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Chapter 92 - cap 92

La historia de Lugunica es un tapiz de eventos olvidados y traumas que han dejado cicatrices profundas en su gente. Muchos años atrás, cuando Wilhelm aún era un joven lleno de sueños, el reino fue sacudido por un conflicto que resonaría a través del tiempo: la Guerra de los Muertos. Aunque en comparación con la guerra actual que asola Bakia, este conflicto fue una lucha interna que se desató en las sombras, desvaneciéndose en la memoria colectiva de la nación. Sin embargo, ahora, con la amenaza de los no muertos resurgiendo, aquellos eventos olvidados podrían haber ofrecido pistas valiosas para enfrentar el caos presente.

Regresando al presente, el carruaje de Naegi estaba detenido temporalmente, detenido por la necesidad de reabastecerse. El aire fresco de la mañana se mezclaba con el aroma del campo, pero la tranquilidad pronto se vio interrumpida. A pocos metros, una escena espeluznante se desarrollaba ante sus ojos: una multitud de no muertos, criaturas de un horror inimaginable, se abalanzaba sobre los soldados imperiales, quienes luchaban con valentía por contener el ataque. La tensión se podía sentir en el ambiente mientras el sonido del metal chocando y los gritos de desesperación llenaban el aire.

En medio del caos, un soldado se encontraba al borde de la muerte, viendo cómo la espada de un no muerto descendía hacia su cuello. Pero en ese momento de desesperación, un guerrero de cabello rubio, Garfield, apareció como un rayo de esperanza. Con una agilidad sorprendente, desvió el ataque con el escudo que llevaba en la mano, salvando al soldado y lanzando un contraataque que desmembró al no muerto que había intentado acabar con su vida. Con cada golpe, Garfield pulverizaba a las criaturas, encontrando un ritmo en la batalla, sintiendo la adrenalina correr por sus venas.

La situación era crítica. No todos los no muertos eran iguales; algunos poseían habilidades superiores, lo que convertía la batalla en una danza mortal. A medida que Garfield derribaba a uno tras otro, una inquietante sensación se instalaba en su pecho. La persistente incomodidad que lo acompañaba mientras luchaba no era solo la intensidad de la batalla, sino una conexión instintiva con el peligro que acechaba en el horizonte.

Finalmente, después de haber vencido a varios enemigos, Garfield se percató de que la batalla aún no había terminado. Una nueva horda de no muertos se alzaba en el horizonte, amenazando con devorar a los soldados que aún se mantenían en pie. Justo en ese instante, las guerreras Sudra comenzaron a lanzar una lluvia de flechas sobre los no muertos, llenando el cielo con una sinfonía de destrucción. Garfield observó, asombrado, mientras una flecha anormalmente grande, lanzada por Tarita, atravesaba a varios de los no muertos, dejando una estela de destrucción a su paso.

Al otro lado del campo de batalla, el Batallón Pleyades se unía a la lucha, cada uno de ellos empoderado por la autoridad de Naegi. La desigualdad de poder entre ellos y los zombis era abrumadora; era como si un adulto estuviera enfrentándose a un niño. Garfield, contemplando la escena, se sintió reconfortado al ver a sus compañeros luchar con tanto fervor. "Es hermoso ver cómo batallan con fuerza, ¿verdad?" preguntó Mielda, su voz llena de admiración.

"No lo sé, pero sé que son amigos del capitán," respondió Garfield, recordando la fe y el respeto que todos tenían por Naegi. Ella continuó, "Emilia y los demás tienen mucha fe en él". Garfield asintió, sintiendo que la fe no era suficiente; el capitán era un hombre que daba mucho más de lo que cualquier podría esperar de él.

Mientras la batalla continuaba, Garfield y Mielda discutieron sobre la naturaleza de los no muertos, la extraña variabilidad en su resistencia. En medio de su conversación, Roswal descendió desde el cielo, esbozando una sonrisa que contrastaba con la gravedad de la situación. "Déjame echarte una mano," dijo, y Garfield frunció el ceño, claramente molesto por la interrupción.

"Maldito Roswal," murmuró Garfield. A su lado, Beatriz se unió a la conversación, su mirada fría y calculadora. "No es eso. Solo estoy acompañándolo porque la situación lo requiere," aclaró ella, dejando en claro que su presencia no era por voluntad propia. Ambos magos, Roswal y Beatriz, se unieron a la batalla, cada uno con sus propios objetivos en mente.

