Después de la catástrofe que había sido la derrota de Arakya, la segunda general divina del imperio, el aire en el ayuntamiento se tornó pesado. Todos los presentes en la sala, incluidos los guerreros que habían luchado valientemente, sintieron el peso de la derrota, como si un manto de oscuridad se hubiese extendido sobre ellos. Todo lo que había sucedido en el campo de batalla resonaba en sus mentes, cada grito, cada choque de espadas y, sobre todo, la imagen del cuerpo de Arakya cayendo al suelo.
Mientras tanto, afuera del ayuntamiento, Tod y Jamal observaban con horror cómo el techo del edificio se desmoronaba. La devastación era palpable, y la confusión reinaba en el aire. "¿Qué carajos pasó en el ayuntamiento?" preguntó Jamal, su voz reflejando la incredulidad y el temor que ambos compartían. No había respuesta, solo un silencio abrumador que parecía burlarse de su desesperación.
En ese momento, una figura apareció en la entrada del ayuntamiento. Era Araya, la segunda general divina, que había cruzado la puerta principal con un ímpetu tan feroz que parecía que el tiempo se detenía a su alrededor. Era imposible no sentir que su llegada traía consigo la promesa de una batalla aún más intensa. Jamal, consciente de que no podía ofrecer mucho en un combate contra un general divino, decidió que su mejor opción sería apoyar a Araya desde la retaguardia.
"¡Quedémonos y ayudemos! No podemos huir ahora," dijo, su voz firme a pesar de la incertidumbre que lo rodeaba. Tod, aunque reticente, asintió, sabiendo que su amigo tenía razón. Ambos regresaron sigilosamente al interior del edificio, donde la batalla ya estaba en pleno apogeo. Desde un lugar seguro, observaron cómo Araya desataba su poder, utilizando una rama de árbol que parecía alterar la realidad misma con cada movimiento que hacía. Era una visión aterradora y maravillosa a la vez.
La batalla se intensificó cuando Priscilla, otra guerrera poderosa, hizo su entrada dramática desde un dragón volador. "Mátalos, Araya," gritó, y Tod sintió un escalofrío recorrer su espalda al ver la determinación en su rostro. Pero no todo salió como esperaban. La confrontación culminó con la muerte de Arakya, y con ello, la esperanza de recuperar la ciudad se desvaneció.
"Esto es un desastre," murmuró Tod, sintiendo que su corazón se hundía. La derrota de un general divino significaba que las fuerzas del imperio no dudarían en enviar más refuerzos. "Debemos salir de aquí. Ahora."
Jamal, aunque furioso y lleno de determinación, se opuso. "No estarás pensando en escapar, ¿verdad?" Su voz temblaba entre la rabia y la desesperación. Era evidente que su orgullo luchaba contra su sentido de supervivencia. "Voy a ayudar a Araya. No me importa lo que cueste."
La tensión entre ellos creció. Todo sabía que si no lograban salir ahora, sería demasiado tarde. "Jamal, escucha. Si mueres aquí, tu hermana… ¿quieres que ella sufra por tu imprudencia?" La mención de Katia pareció calar hondo en Jamal, quien vaciló, pero su deseo de luchar era fuerte.
"Entiendo cómo te sientes, pero lo que estás planeando es suicida," dijo Tod, intentando mantener la calma. "No somos invencibles. Ninguno de nosotros puede hacer frente a un general divino."
Finalmente, Jamal cedió, aunque no sin reticencia. La decisión de actuar había sido tomada, y se dirigieron a la cárcel donde Arakya podría estar retenida. Allí se encontraron con Holly, una guerrera de su drag, que custodiaba la prisión. Lo que siguió fue una feroz batalla entre ellos, donde la fuerza de Jamal se enfrentó a la resistencia de Holly. Mientras tanto, Tod, con su hacha, logró romper la cerradura de la jaula donde Arakya yacía.
"¡General Arakya, hemos venido a rescatarte!" exclamó, pero no obtuvo respuesta. La figura de Arakya, herida y vulnerable, yacía inconsciente en el suelo. El tiempo parecía haberse detenido mientras Tod contemplaba la magnitud de su misión.
"¡La tengo! Vámonos!" gritó Jamal, levantando su espada con determinación. Holly intentó detenerlos, pero la astucia de Tod y la fuerza de Jamal les permitieron salir del ayuntamiento y correr hacia las calles oscuras de la ciudad. Sin embargo, el peligro no estaba lejos, y pronto se encontraron rodeados por las guerreras de su drag, armadas y listas para atacar.
"¡Hacia la salida!" gritó Tod, pero una flecha pasó silbando, casi cortando su piel. En ese instante, se dio cuenta de que el tiempo se estaba agotando. "Jamal, tenemos que hacer algo. Vamos a dividirnos, yo… yo necesitaré que distraigas a las guerreras."
La mirada de Jamal se tornó sombría, pero entendió lo que se le pedía. "¿Estás seguro de que esto funcionará?"
"Confía en mí. Solo haz lo que te digo," respondió Tod, tratando de mantener su propia ansiedad a raya. Jamal asintió, y en un momento que pareció eterno, se lanzó hacia el grupo de enemigas, cortando flechas a su paso.
Mientras Jamal se enfrentaba a las guerreras, Tod se movió con rapidez hacia Arakya, su mente gritando que cada segundo contaba. "¡Por favor, aguanta!" murmuró, sintiendo que el peso de su misión se intensificaba a cada paso que daba.
Finalmente, en un giro del destino, la atención de las guerreras se centró en Jamal, quien con valentía aceptaba su destino. "Fuiste un tonto hasta el final," pensó Tod, mientras se alejaba, dejando atrás a su amigo en un acto de desesperación por salvar a Arakya.
Mientras se perdía en la oscuridad de las calles, un sentimiento de culpa lo abrazó. Había dejado atrás a Jamal, y aunque había logrado escapar con Arakya, las cicatrices de esa decisión lo perseguirían por siempre. "¿Qué tipo de amigo soy?" se preguntó, mientras su mente se llenaba de recuerdos de risas y promesas compartidas.
El camino hacia delante era incierto, pero una cosa era segura: la lucha no había terminado. Y aunque la suerte a veces parecía estar de su lado, lo que realmente necesitaba era el valor para enfrentar las consecuencias de sus decisiones.