Naegi Makoto se encontraba en una situación que jamás había imaginado. La adrenalina de la aventura lo envolvía, pero en su interior, un nudo de ansiedad se formaba irremediablemente. La teletransportación con Louis había sido una experiencia abrumadora, como si un viaje en montaña rusa le hubiera revuelto el estómago. Sin embargo, su deseo de ayudar a sus amigos y su sentido de responsabilidad eran más fuertes que cualquier malestar físico.
"Vamos, Louis," dijo Naegi, señalando con su dedo índice hacia el castillo que se alzaba imponente ante ellos. "Debemos llegar ahí."
El castillo, con sus muros altos y vigilados, parecía un laberinto de oscuridad y secretos. Al llegar, se encontraron con la puerta custodiada por guardias, lo cual les obligó a buscar una entrada alternativa. Con un gesto nervioso, Naegi apretó la mano de Louis mientras susurraba: "Tengamos cuidado para que no nos encuentren." La tensión en el aire era palpable, y el corazón de Naegi latía con fuerza mientras se deslizaron por el costado del castillo.
Louis, mostrando su entendimiento de la situación, utilizó su habilidad para teletransportarlos a través de los muros. Sin embargo, Naegi había aprendido que el uso excesivo de esta habilidad podía hacer que se sintiera enfermo, así que se limitó a dos teletransportes a la vez. Aún así, su miedo se intensificó al pensar en la posibilidad de aparecer en una habitación llena de gente. Sin embargo, el destino les tenía otros planes. En el momento justo en que lograron infiltrarse, se encontraron cara a cara con la última persona que querían ver: Llorona, la temida dueña del castillo.
"Es tan lindo ver a los niños tomados de la mano," dijo Llorona, su voz suave pero llena de un aire inquietante. Naegi, paralizado, intentó procesar lo que estaba sucediendo. Hace apenas un momento, el pasillo estaba vacío, y ahora se encontraba rodeado por la figura imponente de la mujer que había despertado tanto temor en él. "No conozco a ninguno de ustedes dos," continuó, fumando tranquilamente de su pipa.
"¿Por qué has venido a mi castillo?" preguntó con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. Su mirada penetrante parecía escanear cada rincón del alma de Naegi.
Naegi, tartamudeando, finalmente encontró su voz. "Jorn-sama, estamos buscando a Tanza." El nombre de la chica resonó en el aire, y una sombra de preocupación cruzó el rostro de Llorona.
"Desafortunadamente, la envié a hacer un recado y aún no ha vuelto," respondió ella, lo que provocó que la ansiedad de Naegi se intensificara. Sin embargo, al darse cuenta de que Llorona no los había descubierto por completo, se sintió un poco más aliviado. La mujer no parecía haber comprendido la magnitud de su misión, solo pensaba que eran niños perdidos en su castillo.
"¿Acaso vinieron por Tanza?" preguntó, su tono más amable de lo que Naegi había anticipado.
"Sí…" dijo Naegi, sintiendo la presión de la situación. En ese instante, Louis le apretó la mano, como si le estuviera sugiriendo que escaparan, pero algo dentro de él le dijo que debían quedarse y hablar.
"Tanza se esfuerza mucho por mí, pero no debe olvidar las promesas que les hace a sus amigos," continuó Llorona mientras caminaba por el pasillo, su voz tonificándose con un aire maternal. Naegi, confundido, comenzó a notar un cambio en el aura de la mujer. Ella no era la figura malvada que había imaginado; era más bien una cuidadora, una madre para aquellos que vivían en la ciudad demoníaca.
"Pueden esperar a Tanza en una habitación hasta que ella regrese," dijo Llorona, y Naegi sintió que una pequeña chispa de esperanza se encendía en su interior. A pesar de la tensión, había algo reconfortante en su presencia.
Mientras caminaban, Llorona comenzó a hablar sobre la ciudad, compartiendo sus pensamientos sobre aquellos que la habitaban. "Esta ciudad está llena de gente que le cuesta vivir en otras ciudades," dijo, su mirada perdida en la distancia. "Algunos de ellos hablan y son ignorados. Por eso tengo que escucharlos. Si no, ¿quién más lo hará?"
Las palabras de Llorona resonaron en el corazón de Naegi. De repente, él comprendió que ella no era la tirana que había imaginado, sino alguien que intentaba proteger a los marginados. Ella había creado un refugio, un lugar donde aquellos que eran olvidados por el mundo podían encontrar un hogar.
"Lo siento," murmuró Naegi, sintiendo que debía disculparse por haberla juzgado tan apresuradamente.