"Estamos aquí para identificar al enemigo y obtener información sobre él," explicó Roswal, mientras intercambiaba miradas con Garfield. La colaboración era crucial; la unión de Lugunica y Bakia era un paso histórico en la lucha contra los no muertos. Sin embargo, Garfield no pudo evitar sentirse incómodo ante la presencia de los magos.

"¿Han detectado algo interesante?" preguntó Roswal, su tono inquisitivo. Garfield, aún aturdido por la situación, respondió, "No entiendo la diferencia entre los zombis fuertes y los débiles." Roswal chasqueó la lengua, sintiendo la urgencia de la batalla, y Beatriz interrumpió, "No ganamos nada quedándonos aquí. Ataquemos y luego sabremos la respuesta".

Con determinación, Roswal lanzó cuatro esferas de colores hacia el enemigo, cada una destruyendo a un no muerto al instante. Garfield y Mielda observaron, perplejos por la facilidad con la que los magos eliminaban a las criaturas. "Entiendo cómo estaba en los informes. El atributo de fuego es el que les causa el mayor daño," reflexionó Roswal, mientras una flecha pesada, potenciada por Beatriz, atravesaba a un no muerto.

Garfield, observando la sinergia entre Beatriz y Roswal, se dio cuenta de que ambos estaban en la cúspide de los magos más poderosos del reino. Sin embargo, no podía sacudirse la sensación de que había algo más detrás de esa lucha. Beatriz, con su aguda percepción, notó la diferencia en la resistencia de los no muertos, y Garfield, que había estado entrenando su magia curativa, sabía lo complicado que era manejar diferentes cantidades de maná.

Mientras la batalla continuaba, la tensión aumentaba. Beatriz, ansiosa por descubrir la verdad, decidió arriesgarse y tocar a un no muerto. El resultado fue sorprendente: el cuerpo se desmoronó como polvo. Roswal, con un aire serio, explicó que la magia de restauración era extremadamente complicada y que incluso los magos más expertos tenían dificultades para manipularla. Sin embargo, Beatriz había logrado hacer algo extraordinario.

"Esto no será el Sacramento del Rey inmortal," dijo Roswal, al darse cuenta de la complejidad de lo que estaban enfrentando. En ese momento, una figura familiar apareció ante ellos: una chica de cabello rosado que dejó a Garfield en shock. Era idéntica a su abuela, la que lo había cuidado en el santuario, y su presencia era un recordatorio doloroso de un pasado que había querido olvidar.

"Así que estabas viva," murmuró Roswal, su voz llena de incredulidad. La bruja, Sphinx, miró a todos con un aire de superioridad. "No, no estoy viva. Estoy muerta," respondió, revelando la oscura verdad detrás de su existencia.

Mientras la tensión alcanzaba su punto máximo, Roswal y Beatriz intercambiaron miradas de preocupación. Garfield, enfurecido, se plantó frente a la bruja, determinado a proteger a sus amigos. "¿Quién diablos eres?" exigió, su voz resonando con fuerza.

"Yo también los he reconocido como amenazas. Eliminación requerida," declaró Sphinx, desatando una magia oscura que hizo temblar el suelo. Antes de que pudiera actuar, Roswal lanzó un hechizo de fuego hacia ella, mientras la batalla continuaba a su alrededor.

Mientras tanto, dentro del carruaje, Naegi se sentía impotente y frustrado. Sabía que sus amigos estaban afuera, enfrentándose a un enemigo formidable, y su corazón latía con preocupación. Emilia, a su lado, intentaba consolarlo. "Sé que estás preocupado por ellos, pero era necesario que fueran a ayudar," dijo con una sonrisa.

Sin embargo, Naegi no podía dejar de sentir que su lugar estaba allí, en el campo de batalla, apoyando a sus amigos. "No te preocupes por eso, Emilia. Eres mi estrella más brillante," respondió, intentando mantener la calma.

La conversación entre ellos fluyó, llena de risas y momentos de complicidad que aliviaban la tensión. Sin embargo, la paz fue solo temporal. A través de la ventana del carruaje, Naegi vio algo que lo hizo estremecerse: una figura descendía del cielo, y al mirar más de cerca, reconoció a la chica del santuario. "¿Qué está haciendo Riusu aquí?" se preguntó, sintiendo que algo enorme estaba a punto de suceder.

