sus pisadas resonaban en el pasillo de piedra hasta llegar al Monumento de la Vida. Las inscripciones seguían allí, frías y silenciosas. Sus dedos recorrieron los nombres, buscándolos con la respiración agitada.
—No están muertos— susurró Kirito, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.
—Pero tampoco están despiertos— agregó Karma, con el ceño fruncido.
La inquietud se apoderó de ambos. Si el juego no los consideraba muertos, entonces ¿qué les había ocurrido? ¿Por qué no despertaban? Las posibilidades eran aterradoras. ¿Era esto un fallo en el sistema? ¿Un efecto secundario de alguna mecánica oculta? ¿O algo mucho peor?
Afuera, los gritos de los jugadores desesperados se alzaban con más fuerza. La Ciudad de los Inicios se había convertido en el epicentro de un misterio aterrador, uno que desafiaba la propia lógica de Sword Art Online. Y lo más preocupante era que nadie sabía cuándo o dónde volvería a ocurrir. Nadie entendía qué estaba sucediendo, pero todos podían sentirlo: una sombra oscura se cernía sobre ellos.
Karma apretó los puños con frustración, su mirada ardía con una mezcla de ira y determinación.
—Algo está pasando, y no creo que sea una simple coincidencia. Se ha estado formando un grupo siniestro entre los jugadores, gente que se deleita en la desesperación ajena. No me sorprendería que esto fuera obra de ellos.
Kirito frunció el ceño, sus pensamientos se aceleraban mientras intentaba comprender las implicaciones.
—¿Un grupo? ¿A qué te refieres?
—Son jugadores que han decidido abandonar cualquier noción de moralidad. Algunos los llaman asesinos, otros los ven como simples oportunistas. Yo los llamo monstruos. Su líder es un hombre llamado Dood. —Karma levantó la mirada, encontrando los ojos oscuros de Kirito. —Y él fue quien mató a mis amigos.
Un escalofrío recorrió la espalda de Kirito. De todas las cosas que esperaba escuchar, esa era la última.
—Me enfrenté a él hace poco. Si tienes razón y si ellos están detrás de esto… entonces estamos lidiando con algo mucho más peligroso de lo que imaginamos.
Karma asintió, su expresión sombría.
—Si lo enfrentaste y sigues con vida, entonces debes ser fuerte. Pero no subestimes su crueldad. Es cuestión de tiempo antes de que revelen su próximo movimiento. ¿Y si esto que está ocurriendo es solo una prueba? ¿Un ensayo para algo aún peor?
Kirito sacó rápidamente su interfaz y redactó un mensaje para Rosa.
—Les diré a mis amigos que se refugien en una posada. Puede ser sólo aquí, pero también puede ser que no.
Karma miró a su alrededor, observando cómo algunos jugadores seguían cayendo inconscientes sin explicación alguna.
—Si nos quedamos en áreas seguras, estaremos protegidos. Pero eso no ayudará a los que están fuera de ellas. No podemos ignorarlos.
Justo en ese momento, el Monumento de la Vida comenzó a reaccionar de nuevo. Decenas de nombres fueron tachados en cuestión de segundos. La sangre de Kirito y Karma se heló. La muerte estaba ocurriendo en tiempo real.
Kirito apretó los dientes.
—No solo están desmayándose… Los están matando.
El espadachín no perdió tiempo. Apenas terminó de observar cómo los nombres en el Monumento de la Vida se seguían tachando uno tras otro, sacó su interfaz y buscó rápidamente el nombre de Argo en su lista de contactos. La tensión en el aire era sofocante, y aunque Karma y él apenas se conocían, la preocupación en los ojos del samurái albino reflejaba el mismo miedo que Kirito sentía: algo estaba ocurriendo en SAO, algo que no comprendían y que estaba matando a los jugadores sin una explicación lógica.
—Tengo una amiga que tal vez sepa algo —le dijo Kirito a Karma mientras escribía un mensaje apresurado.
Karma asintió en silencio, cruzado de brazos, sus ojos escarlata fijos en los jugadores desmayados a la distancia. Si algo estaba claro, era que SAO no solo los quería atrapados, sino que ahora los estaba eliminando de formas que no podían prever.
