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Chapter 84 - cap 84

El campo de batalla se extendía ante Tod como un mar de caos y confusión, donde los ecos de gritos y el estruendo de las explosiones resonaban en sus oídos. A pesar de haber logrado eliminar a tres oponentes, su corazón estaba en un torbellino de emociones. La sensación de haber derrotado solo a los más débiles lo dejó con un vacío que la victoria no podía llenar. Era consciente de que los tres que quedaban frente a él —dos chicas y un chico con una apariencia delicada— no eran oponentes comunes.

Mientras sus pensamientos se entrelazaban, Tod observaba a esos tres. La mirada del chico, astuta y calculadora, le recordó a un depredador acechando a su presa. En su interior, un instinto de supervivencia se encendió; debía actuar con cuidado. La batalla no era solo un enfrentamiento físico, sino también un juego de astucia y estrategia. "No creo que las mujeres ni los niños presentes en este campo de batalla sean indefensos", reflexionó, considerando las posibilidades.

En ese momento, la perspectiva cambió a Otto, quien se encontraba en una situación similar. Había llegado al imperio de Bolaquia con la intención de rescatar a Naegi y Rem, pero ahora se encontraba atrapado en la vorágine de una guerra que no le pertenecía. La presión sobre sus hombros era abrumadora. "Si solo pudiera evitar más derramamiento de sangre", pensó, mientras manipulaba la información que llegaba al emperador Vincent. Su deseo de proteger a sus seres queridos chocaba con la realidad de la guerra.

Otto observó al soldado imperial que se aproximaba, empuñando un hacha. La tensión en el aire era palpable. Con un grito, Otto empujó a Petra detrás de él, consciente de que el enemigo era astuto y pragmático. En ese instante, la guerra de palabras se convirtió en un enfrentamiento físico. Las acciones hablaban más que cualquier diálogo; el hacha se lanzó hacia él, pero Otto esquivó con agilidad, preparándose para contraatacar.

Mientras tanto, Petra, la joven que había prometido no rendirse, se encontraba en un rincón oscuro de su mente, luchando contra sus propios demonios. "No puedo permitirme fallar", pensó, mientras se preparaba para lanzar su magia. Las palabras de Otto resonaban en su cabeza, dándole fuerzas. "Número 7", gritó, y en un instante, su magia iluminó el campo, creando una explosión que distrajo a Tod.

La explosión fue suficiente para darle a Medium la oportunidad de atacar. A pesar de ser joven, su determinación brillaba con la intensidad de un fuego inextinguible. "No puedo dejar que esto termine aquí", se repetía a sí misma. La danza de espadas comenzó, y aunque el peligro la rodeaba, el espíritu de lucha la impulsaba hacia adelante.

Las instrucciones de Otto guiaban cada uno de sus movimientos. "Número 4", gritó, y Petra asintió, lanzando magia hacia el lugar designado. La explosión resultante hizo que Tod se detuviera, sorprendido. La batalla se tornaba más intensa, y el sudor corría por sus frentes mientras ambos bandos luchaban por mantener el control.

Sin embargo, el soldado imperial no se rendiría fácilmente. "Es mejor no perder el tiempo con ustedes", murmuró Tod, mientras se lanzaba hacia Otto y Petra con una ferocidad implacable. Pero en medio de la confusión, un nuevo aliado apareció. Aldebarán, un guerrero conocido por su habilidad y valentía, intervino en el momento crítico, bloqueando el hacha que amenazaba a Medium. Su llegada fue como un rayo de esperanza en medio de la tormenta.

"Lo siento por interrumpir, pero tenía que venir aquí", dijo Aldebarán con una calma inquietante. Su presencia, serena y decidida, trajo un nuevo aire a la batalla. Tod, que había enfrentado a innumerables adversarios, sintió una punzada de preocupación. Este nuevo oponente no era alguien a quien subestimar.

Mientras todos se reorganizaban en el campo de batalla, la tensión crecía. Los lazos que se formaban entre los combatientes eran más fuertes que cualquier espada. A pesar de la adversidad, la determinación y la amistad comenzaron a brillar a través del caos. Tod, Otto, Petra y Medium se dieron cuenta de que su lucha no era solo por ellos mismos, sino por un futuro que deseaban proteger.

El sonido de las explosiones resonaba en sus oídos, pero sus corazones latían al unísono. Era un recordatorio de que, a pesar de la mala suerte que había seguido a Tod, la esperanza podía surgir incluso en los momentos más oscuros. Con la llegada de Aldebarán, un nuevo capítulo se abría ante ellos, lleno de posibilidades y desafíos. En el fragor de la batalla, el destino de todos se entrelazaba, y el verdadero significado de la lucha comenzaba a revelarse.

Así, mientras el polvo se asentaba y los ecos de la guerra continuaban, los cuatro se preparaban para enfrentar lo que vendría, sabiendo que juntos podrían superar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino. La historia de su lucha apenas comenzaba, y su determinación brillaría como una luz en la oscuridad.

