Desde la última vez que nos reunimos en la Torre Pleyades, el aire había cambiado. La inmensa biblioteca que se extendía ante nosotros, con sus interminables estanterías llenas de libros que contenían las historias de aquellos que habían partido, parecía respirar con una vida propia. Me detuve un momento, sintiendo el peso de la historia que nos rodeaba. En el fondo, sabía que estábamos en un lugar donde la tristeza y la esperanza se entrelazaban de maneras que no siempre podíamos comprender.
La llegada de Aldo a la Torre había traído consigo una nueva determinación, un nuevo propósito. Sin embargo, esa determinación era también una carga pesada. "No puedo leerlo," murmuró mientras hojeaba un libro, la indiferencia en su voz era un intento de ocultar el tumulto que llevaba dentro. Aquella actitud despreocupada me preocupaba, y no podía evitar recordar lo que había pasado en el pasado, cómo había casi perdido el control tras leer un libro que revelaba la dolorosa verdad de una pérdida.
"¡Ten cuidado!" le advertí, mi voz resonando en el silencio de la vasta biblioteca. "Estos libros son más abrumadores de lo que piensas." Mi mente regresó brevemente a aquel momento en que el peso del conocimiento me había casi arrastrado a la locura. Los libros de los muertos no eran solo registros; eran puertas a recuerdos y emociones que podían consumir a cualquiera que se atreviera a entrar sin la debida preparación.
Miley, al notar la seriedad de mis palabras, intervino, "No bromees con eso. Es espeluznante." Su expresión era una mezcla de preocupación y curiosidad, reflejando la angustia de todos los que estaban allí. Pero Aldo, con su mirada distante, parecía decidido a seguir adelante, como si ya hubiera tomado una decisión que ninguno de nosotros podía entender del todo.
Etso, el mago estratégico que había estado observando nuestra interacción, intervino con seriedad. "Como dijo naegi dono, todos deben tener cuidado. Si no se manejan con precaución, los libros de los muertos pueden dejar cicatrices permanentes en el alma." Su advertencia resonó en el aire, añadiendo un peso adicional al ambiente ya tenso. La realidad de la biblioteca se hacía más palpable, y cada uno de nosotros podía sentir el pulso de la historia que nos rodeaba.
Mientras tanto, la atmósfera se tornó más pesada con la revelación de la resurrección. "¿La resurrección de Priscila?" la palabra resonó en mi mente como un eco. La idea de que Aldo pudiera estar buscando revivir a Priscila a través del libro de los muertos era, en el mejor de los casos, inquietante. "Eso no significa que la persona haya vuelto a la vida," interrumpí, sintiendo que la angustia se apoderaba de mí. "El alma es diferente. No es la misma que la de un libro." Garfield, que estaba a mi lado, compartía mi inquietud.
La discusión se tornó intensa mientras nos dábamos cuenta de que lo que Aldo buscaba podría no ser lo que realmente necesitaba. "No podemos permitir que busque y lea el libro sin supervisión," dije, con la voz tensa. Era un dilema complicado: teníamos que ayudar a Aldo, pero también debíamos protegerlo de sí mismo.
La tensión en la sala era palpable. Cada uno de nosotros estaba lidiando con una carga emocional diferente, pero todos estábamos unidos por un objetivo común: ayudar a Aldo a encontrar su camino. "Lo ideal sería encontrar el libro antes que él," sugerí, aunque sabía que eso significaba que tendríamos que actuar rápidamente. "No quiero que esto se convierta en una lucha por el control."
Garfield asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. "No sirve de nada castigarte," me dijo, apretando mi brazo con una fuerza que transmitía confianza. "Conocemos bien que el dolor no ayuda en nada." Sus palabras resonaron en mí, recordándome que, aunque el dolor era parte de nuestra existencia, no era lo único que definía nuestras vidas.
Mientras discutíamos, mi mente se llenó de imágenes de Priscila, de sus risas y su luz. "No puedo dejar que Aldo se hunda en la desesperación," pensé, sintiendo la urgencia de nuestra misión. "Si no encontramos el libro, no solo perderá a Priscila, sino que también podría perderse a sí mismo."
Con esa determinación en mente, nos dividimos en grupos para buscar, cada uno de nosotros con un propósito claro. Sabíamos que teníamos tres días, un límite de tiempo que parecía al mismo tiempo un regalo y una maldición. Era un desafío que requeriría no solo nuestro esfuerzo físico, sino también nuestra capacidad de enfrentar el dolor que cada uno de nosotros llevaba dentro.
Mientras buscábamos entre las estanterías, la atmósfera se tornó más densa. Los murmullos de las páginas al ser pasadas resonaban como susurros de aquellos que habían partido, y la biblioteca, con su vastedad, parecía observarnos. "No podemos permitir que esto nos consuma," murmuré para mí mismo, sintiendo el peso de la historia que llevábamos a cuestas.