"No hay nada de qué disculparse," respondió Llorona, su voz suave. "A veces, las personas poderosas dan miedo porque están asustadas. Algunas cosas son más fáciles de superar cuando tienes miedo."
Naegi reflexionó sobre sus palabras. La vida siempre había estado llena de miedos, y aunque él solía ser el que se enfrentaba a ellos, esta experiencia le había mostrado que incluso los más fuertes podían tener sus inseguridades. "¿Usted realmente me escucharía?" preguntó finalmente, sintiendo el peso de la incertidumbre en su pecho.
"Claro," respondió Llorona, "pero primero, ¿qué te ha parecido esta ciudad?"
Naegi tomó un momento para pensar. "Es una ciudad animada, llena de vida," dijo, eligiendo cuidadosamente sus palabras. "Hay tantas personas aquí, y cada una tiene su propia historia."
"Eres un niño honesto," le dijo Llorona, sonriendo. "Eso es lo que me gusta de ti." La conversación fluyó, y en medio de la incertidumbre, Naegi comenzó a sentirse un poco más a gusto. Pero la sombra de Abel y su plan seguía acechando en su mente.
Mientras conversaban, el ambiente se tornó más distendido, pero Naegi sabía que la situación seguía siendo peligrosa. Sin embargo, no podía evitar sentir que estaban en un momento crucial. La revelación de la verdadera naturaleza de Llorona cambió su visión de la ciudad y sus habitantes.
Sin embargo, la tranquilidad no duró. Una explosión resonó en el castillo, sacudiendo los cimientos de lo que parecía ser un refugio seguro. Naegi se sobresaltó, el temor volviendo a apoderarse de su corazón. Llorona se volvió, su rostro ahora grave. "Parece que la batalla ha comenzado," dijo, y su tono dejaba claro que ya no había vuelta atrás.
"¿Qué está pasando?" preguntó Naegi, sintiendo cómo el pánico comenzaba a invadirlo nuevamente.
"Es la consecuencia de jugar con fuerzas que no comprendes," respondió Llorona. "Y tú, niño, te has metido en un mundo que no es tuyo."
Naegi sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. La lucha había comenzado, y él se encontraba en el medio de una guerra que no había solicitado. Pero algo dentro de él, esa chispa de determinación, se reavivó. Había llegado hasta aquí, había enfrentado tanto y no podía rendirse ahora.
"¡Louis!" gritó, buscando a su amiga, pero el caos de la batalla lo envolvía. Sin embargo, en ese momento crucial, recordó las palabras de Llorona.
"Si no escuchamos, ¿quién más lo hará?," murmuró, sintiendo que su misión no había terminado.
Las sombras de la batalla se alzaban a su alrededor, y aunque el miedo acechaba, había una luz en su interior que lo empujaba hacia adelante. Naegi sabía que debía encontrar su camino, no solo por sí mismo, sino también por aquellos que dependían de él. Y, al igual que siempre, se proponía enfrentarlo con amabilidad y una firme determinación, sin importar cuán oscura se volviera la noche.
Y así, mientras el castillo crujía bajo el peso del conflicto, Naegi se preparó para lo que vendría. Con la mano de Louis apretada en la suya, dio un paso hacia el futuro, decidido a desentrañar los secretos de la ciudad demoníaca y proteger a aquellos que amaba. La batalla apenas comenzaba.
Naegi Makoto se encontraba en un estado de agotamiento emocional, un sentimiento que parecía estar siempre presente desde que había caído en este interminable ciclo de muerte y desesperación. Sin embargo, había algo diferente en este momento. Después de tantas experiencias traumáticas, había adquirido una especie de determinación que lo mantenía firme, aunque su corazón aún estaba lleno de miedo y tristeza. Se encontraba en un lugar oscuro, rodeado de sombras y recuerdos dolorosos, pero sabía que debía seguir adelante por aquellos que dependían de él.
La última explosión resonó en sus oídos como una sinfonía de destrucción, y por un instante, todo se detuvo. Naegi gritó, un grito que salía de lo más profundo de su ser, un grito de frustración y de impotencia. Se agachó, cubriendo su cabeza con las manos, recordando un consejo que había escuchado en la televisión: abrir la boca y taparse los oídos para evitar el daño. La explosión fue levemente contenida esta vez, y aunque la fuerza lo lanzó varios metros hacia atrás, estaba vivo, con algunos rasguños pero, sobre todo, con una nueva determinación.