En ese momento, una luz blanca estalló sobre ellos, eliminando a todos los presentes en el carruaje y dejando atrás solo la incertidumbre de lo que vendría. La batalla continuaba, y el destino de Lugunica pendía de un hilo, mientras los ecos del pasado resonaban en el presente, recordando a todos que las sombras nunca están demasiado lejos.

La noche estaba teñida de un oscuro presagio. Tras el intenso intercambio de ataques, el aire estaba impregnado de un rastro de cenizas y magia desgastada. Naegi se quedó observando el cráter dejado por el impacto de la bruja, sus pensamientos desbordando una mezcla de confusión y preocupación. La lucha había sido feroz, pero nadie podía haber anticipado lo que sucedió a continuación.

Rosw, con su energía vibrante, había lanzado un ataque devastador de fuego, pero la bruja no había sucumbido. Su cuerpo, marcado por la batalla, parecía intacto. Beatriz, con su mirada calculadora, había lanzado sus lanzas moradas, pero incluso eso no había sido suficiente. La desesperación se había apoderado de ellos. Garfield, por su parte, había lanzado un golpe que podría haber desintegrado a cualquier adversario ordinario, pero la bruja estaba lejos de serlo. Ella era algo más, algo que desafiaba las leyes de la naturaleza misma.

Mientras todos se agrupaban, la tensión era palpable. Garfield, con su habitual desdén, no perdió la oportunidad de expresar su desagrado hacia la situación. "Odio hacer equipo contigo", dijo, pero era evidente que la situación exigía colaboración. Sin embargo, esa camaradería se desmoronó en un instante, la bruja había comenzado a acumular maná, un ominoso resplandor iluminaba sus ojos amarillos, y antes de que pudieran reaccionar, una espada atravesó su pecho.

Mi Zelda, con su agilidad letal, había hecho lo que ninguno de ellos había anticipado. La sala en la que se encontraban parecía desvanecerse en el caos mientras el cuerpo de la bruja caía. Sin embargo, el alivio fue efímero. La bruja se fragmentó, como si su existencia fuera una ilusión, y en ese instante, todos supieron que habían caído en una trampa.

La explosión del carruaje resonó en sus oídos, y Naegi fue el primero en comprender la magnitud del desastre. La voz de la bruja había susurrado su amor en el aire, una risa cruel en medio de la ruina. El tiempo se detuvo mientras su mente trataba de procesar lo que había sucedido, y la desesperación se apoderó de él. La vida de sus amigos, de aquellos a quienes había jurado proteger, pendía de un hilo.

La habitación oscura que lo rodeaba era opresiva, y el eco de la bruja resonaba en su mente. "Te amo, te amo, te amo". Las palabras eran un veneno que se infiltraba en su conciencia. Recordó la tranquila charla en el carruaje, las risas que compartieron, y cómo la muerte había llegado sin previo aviso, como un ladrón en la noche. "Emilia", pensó, "¿estás bien?". La angustia lo consumía, y en un impulso, Naegi se lanzó hacia adelante.

"Espera un poco", le dijo a Emilia, con la determinación surgiendo de lo más profundo de su ser. Sabía que debía actuar rápido. La bruja, a pesar de su estado, era un peligro inminente, y cada segundo contaba. En un instante, él estaba saltando hacia la ventana del carruaje, y la adrenalina lo impulsó a despegar en el aire. "¡Julius, afuera!", gritó mientras la situación se tornaba crítica.

El viento aullaba a su alrededor y el instante en que Emilia lo atrapó en el aire se sintió como un respiro. Sus corazones latían al unísono, y la sinergia entre ellos era palpable. "Déjame encargarme del aterrizaje", dijo ella con confianza. Naegi se sintió aliviado, sabiendo que, aunque la situación era desesperada, no estaban solos.

Cuando finalmente aterrizaron, el peligro no había desaparecido. La figura de la chica de cabello rosa descendía del cielo, y un escalofrío recorrió la espalda de Naegi. "No es una Ryuuzu que conozco", pensó, recordando los rostros familiares que había encontrado en el santuario. La incertidumbre se apoderaba de él mientras Julius, siempre alerta, se preparaba para el combate.

