Academia Shiroi
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El sol brillaba intensamente sobre el cielo de septiembre mientras Haruto Akiyama se asomaba por la ventana de su dormitorio en la Academia Shiroi. El día estaba marcado como feriado, lo que significaba un respiro de las rigurosas clases y los estudios interminables.
La oportunidad perfecta para disfrutar de un día libre junto a sus amigos.
Haruto se quitó la camisa del uniforme, dejando que una suave brisa recorriera su rostro. La sensación de libertad se expandía en su pecho a medida que el bullicio del campus se atenuaba con cada paso que daba hacia la cafetería central. Los árboles de los jardines daban sombra a las áreas comunes, y por primera vez en mucho tiempo, su mente estaba completamente libre de las tensiones diarias.
Se encontró con Renji, Mikasa y Yuta cerca del pabellón principal. Cada uno estaba vestido con ropa casual, diferente a sus uniformes escolares, y sus expresiones reflejaban la emoción de pasar un día juntos sin restricciones.
—¡Vamos a hacer algo divertido hoy! —exclamó Renji, con una sonrisa genuina mientras se acomodaba las gafas.
—Creo que necesitamos un respiro
—dijo Mikasa, ajustando su cabello en una coleta baja.
—Demasiado estudio últimamente.
Yuta, como siempre tranquilo, observó a sus amigos con una ligera sonrisa. —Estoy de acuerdo. Hoy es el día para salir de la rutina.
Haruto asintió, completamente de acuerdo.
—¿A dónde vamos?
Renji rió entre dientes.
—Eso aún lo discutimos. Pero mientras tanto, ¡vamos a disfrutar de este día!
Empezaron a caminar juntos hacia las calles más cercanas al campus. Mientras avanzaban, la conversación fluía de manera ligera. Se contaban anécdotas, recordaban situaciones divertidas en la escuela y reían con mayor facilidad.
La primera parada fue un pequeño café que había sido recomendado por otros estudiantes. Al entrar, el ambiente cálido y acogedor los recibió. Las mesas estaban ocupadas por otras parejas de amigos y grupos, pero aún quedaba espacio suficiente para ellos.
—Creo que este lugar es perfecto —dijo Mikasa mientras se sentaban alrededor de una mesa en la esquina. —El ambiente es relajado.
—Sí, por fin podemos olvidarnos de los problemas de las clases
—comentó Renji, mientras miraba la carta del café.
—Quiero algo dulce.
—Como siempre, obsesionado con los pasteles
—bromeó Yuta, observando a Renji con una sonrisa.
Mikasa hizo una ligera mueca y añadió:
—Bueno, en algún momento debes ceder. Los dulces no siempre son tan malos.
Haruto rió suavemente, notando lo cómoda que era la conversación. La tensión que solía sentir en la academia se desvanecía poco a poco, reemplazada por momentos de sinceridad y confianza.
—Entonces, yo pido algo salado
—dijo Haruto, mirando la carta.
—Para equilibrar.
Renji lo miró, su ceja levantada en señal de duda.
—¿Equilibrar? Eres raro, Haruto.
—No tanto
—replicó con un guiño, y Mikasa soltó una risa suave.
Después de unos minutos de elegir sus órdenes, los cuatro amigos finalmente pidieron café, tés y pequeños platillos que se asemejaban más a bocadillos que a comidas completas. Mientras esperaban, comenzaron a hablar sobre metas y sueños futuros.
—Algún día, me gustaría convertirme en un científico
—dijo Yuta, con voz serena.
—Siempre me ha interesado la biología molecular.
Renji asintió, acariciando la perilla de sus gafas.
—Y yo quiero dedicarme a la ingeniería informática. Me gusta el desafío de resolver problemas complejos con la tecnología.
Mikasa, a su vez, reflexionó durante un momento antes de hablar.
—Yo siempre he soñado con la justicia social. Quiero estudiar leyes y poder ayudar a los que realmente lo necesitan.
Haruto los miró, sorprendido por lo diversas que eran sus aspiraciones, y se sintió agradecido de estar junto a personas que compartían un deseo genuino de superarse.
—Creo que estoy un poco más perdido
—admitió, con una sonrisa leve.
—No estoy tan seguro de lo que quiero hacer en el futuro.