A medida que la confusión comenzaba a disiparse, una ola de alivio lo invadió. Era la primera vez que había logrado sobrevivir a la primera explosión en este interminable ciclo de muertes. Sin embargo, esa sensación de triunfo fue efímera. Old Bar, el viejo ninja, apareció de repente, atacando a su grupo con la furia de un depredador. En un instante, la tragedia se desató nuevamente. Louise, su leal amiga, se interpuso en su camino, y Naegi, sintiendo que la historia se repetía, se dio cuenta de que debía actuar rápidamente.
Con su corazón latiendo con fuerza, él tomó una decisión. "No dejaré que esto termine así", pensó, mientras observaba cómo el ciclo de desesperación se repetía una vez más. La muerte de Louise lo golpeó con una dureza que lo dejó sin aliento. Pero en medio de su dolor, una chispa de esperanza surgió. Sabía que había aprendido de sus errores, que había visto el camino hacia la supervivencia en el pasado. Esta vez, no gritaría, no se dejaría llevar por el pánico. Se mantendría firme y encontraría una manera de romper el ciclo.
El siguiente bucle comenzó, y como siempre, se preparó para la explosión. Se cubrió y sobrevivió, pero esta vez no se detendría allí. Sabía que debía ser proactivo. En lugar de ser un simple espectador, decidió convertirse en un jugador en este juego mortal. La determinación brilló en sus ojos mientras observaba a sus amigos luchar a su lado. Sabía que no podía solo confiar en ellos; debía unirse a la batalla.
La batalla continuó, y Naegi se dio cuenta de que no estaba solo. Los lazos que había formado con Louise, Jonah y los demás eran su fuente de fuerza. Cuando Old Bar lanzó una lluvia de shurikens, él no se movió para esquivarlos. En su lugar, se preparó para lo inevitable, y cuando Louise se interpuso para protegerlo, sintió una mezcla de tristeza y gratitud. Era un recordatorio doloroso de lo que podía perder, pero también era un impulso que lo empujaba a luchar con más fervor.
Mientras la lucha se intensificaba, Naegi encontró un rincón de calma en medio de la tormenta. Recordando a sus amigos, a aquellos que habían luchado a su lado, hizo un esfuerzo consciente por no rendirse. Pensó en cómo cada uno de ellos enfrentaría esta situación. Se imaginó a Emilia usando su magia, a Subaru encontrando una forma de salvar a todos, y a cada uno de sus amigos aportando su fuerza única a la mesa. "No soy una carga", se dijo a sí mismo. "Soy parte de este grupo, y juntos podemos superar esto".
La voz de Old Bar resonó en su mente, burlándose de su determinación. Pero esta vez, en lugar de desanimarse, Naegi se llenó de valor. Extendió su mano hacia el cielo, recordando que había un futuro más allá de la oscuridad que lo rodeaba. "¡Voy a ganar!" gritó, mientras la luz de la esperanza brillaba en su corazón. No se dejaría vencer, no esta vez. Con cada segundo que pasaba, su determinación crecía, y la idea de que podía salvar a Louise y a sus amigos se convirtió en su mantra.
Finalmente, en un giro inesperado, logró atrapar a Old Bar, un movimiento que sorprendió incluso al viejo ninja. "¡Gané! ¡Te atrapé!", exclamó, con lágrimas en los ojos. Era un triunfo emocional, un acto de resistencia ante la adversidad. Old Bar, aunque renuente, tuvo que aceptar su derrota, y Naegi se sintió aliviado. Había logrado romper el ciclo, al menos por ahora.
Después de ese momento, la tensión se desvaneció. Louise lloraba de felicidad, y Naegi la abrazó, agradecido por su apoyo. Jonah, siempre la voz de la razón, se acercó para felicitarlos. A pesar de la locura que los rodeaba, en ese instante, Naegi sintió que había logrado algo significativo. Había encontrado la fuerza para luchar no solo por su supervivencia, sino por la de aquellos que amaba.
Sin embargo, la oscuridad aún acechaba en las sombras. Sabía que la batalla no había terminado, que había más desafíos por delante. Las palabras de Old Bar resonaban en su mente: "La guerra apenas comienza". Pero ahora, Naegi estaba listo. Sabía que no estaba solo y que juntos, con sus amigos a su lado, podrían enfrentar cualquier adversidad que se presentara.
Con una determinación renovada y el apoyo inquebrantable de Louise y Jonah, Naegi se preparó para lo que vendría. El verdadero desafío estaba a la vuelta de la esquina, pero esta vez no se rendiría. Había aprendido de su sufrimiento y estaba listo para luchar por su futuro y por el futuro de sus amigos.
Y así, mientras la luz del sol comenzaba a asomar en el horizonte, Naegi respiró hondo, listo para enfrentar el mundo que los esperaba, un mundo lleno de peligros, pero también de esperanza.