"¡Atrápala!", ordenó Julius, y Naegi sintió una mezcla de admiración y preocupación. La chica era peligrosa, y aunque el caballero actuaba con rapidez, Naegi sabía que la batalla había apenas comenzado. La luz que emanaba de la bruja era un recordatorio de que el enemigo no se detendría ante nada.

"Esto no es lo que esperaba", murmuró Naegi mientras observaba la escena. La estrategia de la bruja era ingeniosa, pero había algo más en juego. "No podemos subestimar a nuestros enemigos", pensó, recordando las lecciones del pasado. La lucha no era solo física; era un juego de mente y corazón.

Mientras la batalla se intensificaba, Naegi sintió la presión del tiempo. No podían dejar que la chica de cabello rosa tuviera la delantera. La situación se tornaba más crítica, y cada acción contaba. "Esta no es solo una pelea por nuestras vidas, es una lucha por el futuro que deseamos", reflexionó.

Cuando la luz blanca descendió del cielo, Naegi experimentó una oleada de miedo y determinación. La estrategia de Valga Cranwell estaba en marcha, y ellos estaban en el centro de su trampa. "Debemos actuar ya", pensó con urgencia. La muerte no era una opción.

El caos se desató en un instante. La luz blanca pulverizó lo que tocaba, y el tiempo pareció estirarse. Emilia y Julius se unieron en un esfuerzo para protegerse, pero la fuerza del ataque era abrumadora. Naegi vio cómo sus defensas se desmoronaban, y la desesperación se convirtió en un clamor en su interior.

"Hiciste bien al haberme llamado", resonó una voz familiar. Jbel apareció como un rayo en la oscuridad, y su intervención fue como un soplo de esperanza. La batalla había tomado un giro inesperado, y por un breve momento, la luz blanca se detuvo. El cielo se abrió, y Naegi sintió que la coordinación de sus aliados había dado frutos.

A pesar del agotamiento, Naegi se levantó, sintiendo la energía fluir a través de él. "No podemos rendirnos", dijo con firmeza, su voz resonando con determinación. Sabía que la lucha no terminaría aquí, pero la victoria estaba al alcance. Con una sonrisa, se preparó para el siguiente paso, sabiendo que juntos, podrían enfrentar cualquier desafío.

La noche aún era oscura, pero con cada latido, la esperanza brillaba un poco más.

El carruaje avanzaba a través de la oscura y sombría noche, las ruedas chirriaban suavemente mientras la tensión en su interior crecía. Naegi Makoto, con su característico optimismo, sentía el peso de la situación más que nunca. Después de la emboscada de la bruja Sfinx, todos en el grupo estaban exhaustos, tanto física como emocionalmente. Sin embargo, la determinación brillaba en sus ojos. Se habían enfrentado a un enemigo formidable, pero la victoria había traído consigo más preguntas que respuestas.

Roswal, con su habitual serenidad, se había convertido en la voz de la razón. "El enemigo es Sfinx", declaró con firmeza. "Un experimento fallido de una bruja que causó estragos en el reino hace 40 años, durante la guerra de Miem". La revelación resonó en la sala, y Naegi, siempre curioso, preguntó: "¿Cuándo ocurrió todo esto?". El silencio se hizo presente, y los rostros de sus compañeros se tornaron serios.

"Fue hace 40 años", respondió Roswal. "La guerra de Miem fue un conflicto que dejó una profunda marca en la historia de Lugunica". Las palabras flotaron en el aire, y Naegi sintió un escalofrío. La guerra había sido devastadora, y ahora parecían estar enfrentando las consecuencias de esos eventos pasados.

Julius, siempre ágil con sus conocimientos, añadió: "Sfinx tenía un vasto conocimiento de la magia, lo que amplificó los horrores de aquella guerra". Emilia, con una mirada pensativa, se unió a la conversación. "Yo también leí sobre ello. Se menciona a un tal Balga Cramel, uno de los individuos peligrosos de esa época". La atmósfera se volvió aún más pesada, y Naegi sintió que su corazón se aceleraba. "Entonces, nuestros enemigos son Sfinx y Balga Cramel", reflexionó en voz alta.

Anastasia, siempre astuta, negó con la cabeza. "No podemos pensar así. La guerra de Miem pasó hace 40 años. La situación actual es muy diferente. Los tres que orquestaron la guerra eran Sfinx, Balga y Libera Fermi". Naegi sintió una punzada de miedo. ¿Qué pasaría si esos tres hubieran regresado de alguna manera?

