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Chapter 87 - cap 87

El aire en el campo de batalla era pesado, impregnado del vestigio de la reciente explosión. Las cenizas aún flotaban en el aire cuando Naegi Makoto, con su característica calma y amabilidad, miró a su alrededor, tratando de entender lo que acababa de suceder. Había enfrentado a Ismail, un antiguo amigo transformado en un monstruo, y había logrado salir adelante gracias a su ingenio y la ayuda de sus compañeros. Sin embargo, el verdadero desafío parecía apenas comenzar.

Al lado de Naegi, Tod, el soldado que había luchado a su lado, se encontraba de rodillas, respirando con dificultad. Naegi había estado tan concentrado en la batalla que no había notado las heridas que adornaban el cuerpo de su compañero. "¿Estás bien?" preguntó, su voz llena de preocupación.

"Estoy bien", respondió Tod, aunque su rostro pálido decía lo contrario. "Solo un poco… desangrado", añadió, intentando forzar una sonrisa que no pudo sostener. La verdad era que, a pesar de haber derrotado a Ismail, la victoria había dejado una sensación amarga en su interior.

Mientras Naegi ayudaba a Tod a levantarse, sus pensamientos regresaron a la lucha. Había sido un momento crítico; el ataque de Ismail había estado a punto de llevarse a uno de ellos, pero gracias a la astucia de su equipo, habían logrado salir airosos. Sin embargo, la sensación de peligro seguía latente. "Debemos regresar con los demás", sugirió Naegi, sintiendo que su responsabilidad no terminaba en la batalla.

A medida que caminaban, el silencio se hacía incómodo. Naegi, siempre el optimista, intentó romper la tensión. "Lo hicimos bien, ¿no crees? Derrotamos a un enemigo formidable". Sin embargo, Tod no respondió de inmediato, su mente parecía atormentada por algo más profundo. "Naegi…" comenzó, su voz temblando un poco. "¿Alguna vez has sentido que, a pesar de todo, has fallado?"

Naegi frunció el ceño, sorprendido por la pregunta. "¿Fallado? No creo que sea eso lo que pasó. Luchamos juntos y ganamos. Eso es lo que importa". Pero la inseguridad en los ojos de Tod le decía que la respuesta no era tan simple. "No se trata solo de ganar o perder", dijo Tod, sacudiendo la cabeza. "Es sobre las decisiones que tomamos. ¿Qué pasa si… si lo que hicimos solo lo convirtió en algo peor?"

Las palabras de Tod resonaron en el corazón de Naegi. Había visto lo que Ismail se había convertido, y no podía evitar preguntarse si habían hecho lo correcto. "A veces, las decisiones son difíciles de entender", respondió Naegi, tratando de consolar a su amigo. "Lo que importa es que intentamos salvarlo. Hicimos lo que pudimos".

Tod lo miró con una mezcla de gratitud y tristeza. "Gracias, Naegi. A veces me pregunto si realmente soy un héroe o solo un… un monstruo en el fondo". La vulnerabilidad en su voz era palpable, y Naegi sintió una punzada de empatía.

"Todos tenemos un lado oscuro", dijo Naegi, recordando sus propios momentos de duda y miedo. "Lo importante es cómo elegimos enfrentarlo. No estás solo en esto, Tod. Siempre estaré a tu lado". La calidez de sus palabras parecía calmar un poco la tormenta en el corazón de su compañero.

De repente, un ruido rompió su conversación. Un crujido a sus espaldas los hizo girar, y en ese momento, un destello de peligro iluminó el rostro de Naegi. Con reflejos instintivos, empujó a Tod a un lado justo cuando un hacha cortaba el aire, deteniéndose a milímetros de su cuello.

"¿Qué demonios?" exclamó Naegi, su corazón latiendo a mil por hora. Al darse la vuelta, vio a Tod, ahora con una mirada fría y calculadora, sosteniendo el hacha con firmeza. "¡Tod, ¿qué estás haciendo?!"