La batalla en el bastión estaba en su clímax, y la tensión se palpaba en el aire. Cecilus y Emilia se encontraban en una feroz confrontación con Mesorea, el dragón divino. Sin embargo, en otro lugar, las cosas se tornaban igual de intensas. Garfield, con su fuerza evidente, se encontraba enfrentando a un oponente formidable, Albart, un viejo guerrero cuyas habilidades eran legendarias. La situación parecía desesperada; Garfield sabía que su nivel de poder no era suficiente para hacer frente a Albart, y su determinación podía verse en la mirada que lanzaba al viejo.

En ese momento crítico, el destino le sonrió a Garfield, quien estaba a punto de ser abatido. Rosw, el intrigante personaje que había revelado un pasado sorprendente con los ninjas fugitivos, apareció en el instante justo. Con una habilidad impresionante, detuvo el ataque mortal que Albart había lanzado. "No estás apuntándome a mí, sino a él", dijo Rosw, mientras desarmaba a Albart con su espada corta, un arma peculiar conocida como "sa". Era un arma diseñada para enganchar las espadas del oponente y desarmarlo, y en este momento, su destreza había salvado a Garfield.

Albart, con un resplandor de interés en sus ojos, comenzó a inquirir sobre el pasado de Rosw y su enfrentamiento con los ninjas. Aunque Rosw respondió con una sonrisa, su historia estaba llena de misterios que dejaron a todos desconcertados. "Era hace 40 años", dijo, provocando una reacción de sorpresa en los presentes. ¿Cómo podía alguien que aparentaba tener apenas 30 años haber tenido experiencias tan antiguas?

Garfield, sintiendo la presión de la batalla y la burla de sus oponentes, se sintió abrumado. Sin embargo, la voz de Rosw resonó en sus oídos: "No juzgues mal su tipo de fuerza. Eres fuerte, por eso tu oponente intenta evitar luchar dentro de tu arena". Esa frase encendió una chispa de determinación en Garfield. Con un nuevo sentido de propósito, se preparó para trabajar junto a Rosw y enfrentarse a Albart.

Mientras tanto, en medio de la confusión de la batalla, Naegi Makoto reflexionaba sobre la naturaleza del heroísmo. "El héroe siempre llega tarde", resonaba en su mente, un pensamiento que lo inquietaba. En un manga o una película, podría ser una historia común, pero para él, en esta realidad, no podía permitirse pensar así. Cuanto más rápido llegara alguien con las capacidades de un héroe para resolver las cosas, mejor sería. Con esa determinación, gritó: "¡Hagámoslo, Beatriz!"

Beatriz, al escuchar el llamado de Naegi, desató un poder devastador sobre el campo de batalla. Nubes moradas comenzaron a formarse, absorbiendo la energía de los enemigos y dejándolos incapacitados. El batallón Pleyades avanzó, desarmando a los rivales pero sin matar, cumpliendo con la orden de Naegi de reducir las bajas. "Odio el Imperio de Bakia", murmuró Naegi, recordando la razón detrás de su lucha. Era su venganza, y cada paso que daban los acercaba más a su objetivo.

En medio del caos, Gustav se dirigió hacia Naegi, planteando la cuestión crucial: "¿Debemos continuar hacia la ciudad Imperial o ir a apoyar a los otros bastiones?" La mente estratégica de Naegi brilló en ese momento. "Hagamos ambas cosas", dijo, tomando una decisión audaz. Dividirían su fuerza, enviando a Gustav a apoyar a las otras batallas mientras Naegi continuaba hacia el trono.

Mientras tanto, en el corazón del Palacio de Cristal, el falso emperador se encontraba sentado en el trono, sintiendo el peso de los eventos que se desarrollaban. "¿Quién diría que serían tan persistentes?", murmuró, mientras el verdadero emperador, Abel, se preparaba para enfrentarlo. En el silencio de la sala, la tensión se palpaba.

El primer ministro, Verst, se encontraba afuera, sintiendo que algo extraño estaba sucediendo. La puerta del trono estaba sellada, impidiendo cualquier entrada. "¿Qué está pasando?", preguntó, sintiendo el inminente peligro.

En la batalla, Ram utilizaba su magia de viento de manera ingeniosa, potenciando los ataques de las guerreras Sudra contra los golems de piedra, mientras Mel se lanzaba con determinación, desatando su furia contra el enemigo. Sin embargo, un nuevo desafío emergía en el campo de batalla: el gigante de hierro, Moguro Hagane, había despertado y comenzaba a avanzar, amenazando con desbordar a los guerreros.

En el bastión, Cecilus continuaba luchando contra Mesorea, viéndose frustrado al ver cómo el dragón se daba la vuelta y comenzaba a alejarse volando. "¡Espera! ¡Esto no puede estar pasando!", gritó Cecilus, incapaz de aceptar la huida de su rival.

En el salón del trono, Abel se enfrentaba al falso emperador, reconociendo la traición que había llevado a su destierro. La tensión aumentaba, y en un instante crítico, se desató un ataque inesperado. Una luz blanca atravesó la sala, y el destino de Vincent Bakia se selló en ese momento.

La batalla continuaba, y cada decisión que tomaban los protagonistas marcaba el rumbo de su historia. La guerra no solo era una lucha por la victoria, sino una búsqueda de la verdad y la redención en un imperio desgarrado por la traición. La noche se acercaba, y con ella, los ecos de un nuevo amanecer.