Beatriz, con su habitual confianza, intervino: "Anastasia tiene razón. Confirmé la muerte de Libera Fermi. Su libro de los muertos estaba en La Atalaya Pléyades". Sin embargo, las palabras de Beatriz no parecían ser suficientes para calmar la inquietud que todos sentían. Naegi recordó la sonrisa de la bruja mientras la magia aniquiladora caía sobre ella. Era como si no tuviera miedo de morir, lo que le parecía aterrador.

"¿Y si los están reviviendo?", preguntó Julius, su voz llena de preocupación. "Sfinx podría revivir a muchos héroes o villanos que fueron muy importantes en la historia". La idea de que la bruja pudiera aprender de cada una de sus muertes lo aterraba. "Si eso es cierto", dijo Naegi, "solo hay una forma de derrotarla: tenemos que matarla hasta que se quede sin vidas de repuesto".

Emilia frunció el ceño. "¿Qué es una vida de repuesto?", preguntó. "Es el número restante de vidas que tienen", explicó Naegi. "No importa cuán peligroso sea el oponente, eventualmente hay un límite". Miró a Rem, quien había estado a su lado durante todo este tiempo. "Gracias por tu ayuda", le dijo. Rem se sonrojó, pero Naegi podía ver que estaba contenta de recibir el agradecimiento.

La conversación continuó, y Otto interrumpió con una nota de alivio, recordando que habían derrotado a la bruja, aunque no sin consecuencias. Sin embargo, Roswal advirtió: "Sfinx puede morir una y otra vez, pero siempre revivirá como un zombie". Las palabras cayeron como un peso sobre todos ellos, y Naegi se sintió sobrecogido por la gravedad de la situación.

Mientras el grupo discutía cómo enfrentar a Sfinx, se dieron cuenta de que necesitaban más información. Roswal había capturado uno de los "corebooks", el núcleo de los zombies. Al verlo, Naegi sintió una mezcla de terror y fascinación. "Si estos núcleos son destruidos, los zombies mueren", explicó Roswal. La revelación fue un pequeño rayo de esperanza en medio de la oscuridad.

El carruaje continuó su camino, ahora con una misión más clara. Debían interrogar a un prisionero, una figura atrapada en cadenas en un rincón del carruaje. Al entrar en la habitación, la escena era inquietante. Vincent, el emperador, explicó que era una medida necesaria. "Perder a este hombre sería devastador para nuestro bando", dijo con calma.

Naegi observó al prisionero, quien tenía un aire de locura en su mirada. "Soy el contempla estrellas del imperio, Ubik", dijo con una voz serena. Al escuchar su nombre, Naegi sintió un escalofrío. Este hombre había estado involucrado en cosas que él no podía comprender del todo. "¿Podemos confiar en él?", preguntó. Pero antes de que Ubik pudiera responder, la conversación se tornó caótica.

Ubik mencionó que existían dos luces que salvarían al imperio, una de ellas era Naegi, y la otra, un hombre bestia experto en maldiciones. Naegi no podía creer lo que escuchaba. ¿Él, un simple estudiante, era una de las luces? La presión aumentaba y la incertidumbre lo invadía. Tenía que decidir cómo enfrentar a Lois, la arzobispal del pecado de la Gula, cuya historia estaba entrelazada con la suya.

Mientras tanto, el hombre bestia, que se encontraba en un lugar alejado, luchaba por sobrevivir entre hordas de zombies. Cada movimiento era una lucha por la vida, y su instinto le decía que el peligro se acercaba. Con una agilidad impresionante, logró desintegrar a varios de sus enemigos y escapar, pero el estrés de la situación lo estaba desgastando.

De vuelta en el carruaje, Naegi discutía con su grupo sobre Lois y su papel en todo esto. "Necesitamos hablar sobre ella. No podemos ignorar su conexión con el gran desastre", dijo, mirando a sus amigos con determinación. "Es hora de enfrentar los problemas de frente y decidir qué hacer".

La noche avanzaba, y mientras las estrellas brillaban en el cielo, Naegi sabía que el destino del imperio dependía de ellos. La luz y la oscuridad estaban en constante lucha, y su papel en esta historia apenas comenzaba. Con su inquebrantable espíritu, él se comprometió a hacer lo que fuera necesario para proteger a sus amigos y al mundo que conocía. Era el momento de actuar.

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