Las palabras se quedaron atascadas en su garganta mientras comprendía la verdad: todo había sido una actuación. La preocupación, las heridas, incluso su declaración sobre Katia, todo era un engaño para acercarse a él. La traición se filtraba en cada palabra de Tod. "¿Por qué?" preguntó Naegi, el dolor en su voz era evidente.

"Porque necesito que entiendas, Naegi. No hay verdaderos héroes aquí. Solo aquellos que se engañan a sí mismos", respondió Tod, su voz firme pero en el fondo llena de una tristeza que hacía eco en su propio corazón. "He estado observándote, y sé que eres fuerte. Pero también eres ingenuo. Debes aprender que el mundo no es blanco y negro".

Naegi sintió una mezcla de frustración y tristeza. "No puedo… no puedo aceptar que todo esto sea solo un juego para ti. La vida de los demás no es un entretenimiento". Pero Tod simplemente sonrió, una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. "Quizás no deberías ser tan confiado, Makoto. A veces, la única forma de sobrevivir es ser un poco más como yo".

El aire se volvió tenso entre ellos, y Naegi sintió que el peso de la traición caía sobre sus hombros. Había luchado por lo que creía, y ahora estaba enfrentando a alguien a quien había considerado un aliado. "No quiero pelear contigo, Tod", dijo, su voz temblando. "No de esta manera". Pero Tod ya había tomado su decisión.

La batalla final comenzó, y Naegi se encontró luchando no solo por su vida, sino también por la esperanza de que aún había algo bueno en su amigo. A medida que el hacha de Tod cortaba el aire, Naegi esquivaba, tratando de encontrar una forma de llegar a la humanidad que una vez creyó que existía en él.

"¡Detente, Tod! ¡Esto no es lo que quieres!" gritó Naegi, recordando todos los momentos en los que habían trabajado juntos, las risas y las dificultades que habían superado. "¡Recuerda quién eres! ¡Recuerda a Katia, a todos los que te importan!"

Pero la respuesta de Tod fue un golpe más fuerte, un eco de la ira y el dolor que había estado acumulando. "¡No me hables de eso! ¡Esa vida es una ilusión! ¡El mundo es cruel y si no te adaptas, te consumirán!".

A medida que la pelea continuaba, Naegi se dio cuenta de que la verdadera batalla no era solo contra Tod, sino contra la oscuridad que ambos llevaban dentro. "Si caes en la desesperación, solo te convertirás en lo que más temes", le dijo, intentando, con cada palabra, alcanzar la parte de Tod que aún podía escuchar.

Finalmente, en un momento de claridad, Naegi logró desarmar a Tod, haciendo que el hacha volara lejos de ellos. Ambos se quedaron respirando pesadamente, sus miradas entrelazadas. "No tienes que ser esto", dijo Naegi, su voz llena de determinación. "Hay esperanza, incluso en la oscuridad".

Tod, ahora desarmado y con el rostro lleno de confusión y dolor, pareció desmoronarse. "¿Y si no puedo volver atrás? ¿Y si he cruzado la línea?"

"Siempre hay un camino de regreso", respondió Naegi con firmeza. "Y siempre habrá quienes te apoyen. No estás solo, Tod. Nunca lo has estado".

Las palabras parecieron llegar a la parte más profunda del corazón de Tod, y por un instante, el odio y la desesperación dieron paso a la vulnerabilidad. "Naegi…" comenzó, pero antes de que pudiera terminar, una sombra se cernió sobre ellos.

Un nuevo enemigo había llegado, pero esta vez, Naegi y Tod estaban juntos, dispuestos a enfrentarlo codo a codo. La luz de la esperanza brillaba nuevamente, incluso en medio de la oscuridad. Así, con el peso de sus decisiones aún presente, ambos sabían que su verdadera batalla apenas comenzaba.

Naegi Makoto se encontraba en un estado de shock tras la explosión que había acabado con Ismail, un evento que había resquebrajado no solo el entorno a su alrededor, sino también la relación que había comenzado a forjar con Tod. El caos reinaba, y aunque estaba malherido, la adrenalina del momento le permitió ignorar el escozor de sus heridas. Sin embargo, el verdadero golpe vino cuando, en lugar de la camaradería que había esperado, Tod lanzó un ataque por la espalda, dirigiendo su mano con un cuchillo hacia el cuello de Naegi. Instintivamente, el joven activó su mano oculta, bloqueando el ataque con un movimiento rápido y decidido.