Mikasa lo miró fijamente, su expresión suave.
—No te preocupes. A veces, encontrar tu propósito lleva tiempo. Lo importante es intentarlo.
—Exacto
—añadió Yuta.
—Mientras sigas intentándolo, descubrirás lo que realmente te apasiona.
Renji tomó un sorbo de su té antes de hablar.
—Además, siempre estamos aquí para apoyarte. No tienes que tenerlo todo resuelto solo.
El ambiente en la cafetería seguía siendo tranquilo, pero las palabras que compartieron hicieron que la conexión entre ellos se fortaleciera aún más. Haruto, sintiendo la sinceridad en sus palabras, asintió con una ligera sonrisa.
Después de unos minutos, sus bocadillos llegaron y cada uno se sumergió en el sabor de su comida. Haruto disfrutaba especialmente de los pequeños momentos como este, lejos de los estudios y las tensiones.
—La próxima parada
—dijo Renji después de terminar su pastelito de frutas
— será un parque. Creo que todos necesitamos un poco de aire fresco.
—¡Sí, me suena perfecto!
—respondió Mikasa, sonriendo ampliamente.
El parque no estaba lejos. Caminando bajo los cerezos en flor y a través de senderos sombreados, la conversación siguió evolucionando. Hablaron sobre cualquier cosa, desde anécdotas graciosas hasta sueños ridículos que no compartían con nadie más.
Mientras caminaban, Haruto recordó los días de su infancia con Renji, esos momentos felices donde todo parecía más simple. Ahora, esos recuerdos compartidos tomaban un significado aún mayor.
—Recuerdo cuando íbamos al parque juntos de niños
—dijo Haruto, sonriendo mientras miraba a Renji.
—Corríamos por todos lados.
—Sí, y tú siempre terminabas ganándome
—replicó Renji, riendo suavemente.
—Eras un verdadero fastidio entonces.
Mikasa se unió a la conversación.
—Qué tierno. Siempre fue un equipo unido, incluso en las tonterías.
Yuta, que se mantuvo callado hasta ese momento, asintió en silencio, disfrutando también de los recuerdos compartidos.
A lo lejos, un grupo de niños jugaba en los columpios y en los toboganes, mientras sus risas llenaban el aire. En contraste con esos recuerdos, Haruto entendió cuán valioso era compartir ese momento con sus amigos.
El parque, aunque pequeño, ofrecía la serenidad que necesitaban. Bajo los árboles, su conversación continuaba, dejando que las horas pasaran sin prisas ni preocupaciones.
Ya al caer la tarde, el grupo se dirigió de vuelta a la academia, pero antes de regresar a sus dormitorios, Renji propuso una última parada.
—Una pequeña tienda de animes, cerca del centro. ¿Qué dicen?
—dijo, con una sonrisa socarrona.
Los demás aceptaron de inmediato, y al entrar a la tienda, el mundo se llenó de colores brillantes, figuras coleccionables y mangas apilados en estantes cuidadosamente organizados.
Haruto se sintió casi como un niño en una juguetería, sus ojos iluminados mientras recorría las filas de tomos de su serie favorita. Mikasa encontró varios libros de leyes enfocados en sus futuros estudios, mientras que Renji comenzó a hacer cálculos mentales en su cabeza al ver los gadgets electrónicos. Yuta se mantuvo más tranquilo, pero observaba con interés las ilustraciones de una novela gráfica.
Horas más tarde, los cuatro amigos se sentaron en una cafetería cercana, cada uno disfrutando de su propia elección.
—Hoy fue increíble
—dijo Haruto, con una sonrisa amplia, saboreando su té.
—Gracias por todo.
Renji, Mikasa y Yuta asintieron en silencio, cada uno compartiendo una pequeña sonrisa.
El día había sido perfecto: momentos alegres, recuerdos compartidos, y un vínculo más fuerte que nunca.
Con el cielo teñido de tonos morados y rosas, la Academia Shiroi se veía tranquila desde la distancia. Los estudiantes seguían ocupados en sus rutinas, pero por ese día, Haruto había aprendido algo importante: no siempre se trata de ser el mejor o el más fuerte, sino de estar acompañado por aquellos que realmente importan.