El mensaje que Kirito envió fue directo:
"Argo, ¿estás bien? Algo está ocurriendo en la Ciudad de los Inicios. Jugadores están desmayándose y algunos están muriendo. ¿Dónde estás?"
No pasó mucho tiempo antes de que la respuesta llegara, aunque no con la información que esperaba.
"Tranquilo, estoy bien. Estoy en Horunka, haciendo las guías de las misiones de la zona. ¿Qué está pasando exactamente?"
Kirito chasqueó la lengua y se apresuró a responder.
"No sé. Jugadores están cayendo inconscientes sin razón aparente. Sus nombres no están tachados en el Monumento de la Vida, lo que significa que no están muriendo, pero varios nombres a la vez se están tachando, quizá sean los que están fuera de las áreas seguras. Todavía no entendemos la causa."
Esta vez, la respuesta de Argo tardó un poco más en llegar. Kirito imaginó a la informante con su ceño fruncido y los dedos tecleando rápidamente en su interfaz, barajeando posibilidades y recordando cualquier información relevante.
"Eso no tiene sentido. No hay efectos de estado que hagan algo así en el primer piso. ¿Estás seguro de que no es un bug?"
Kirito suspiró, sintiendo el peso de la incertidumbre sobre sus hombros.
"Nada en SAO es un bug, Argo. Kayaba no dejaría que algo así pasara por accidente. Sea lo que sea, está ocurriendo por diseño. Y si es algo nuevo, entonces estamos en problemas."
Karma lo miró de reojo, visiblemente impaciente.
—¿Qué dice?
Kirito bajó la interfaz.
—Que no tiene sentido. No hay estados alterados en el primer piso que causen algo así.
Karma apretó los dientes, entendiendo con esa respuesta que la amiga de Kirito era una beta tester, puede que incluso Kirito lo sea también justo como él mismo.
—Mierda… Parece que lo único que podemos hacer es ver todo este desmadre.
Kirito asintió. Lo último que escribió fue una advertencia.
"Argo, hazme un favor. Refúgiate en una zona segura. No sabemos si esto se extenderá a otros lugares, pero si llegas a desmayarte en un área peligrosa, podrías terminar muerta. No tomes riesgos innecesarios."
La respuesta llegó casi de inmediato.
"Tsk, parece que me toca quedarme en la posada. Ten cuidado, Kirito. Si averiguas algo más, avísame."
Kirito cerró la interfaz y exhaló pesadamente.
—Le dije que se refugiara.
Karma asintió, sin quitar los ojos de los jugadores inconscientes.
—Bien. Pero nosotros aún tenemos que descubrir qué demonios está pasando.
Kirito asintió, preparándose mentalmente. Algo estaba mal en SAO, y cuanto más tiempo pasaba, más peligroso se volvía este mundo virtual.
Un coro de timbres resonó en los oídos de Kirito, haciéndolo reaccionar de inmediato. Sin perder un segundo, abrió su interfaz y revisó los mensajes. Su pulso se aceleró en cuanto leyó el remitente: Serif.
"¡Kirito! ¡Rosa y los demás acaban de desmayarse!"
El aire pareció escaparse de sus pulmones. Sus manos temblaron levemente mientras apresuraba sus dedos para escribir una respuesta.
"¿Dónde están? ¡Respóndeme rápido!"
Los segundos se sintieron eternos hasta que apareció la respuesta.
"Estamos en una posada en Tolbana. No sé qué hacer... no despiertan."
Kirito sintió un pánico helado recorrerle la espalda. Rosa, Ene, Yezzy, MILF, Thysu, Serif… todos inconscientes. Su mente entró en una espiral de posibilidades aterradoras. ¿Estaban muriendo como los jugadores de la Ciudad de los Inicios? ¿Era solo una parálisis momentánea? ¿Despertarían eventualmente?
Antes de que pudiera siquiera procesar la situación, otro timbre sonó en su interfaz. Un nuevo mensaje de Argo.
"Kirito, lo mismo está pasando aquí en Horunka. Jugadores cayendo como moscas. No tengo idea de qué lo está causando."