—¿Por qué me estás traicionando? —preguntó Naegi, sus ojos reflejando confusión y desilusión.

Lo que había comenzado como una lucha por la supervivencia se había convertido en una lucha por la comprensión. Había creído que, tras haber sobrevivido juntos a tantas adversidades, podrían convertirse en amigos. Sin embargo, la respuesta de Tod fue fría y distante.

—Poco a poco, has hecho que pierda la confianza en ti —declaró Tod, su mirada cargada de resentimiento. Naegi sintió cómo una punzada de tristeza le atravesaba el corazón. Recordaba con claridad las veces que habían luchado codo a codo, pero esas memorias se desvanecían ante la sombra de los recuerdos oscuros que Tod llevaba consigo. Había sido un adversario formidable, uno que había causado la muerte de muchos de sus amigos. Con cada encuentro, Naegi había perdido a más compañeros, y los ecos de sus gritos aún resonaban en su mente.

El fuego que había consumido el bosque del pueblo de SRC, el asalto a la fortaleza de Guaral, la masacre en la Isla Juni... Todo eso se aferraba a su corazón como un peso insoportable. Pero gracias a su habilidad de retorno por muerte, Naegi había podido borrar esas experiencias de la memoria de los demás, mientras que él mismo llevaba el peso de los recuerdos. Era una carga solitaria y dolorosa.

—No seas hipócrita. Acabas de evitar mi ataque porque nunca bajaste la guardia contra mí —respondió Tod, su voz llena de desprecio al ver el hacha flotando en el aire, sostenida por la mano oculta de Naegi. Para él, esa hacha simbolizaba no solo la amenaza que representaba, sino también el miedo que lo dominaba.

—No te equivocas —replicó Naegi con voz temblorosa—. No planeaba hacerte volar con la explosión de antes. Realmente quería cooperar contigo.

Tod lo miró con desconfianza, sus ojos fríos como el acero. —Simplemente no podemos entendernos. Desconfío de los demás, y tú crees ciegamente en ellos. Nuestros valores son incompatibles.

La tristeza invadió a Naegi. La lucha que se avecinaba entre ellos no solo era física, sino también emocional. Se habían enfrentado en muchas ocasiones, pero en este momento, el peso de sus decisiones se cernía sobre ellos como un manto de sombras.

—Si me matas aquí, ¿cómo te encargarás de los zombies? —preguntó Naegi, intentando apelar a la lógica de Tod.

—Gracias a tu ayuda, Katia está a salvo y cerca de las murallas. Si ella está bien, puedo arreglármelas para escapar. Ahora estoy mejor sin ti —respondió Tod, su voz implacable.

—¿Por qué lo haces? —Naegi insistió, su corazón latiendo con fuerza. —No planeo atacar a Katia, ni tengo la intención de luchar contigo.

—Pero estabas dispuesto a elegir entre salvar a Katia o no, ¿verdad? —replicó Tod, su mirada penetrante.

Naegi sintió que su mente se nublaba. No comprendía el pensamiento que guiaba a Tod. Entonces, la tensión se rompió cuando Tod se lanzó hacia él, un movimiento repentino y violento. Sin embargo, antes de que pudiera ejecutar su ataque, Naegi sintió un dolor agudo en su muslo. Un cuchillo había sido lanzado, y el impacto lo hizo caer al suelo. El dolor en su nuca resonó mientras sus pensamientos se desdibujaban.

El hacha estaba a punto de caer sobre él, pero a pesar de haber perdido su mano oculta debido a la concentración, Naegi fue capaz de reunir sus fuerzas. Una nueva mano oculta emergió de su pecho y, con un esfuerzo monumental, logró detener el hacha de Tod justo a centímetros de su rostro.

—Eres demasiado resistente. Solo muérete ya —gritó Tod, empujando con todas sus fuerzas.

