Naegi Makoto se sentó en la gran sala del consejo, el ambiente estaba cargado de tensión y expectación. El eco de las palabras de Jbel, el admirador, resonaba en su mente mientras recordaba cómo había llegado a este punto. Era un lugar donde las decisiones pesaban más que el oro y donde la traición podía asomarse en cualquier esquina. La presencia de Jbel era un recordatorio de cuán frágil era la paz entre los reinos.
Al mirar a su alrededor, Naegi vio las expresiones de los demás. Rejar Vanas, el Santo de la Espada, tenía una mirada de desdén, mientras que Cecilus Cmon, el Relámpago Azul, parecía más interesado en jugar con la tensión que en resolverla. Gosen, el general divino del imperio, se mantenía en guardia, claramente incómodo con la aparición del ninja. Mientras tanto, Emilia, con su característico aire de determinación, se preparaba para hacer su informe. Había mucho más en juego que el simple saludo de Jbel.
—¿Qué es lo que realmente quieres, Jbel? —preguntó Vincent, el emperador, con voz firme, aunque un ligero temblor traicionaba su nerviosismo.
—Como ya he dicho, solo he venido a saludar —respondió Jbel, con una sonrisa que no parecía del todo sincera. Naegi sintió una punzada de desconfianza. Sabía que las palabras y las intenciones a menudo se entrelazaban de maneras engañosas.
Naegi frunció el ceño, tratando de mantener la calma. La situación era delicada, y él siempre había creído que la comunicación era la clave para resolver conflictos. Sin embargo, la manera en que Jbel había desviado el ataque de Gosen con una simple pipa japonesa había sido un recordatorio brutal de que no todos los problemas podían resolverse con palabras.
—Si solo viniste a saludar, ¿por qué interrumpiste nuestra reunión? —intervino Rosu, con un tono que denotaba su creciente frustración. Naegi sintió que había un trasfondo en esas palabras; la tensión entre los diferentes reinos era palpable.
—Es vergonzoso que todos me conozcan —respondió Jbel, con un tono de desprecio hacia sí mismo, como si no soportara la idea de ser tan conocido.
Naegi sintió una extraña mezcla de empatía y confusión. ¿Por qué un ser tan poderoso se preocuparía por la reputación? Tal vez había más en Jbel de lo que parecía a simple vista. Sin embargo, no podía dejar que su curiosidad lo llevara a ignorar la amenaza potencial que representaba.
—Esperen un momento —dijo Naegi, tomando la iniciativa. —Si Jbel no es nuestro enemigo, ¿por qué no se presenta como un aliado? No podemos permitir que los malentendidos nos lleven a la guerra.
—¿Aliado? —replicó Jbel, con una risa burlona—. No estoy aquí para hacer amigos, niño. Estoy aquí porque estoy aburrido y esto parece un buen espectáculo.
Vincent soltó un suspiro. —Dijimos que no preguntaríamos por tu motivo, pero parece que no tenemos elección. ¿Qué sabes sobre Cecilus y su locura?
—Ah, Cecilus... un verdadero loco, ¿no? —Jbel se encogió de hombros. —No estoy aquí para hacer de espía, pero parece que la locura lo ha consumido. Es una lástima, realmente.
Naegi sintió que el aire se volvía más denso. Jbel estaba jugando con fuego, y aunque su tono podía ser despreocupado, Naegi sabía que la situación era seria.
—Si la locura de Cecilus es real, entonces eso podría desestabilizar todo —dijo Emilia, cruzando los brazos. —No podemos permitir que eso suceda. El norte está en peligro.
En ese momento, Dirk hizo su entrada, rompiendo la tensión con su habitual franqueza. —El barco volador de Serena ha regresado. Hay visitantes de Garcla y de Carari. La situación está cambiando rápidamente.
Naegi sintió una chispa de esperanza al escuchar esto. Tal vez la llegada de nuevos aliados podría aportar la claridad que tanto necesitaban.
—¿Quiénes son? —preguntó Vincent, su voz ahora llena de interés.
—Una mujer llamada Anastasia Josin y su compañero, Julius —informó Dirk.
Jbel arqueó una ceja, visiblemente intrigado. —Anastasia, ¿eh? Eso sí que es interesante.
La puerta se abrió y, para sorpresa de todos, Anastasia y Julius entraron en la sala. Naegi sintió un torrente de emociones al ver a su amiga. Había pasado por muchas cosas, y su presencia era como un rayo de luz en medio de la oscuridad. Vestía un hermoso kimono japonés, y su porte era digno de una líder.
—Parece que todos están en un buen lío —comenzó Anastasia, su mirada recorriendo la sala. —Y parece que necesitarán mi ayuda.
Naegi no pudo evitar sonreír. —¡Anastasia! ¡Me alegra verte! Pero, ¿cómo es que siempre terminamos en medio de problemas?
—No soy yo quien se mete en problemas, sino ustedes. Y ahora, parece que el destino nos ha unido de nuevo —respondió ella con una sonrisa traviesa.
Mientras tanto, en un lugar distante y desolado, Heinkel yacía en el suelo, agotado y herido. La escena era sombría; su lucha había terminado en una derrota aplastante. Sin embargo, un extraño de cabello azul se acercó a él, rompiendo la monotonía del sufrimiento.
—Oh, aún estás vivo, bravo bravo —dijo el extraño, casi con desprecio. —Estaba pensando en saquear algunos cadáveres, pero tú aún sigues aquí.