Kirito tragó saliva con dificultad mientras leía el siguiente mensaje de Argo:
"No hay nada que podamos hacer para detenerlo. Solo hay que buscar un sitio donde mantenernos con vida."
Por primera vez, esas palabras de Argo hicieron que la desesperación lo golpeara como un martillo. No había solución inmediata. No había una respuesta clara.
Kirito cerró los ojos un momento, tratando de calmar la avalancha de emociones que amenazaba con apoderarse de él. Sus amigos estaban inconscientes. No sabía si estaban en peligro o si era cuestión de tiempo para que despertaran. No tenía información, y eso lo hacía sentir completamente impotente.
Cerró la interfaz con un movimiento brusco y miró a Karma, quien esperaba en silencio, observando la tensión en el rostro de Kirito.
—Tolbana también está afectada —dijo Kirito con voz tensa —Mis amigos… también han caído inconscientes.
Karma frunció el ceño, pero no pareció sorprendido.
—Entonces esto se está expandiendo.
—Argo me dijo que lo mismo está pasando en Horunka —continuó Kirito— No hay forma de detenerlo. Solo tenemos que refugiarnos y esperar.
Karma apretó los dientes, la furia brillando en sus ojos rojos.
—Odio esto… odio no poder hacer nada.
—Yo también —susurró Kirito.
Ambos se quedaron en silencio por un momento, la impotencia colgando en el aire como una sombra espesa. Pero la realidad era clara: quedarse en las calles solo los convertía en presas fáciles.
—Nos vemos después —dijo Karma con resignación, dándose la vuelta sin más palabras.
Kirito lo observó alejarse, sintiendo un vacío creciente en su pecho. Luego, con un último vistazo al Monumento de la Vida, se giró y comenzó a caminar.
Su único objetivo ahora era encontrar una posada y rezar por que la pesadilla no se llevara a más personas.
Mientras avanzaba por las calles de la Ciudad de los Inicios, Kirito no dejaba de pensar en lo que acababa de suceder. La imagen de Rosa, Ene, Yezzy, MILF, Thysu y Serif cayendo inconscientes en la posada de Tolbana se repetía en su mente como un eco siniestro. No podía hacer nada para ayudarlos. La impotencia le carcomía el pecho, pero al menos… al menos podía asegurarse de que Serif hiciera lo correcto.
Abrió rápidamente su interfaz y redactó un mensaje.
"Serif, no salgas de la posada. Pase lo que pase, quédate ahí y cuida de los demás."
Envió el mensaje y continuó caminando, con la mirada fija en el suelo. Se sentía agotado, tanto física como mentalmente. Desde que había entrado en Sword Art Online, no había tenido ni un momento de verdadera paz. Cada día era una batalla por la supervivencia, y ahora, incluso sin enemigos visibles, el juego estaba quitándole a la gente de una manera completamente desconocida.
Encontró una posada modesta en una calle secundaria. No era nada especial, pero en este momento, cualquier refugio servía. Se acercó al mostrador, donde un NPC con vestimenta de posadero le sonrió amablemente.
—Bienvenido, aventurero. ¿Cuánto tiempo desea quedarse?
—Solo por esta noche —respondió Kirito, sintiendo el cansancio pesar en su voz.
El NPC asintió y le indicó la tarifa. Sin pensarlo mucho, Kirito pagó el col necesario y recibió la llave de una habitación sencilla en el segundo piso. Subió las escaleras con pasos pesados y abrió la puerta, encontrándose con un espacio simple pero acogedor: una cama, una pequeña mesa y una ventana que daba a la calle.
Cerró la puerta detrás de él y dejó escapar un suspiro.
Finalmente, algo de descanso…
Pero entonces, una notificación apareció repentinamente frente a él.
Era un símbolo de precaución, parpadeando en su visión.
"Advertencia: Dispositivo desconectado."
Kirito apenas tuvo tiempo de procesar lo que significaba antes de que el mundo a su alrededor se volviera negro.
El suelo desapareció bajo sus pies.
Su cuerpo se desplomó.
Y luego… la oscuridad total.