El tiempo pasaba rápidamente, y con cada libro que revisábamos, la ansiedad crecía. La presión de encontrar el libro de Priscila aumentaba, pero también lo hacía nuestra resolución. Sabíamos que cada uno de nosotros llevaba sus propias cicatrices, pero también sabíamos que juntos podríamos encontrar la luz en medio de la oscuridad.
El límite de tres días era inminente, y con cada amanecer, la esperanza de Aldo se volvía más tenue. Pero en nuestro interior, cada uno de nosotros estaba determinado a luchar por él, a enfrentarnos a lo que fuera necesario para ayudarlo a encontrar su camino. Sabíamos que no estábamos solos, que la historia de Priscila y Aldo se entrelazaba con la nuestra, y que juntos podríamos encontrar la fuerza para seguir adelante, incluso cuando el camino se tornara incierto.
Mientras continuábamos nuestra búsqueda, me encontré reflexionando sobre la naturaleza de la pérdida, el amor y la memoria. La biblioteca era un lugar de dolor, sí, pero también de esperanza. Y aunque el tiempo se agotaba, estaba decidido a hacer todo lo posible para que Aldo encontrara la paz que tanto anhelaba.
Juntos, enfrentaríamos lo que viniera, y no dejaríamos que el peso del pasado nos aplastara. Nuestros corazones estaban entrelazados, y con cada paso que dábamos, nos acercábamos un poco más a la luz al final de este oscuro túnel. Así, con la determinación grabada en nuestras almas, seguimos adelante, preparados para lo que nos esperaba en la búsqueda del libro de los muertos.
La noche había caído sobre la Torre de las Pléyades, y la biblioteca, con sus altas estanterías llenas de libros polvorientos, se sentía más enigmática que nunca. naegi , Beatriz, Al y el resto del grupo se habían reunido nuevamente en ese vasto espacio, donde las sombras parecían susurrar secretos olvidados. En medio de esta atmósfera tensa, la búsqueda del libro de los muertos de Priscilla continuaba, y la presión sobre Al se volvía cada vez más palpable.
"Me preocupa el tiempo que nos queda", susurró naegi , su voz apenas un eco en la gran sala. "No podemos permitirnos perder más tiempo. Debemos encontrar el libro antes de que sea demasiado tarde".
Beatriz asintió, su mirada aguda fija en los estantes. "No es que me preocupe por el tiempo, pero Al necesita este libro. Lo necesita para cerrar este capítulo de su vida. No podemos permitir que su mente se desvíe más de lo que ya está".
Al, que había estado quieto y pensativo, levantó la vista. "No puedo seguir así, naegi . La presión de buscar este libro y la culpa de no haber podido salvarla son demasiado pesadas. Me siento como si estuviera atrapado en un ciclo sin fin".
naegi se acercó a Al, poniendo una mano en su hombro. "Entiendo lo que sientes. Pero no se trata solo de encontrar el libro. Se trata de ti y de cómo enfrentas lo que pasó. No podemos cambiar el pasado, pero podemos encontrar la manera de seguir adelante".
"Lo que naegi dice es cierto", intervino Beatriz. "La búsqueda de este libro no debe convertirse en una carga. Si lo ves así, solo te lastimarás más".
La tensión en el aire era palpable, pero naegi sabía que no podían rendirse. "Vamos, todos. No estamos solos en esto. Al, estamos aquí para apoyarte. Juntos, podemos enfrentar cualquier cosa que venga".
Con una determinación renovada, el grupo se dispersó por la biblioteca, buscando entre los estantes polvorientos. naegi sentía una mezcla de esperanza y ansiedad, pero estaba decidido a ayudar a Al a encontrar el cierre que necesitaba.
Mientras buscaban, naegi se sumió en sus pensamientos. Recordaba el libro que había encontrado antes, su título aún resonando en su mente. No podía dejar de pensar en el peligro que representaba para él y para Al. "Debo asegurarme de que nunca llegue a sus manos", murmuró para sí mismo, sintiendo que el tiempo se deslizaba entre sus dedos.
De repente, un grito agudo resonó en la biblioteca. Beatriz, que había estado revisando un estante cercano, se había encontrado con un libro que la había sobresaltado. "¡naegi ! ¡Mira esto!"
naegi se acercó rápidamente, su corazón latiendo con fuerza. Al mirar el libro que Beatriz sostenía, su rostro se tornó pálido. Era el libro de los muertos de Priscilla. La portada, desgastada pero reconocible, parecía emitir una energía inquietante.
"¿Por qué está aquí?" preguntó naegi , la preocupación creciendo en su interior. "No deberíamos haberlo encontrado".
Beatriz frunció el ceño, sus ojos llenos de curiosidad. "No lo sé, pero debemos asegurarnos de que Al no lo vea. Ya es lo suficientemente vulnerable sin que esto lo afecte más".