La risa del extraño resonó en el aire, y Heinkel sintió que el mundo se desvanecía a su alrededor. No sabía si era un aliado o un enemigo, pero estaba demasiado cansado para preocuparse.
—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Heinkel, casi sin aliento.
—Vamos a beber toneladas de alcohol —respondió el extraño, con una sonrisa amplia. —Soy Ruan, el samurái tacaño, y tú, amigo, deberías recordar tu nombre.
Heinkel soltó un suspiro profundo, su voz apenas un murmullo. —Soy Heinkel.
Mientras tanto, en la sala del consejo, Naegi sintió que las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar. Había una conexión entre ellos, un hilo invisible que los unía a todos. Y aunque el camino estaría lleno de desafíos, sabía que juntos podrían enfrentarlos. ¡Después de todo, la esperanza era una fuerza poderosa!
El aire en el carro era tenso, pero a pesar de la gravedad de la situación, Naegi Makoto, con su característica amabilidad y su peculiar mala suerte, intentaba mantener el ánimo de su grupo. A su lado, Emilia, Julius y Anastasia compartían miradas de preocupación, mientras Vincent, siempre pragmático, urgía a todos a centrarse en la situación. La conversación se había vuelto un torbellino de información, y Naegi sabía que necesitaban organizar sus pensamientos.
"Así que, si entiendo bien, todo esto comenzó en Carari y ahora se ha extendido hasta el Imperio. ¿Es correcto?" preguntó Naegi, tratando de conectar los puntos.
"Exactamente," respondió Julius, con esa elegancia que parecía innata en él. "Los no muertos comenzaron a surgir en Carari, y aunque ya hemos controlado la situación allí, el verdadero problema parece haberse trasladado a Bakia."
"Es como si estuvieran jugando a un juego de dominación," murmuró Emilia, apretando los puños con frustración. "Y lo peor es que cada soldado caído se convierte en uno de ellos."
"Es una estrategia horrible," dijo Anastasia, su mirada llena de determinación. "Pero no podemos dejar que eso nos detenga. Debemos pensar en un plan para enfrentarlos."
"Sí, pero necesitamos saber quién está detrás de todo esto," agregó Vincent. "No podemos actuar sin conocer al enemigo."
Naegi sintió un escalofrío recorrer su espalda. La idea de enfrentarse a un líder desconocido que controlaba a los no muertos era aterradora. Sin embargo, no podía dejar que el miedo lo dominara. Recordando su experiencia previa con situaciones peligrosas, tomó una respiración profunda. "No importa quién sea, tenemos que trabajar juntos. Si unimos nuestras fuerzas, podemos superar cualquier desafío."
El grupo asintió, encontrando en las palabras de Naegi un poco de esperanza. Sin embargo, la realidad que se desarrollaba en la capital de Bakia era sombría. Mientras ellos discutían, un chico de cabello azul, Celius, se encontraba en medio del caos, enfrentándose a los restos de un ejército de zombis.
"Cielos, he ganado todo el tiempo posible," murmuró Celius, observando cómo los cuerpos inertes de los no muertos yacían a sus pies. "Espero que el jefe haya podido escapar." A su alrededor, el ambiente estaba impregnado de un aire de triunfo, pero también de inquietud. Aunque había derrotado a su líder, el ejército de zombis continuaba en movimiento.
"Es increíble," reflexionó en voz alta, "aún se mueven después de que su líder ha caído." Su mirada se detuvo en el cadáver de una semi-elfa de cabello rosa que yacía sin vida a sus pies. "Así que esto es lo que queda de la que lanzó el ataque contra el Imperio."
Mientras tanto, en el carro, la conversación continuaba. "Jbel, mencionaste que había un ejército en la frontera oeste. ¿Qué ha pasado con ellos?" preguntó Vincent, su voz llena de urgencia.
"Desafortunadamente, nuestro ejército en esa zona fue superado por los no muertos. Gruby, el general, era uno de nuestros mejores hombres... si no hemos recibido noticias de él, lo más probable es que ya no esté con nosotros," respondió Jbel con una tristeza palpable en su tono.
Gos Ralon, otro miembro del grupo, frunció el ceño con rabia. "No puedo creer que hayamos perdido a Gruby. No podemos permitir que esto continúe. Debemos tomar medidas inmediatas."
"Exactamente," reiteró Jbel. "Debemos encontrar al que dirige a los no muertos. Sin su líder, su fuerza se debilitará. Pero debemos actuar rápido."
Naegi sintió el peso de la responsabilidad en el aire. A pesar de los temores que lo acechaban, levantó la vista y dijo con firmeza: "No importa lo que tengamos que enfrentar, lo haremos juntos. No dejaremos que el miedo nos controle. Como un equipo, podemos detener esto."
La determinación en su voz resonó en el carro, y todos asintieron, listos para afrontar el desafío que les esperaba. Sin embargo, mientras se preparaban para su próxima acción, la realidad en la capital se tornaba cada vez más inquietante. Celius, sin saberlo, había derrotado a un enemigo, pero el verdadero peligro aún acechaba en las sombras.
Fin del Capítulo
Mientras todos pensaban en estrategias para enfrentar al enemigo, la historia de Celius demostraba que la lucha estaba lejos de terminar. La muerte de su líder no significaba el final de los no muertos. Era solo el comienzo de algo aún más grande. La tensión crecía, y la batalla por el futuro de Bakia apenas se estaba gestando.
Con esto, el capítulo se cierra, pero la historia apenas comienza. No olvides que la lucha por la supervivencia y la esperanza está siempre presente, incluso en los momentos más oscuros. ¡Nos vemos en el próximo capítulo!