Naegi luchó con todo lo que tenía, sus tres brazos sosteniendo el hacha, pero la presión era abrumadora. Era una escena surrealista, casi cómica, en medio de una guerra donde seres mucho más poderosos estaban enfrentándose. Sin embargo, para ellos, esta era la batalla decisiva, una que definiría sus destinos.

—Eres inconsistente. Tus ojos dicen que estás dispuesto a morir, pero te resistes —replicó Tod, su voz llena de desprecio.

Naegi, con la sangre goteando de sus orejas por el esfuerzo de mantener la mano oculta, sentía que su energía se desvanecía. Sin embargo, no podía rendirse. Tenía que encontrar una manera de resolver esta confrontación antes de que la situación se tornara irreversible.

Fue entonces cuando un rugido resonó en la distancia, y la grieta en la represa de agua se expandió. Naegi miró con horror cómo el gran muro se desmoronaba, el agua desatada comenzando a inundar la capital. Todo su ser se activó, y aprovechando la distracción, rodó hacia un lado mientras el hacha de Tod caía al suelo.

—¡Eso fue peligroso! —pensó, una pequeña risa escapándose de sus labios mientras intentaba levantarse, ignorando el dolor que lo invadía. Sin embargo, el alivio fue efímero.

Tod, habiendo caído sobre su propia hacha, se levantó, aunque herido. Con un movimiento rápido, arrancó el hacha de su pecho, y a pesar de la herida, se erguía con determinación.

—Al fin te diste cuenta —dijo Tod, mostrando repulsión hacia sí mismo—. Pero ahora podemos luchar sin reservas.

Naegi sintió que su corazón se hundía al escuchar la revelación que estaba a punto de desvelarse. Lo que había sido un soldado del imperio, un hombre con un pasado que lo perseguía, se transformó en un ser que había sido marcado como un monstruo. Tod reveló su verdadera naturaleza: era un hombre lobo, una existencia repudiada en el imperio de Bakia.

—¿Eres un hombre lobo? —preguntó Naegi, el asombro y la tristeza llenándolo. La historia de los hombres lobo, su persecución y odio, se desnudó ante él, llevándolo a cuestionar todo lo que había creído.

Tod se transformó, su cuerpo cambiando ante los ojos de Naegi. Ya no era solo un soldado; se había convertido en un símbolo de todo lo que temía. El espíritu de lucha de Naegi se intensificó, pero también se mezcló con la compasión. No quería luchar, no quería que esto tuviera que ser así.

—No voy a matarte —declaró Naegi con firmeza, aunque su corazón latía con miedo.

La risa de Tod resonó, una risa amarga. —Eres un monstruo, mucho más que ese zombie. No te das cuenta de que decides quién vive y quién muere.

El enfrentamiento alcanzó su clímax. Tod saltó hacia Naegi, hacha en mano, pero en un acto desesperado, Naegi recogió un cuchillo y lo incrustó en la boca del hombre lobo. La lucha era feroz, el eco de sus gritos se mezclaba con el caos de la ciudad.

Y entonces, en medio de la confusión, una voz angelical cortó el aire, resonando en el corazón de Naegi. Era Emiilia, quien lo había encontrado en su momento más sombrío. Ella lo salvó, y con su llegada, la balanza de la batalla comenzó a cambiar.

Naegi fue rescatado por Emilia y Rem, quienes le ofrecieron una oportunidad de sanar. Mientras su conciencia se desvanecía, el joven se sintió frustrado, sin poder comprender la complejidad de la vida que había llevado Tod. En su mente, el eco de la última batalla resonaba, una lucha entre el entendimiento y el odio, entre la vida y la muerte.

La historia de Tod Fang, un soldado marcado por su naturaleza, quedaría grabada en su corazón. Pero lo más importante, Naegi había aprendido que incluso en un mundo lleno de sombras y monstruos, la esperanza siempre podía renacer, y la amistad, aunque difícil, era un camino que valía la pena recorrer.

Con sus fuerzas desvaneciéndose y el eco de la batalla aún resonando en su mente, Naegi se desmayó, dejando atrás las sombras del pasado y abrazando la luz del futuro.