"Yo me encargaré", dijo naegi , tomando el libro con cuidado. "Lo ocultaré en un lugar seguro donde nadie más pueda encontrarlo". Con un movimiento rápido, se dirigió a una esquina de la biblioteca, donde las sombras eran más densas, y escondió el libro detrás de una estantería.
"¿Qué estás haciendo?" preguntó Al, acercándose con una expresión de curiosidad. naegi se giró rápidamente, tratando de ocultar su nerviosismo.
"Solo... asegurándome de que no haya distracciones", respondió naegi , tratando de sonar casual. "Vamos, volvamos a buscar. No podemos dejar que esto nos detenga".
Mientras continuaban la búsqueda, naegi no podía dejar de pensar en las implicaciones de haber encontrado el libro. Si Al llegara a descubrirlo, podría desatar una serie de eventos que ninguno de ellos podría controlar. La presión sobre sus hombros se sentía más pesada que nunca.
Finalmente, después de horas de búsqueda, el grupo se reunió nuevamente en el centro de la biblioteca. Al parecía más decidido, su mirada reflejaba una claridad que naegi no había visto antes. "No sé si encontraré el libro, pero sé que debo enfrentar la realidad. No puedo seguir aferrándome a la esperanza de que Priscilla vuelva".
"Eso es lo más importante", dijo naegi , sintiendo un alivio en su pecho. "Lo que importa es cómo elijas seguir adelante. Encontrar el libro es solo un paso, pero no el final del camino".
Beatriz asintió, su expresión seria pero comprensiva. "Y si no encontramos el libro, eso no significa que no puedas encontrar paz. Hay otras formas de recordar a Priscilla sin tener que cargar con ese peso".
La determinación de Al se hizo más fuerte, y aunque la tristeza aún nublaba su corazón, parecía estar dispuesto a encontrar su propio camino. "Gracias, chicos. No sé qué haría sin ustedes".
"Siempre estaremos contigo", respondió naegi , sintiendo que su amistad se fortalecía a medida que enfrentaban juntos la adversidad.
Con una nueva perspectiva, el grupo se dispuso a seguir buscando. Pero en el fondo de su mente, naegi sabía que el verdadero desafío apenas comenzaba. Las sombras de la biblioteca parecían susurrar advertencias, y el libro que había escondido lo acechaba como un secreto peligroso, esperando el momento adecuado para salir a la luz.
Mientras continuaban su búsqueda, naegi sintió que lo que realmente necesitaban no era solo el libro de los muertos de Priscilla, sino la verdad que podría liberar a Al de sus cadenas. Y en su corazón, naegi se preguntó si, al final, podrían encontrar esa verdad antes de que fuera demasiado tarde.
naegi quería decir era que al debía enfrentar la realidad de la muerte de priscilla y encontrar un Cierre en su Duelo estos tres días daremos lo mejor de nosotros todos estaremos a tu lado afirmó naegi con determinación pero sin hacer cosas poco saludables como no dormir no quiero que termines como oto advirtió Beatriz guiñándole un ojo ante las palabras de ambos al suspiró profundamente como si liberara una pesada carga tres días Eh murmuró Al sí no habrá tiempo extra Aunque si me lo pides seriamente podría reconsiderar pero no te apoyes en eso desde el principio respondió naegi medio en broma Si regresamos tarde Emilia podría enfadarse mucho comentó Beatriz el enfado de Emilia tan Aunque viéndolo bien también Sería lindo dijo naegi imaginando cualquier expresión de Emilia con naegi se encogió de hombros viendo a Beatriz con una expresión de cansancio antes de volverse nuevamente hacia al este asumiendo la mirada decidida de naegi asintió y dijo or chamac y en ese instante el mundo de naegi se oscureció parte tres si tienes tres días inevitablemente estarás en guardia el tercer día murmuró al mientras un sonido agudo resonaba en el suelo de la Biblia bioteca de teta una pequeña esfera negra cayó y comenzó a rodar Pero él la detuvo con la punta de su pie y como resultado la noche del primer día justo después de una buena conversación es cuando más se relajan añadió agachándose para recoger la Esfera negra que había Atrapado con el pie el frío y la dureza de la Esfera la hacían parecer de vidrio pero no era tan frágil no podía permitirse que lo fuera esta esfera era capaz de encerrar Us uso a una bruja lo entiendo hermano no naegi no te voy a matar dijo al con firmeza algunos Habían intentado desesperadamente matar a naegi pero no comprendían que no tenía sentido porque al hacerlo se encontrarían luchando en el terreno de naegi con naegi no puedes pelear en su campo de batalla es hora de empezar maestra para seguir siendo yo mismo murmuró al Priscila barele ya no estaba en ninguna parte por lo tanto al o más bien al de bará Había decidido actuar retomando el propósito que una vez había abandonado de este modo comenzó la batalla para eliminar a naegi de este mundo