El aire en la biblioteca estaba cargado de tensión. Naegi, todavía procesando lo que había experimentado en el salón de los recuerdos, miró a Beatriz y Echidna, ambas con expresiones de preocupación. La revelación de que había pasado una hora en trance dejó a todos inquietos. Beatriz, con su usual seriedad, comenzó a analizar la situación.
"Naegi," comenzó Beatriz, su voz firme, "si lo que dices es cierto, entonces el tiempo que pasaste allí no es simplemente una ilusión."
Naegi asintió, recordando vívidamente la lucha contra el arzobispo de la gula. "No era solo un sueño. Esa experiencia fue real. Luché por mis recuerdos, por la vida que había perdido." La manera en que sus palabras fluyeron hacia sus compañeras era casi como una súplica, un deseo de que entendieran la gravedad de su situación.
Echidna, siempre curiosa, preguntó: "¿Qué más sucedió en ese lugar? ¿Cómo era el arzobispo?" Naegi recordó la figura imponente de la gula, su risa burlona resonando en su mente. "Era… aterrador. La forma en que se alimentaba de los recuerdos de las personas era grotesca. No tenía compasión, solo un deseo insaciable de devorar lo que no le pertenecía."
Mientras Naegi relataba su experiencia, un temblor recorrió la torre. Las paredes vibraron, y el sonido de algo grande y amenazante resonó en el aire. Beatriz, al notar la inquietud de Naegi, rápidamente le explicó que mientras él estaba en trance, Charlia había detectado invasores. "No hay tiempo que perder. Debemos prepararnos para la batalla."
La urgencia en su voz fue suficiente para que Naegi comprendiera que no podían quedarse parados. "Julius," llamó Naegi mientras el joven entraba en la biblioteca, su rostro pálido. "¿Qué sucede? ¿Todos están bien?"
"Las bestias están atacando la torre," respondió Julius, con seriedad. "La señorita Charlia está conteniendo la horda, pero no sé cuánto tiempo podrá hacerlo. Necesitamos tu ayuda, Mail."
La mirada de Mail se volvió decidida. "¡No hay problema! Tengo algunos trucos bajo la manga." Mientras decía esto, su aura se intensificó, y Naegi sintió la familiaridad de su poder. Recordaba la vez que Mail había invocado a la lombriz de arena, y sabía que su presencia podría cambiar el rumbo de la batalla.
Sin embargo, no todo estaba bien. Naegi recordó la advertencia del arzobispo sobre sus recuerdos. "No olviden que el enemigo tiene acceso a nuestros recuerdos. Saben nuestras debilidades."
Echidna asintió, su expresión grave. "Tienes razón. Si pueden anticipar nuestros movimientos, será una gran desventaja para nosotros."
A medida que se dirigían al balcón, la vista del campo de batalla se extendía ante ellos. Charlia estaba en el borde, rodeada por un resplandor rojo mientras lanzaba hechizos a las criaturas que intentaban escalar la torre. Cada rayo de luz que disparaba era un recordatorio del poder que poseía, pero Naegi sabía que era solo cuestión de tiempo antes de que la horda de ma bestias superara su defensa.
"¡Maestro, observa!" gritó Charlia mientras invocaba un hechizo que acabó con decenas de bestias de un solo golpe. Naegi, impresionado, sintió que debía recompensarla después de esta batalla. Pero la urgencia del momento lo llevó a concentrarse en la tarea en cuestión.
"Primero tenemos que superar esto. Esa es nuestra máxima prioridad," declaró Naegi, intentando mantener la calma. "Mail, ¿puedes controlar a las criaturas que están atacando? Necesitamos que se concentren en la horda."
"Déjamelo a mí," respondió Mail con una sonrisa desafiante. Extendió sus manos y, con un gesto, evocó a la lombriz de arena que había usado en el pasado. El enorme gusano emergió de la arena, aplastando a las bestias cercanas con un solo movimiento.
Mientras la batalla continuaba, Naegi comenzó a formular un plan. Pensó en los cinco obstáculos que se interponían en su camino: las ma bestias, el arzobispo de la gula, el escorpión titánico que vagaba por la torre, la sombra oscura que amenazaba con devorar todo a su paso, y finalmente, Rey de Astrea, quien podría aparecer en cualquier momento.
Pero había algo más que lo inquietaba. La ausencia de Emilia y Rem lo llenó de ansiedad. Si no estaban allí, algo había salido mal. "Debo encontrarlas," murmuró.
"Naegi, espera," dijo Charlia, interrumpiendo sus pensamientos. "La parte subterránea de la torre tiene caminos por los que podrían haber entrado las ma bestias. Debes tener cuidado, podrían estar en peligro."
Con determinación, Naegi se despidió de sus compañeras, asegurándoles que volvería con todos. Al descender por los pasillos, el eco de sus pasos resonaba en la torre, una mezcla de ansiedad y esperanza llenaba su corazón. Sabía que debía encontrar a Emilia y Rem antes de que fuera demasiado tarde.
Finalmente, se topó con Ram, quien lo miró con una mezcla de preocupación y alivio. "¡Naegi! Te estaba buscando. Hay un arzobispo de la gula en el piso de arriba. ¡Debemos actuar rápido!"
"¿Emilia?" preguntó Naegi, su voz temblando por la incertidumbre.
"Ella está peleando contra el arzobispo," respondió Ram, "y le dijo a todos que escaparan, pero no sabemos si podrá aguantar mucho más."
El corazón de Naegi se hundió. "No puedo dejar que eso suceda. Debo ayudarla." Sin pensarlo dos veces, corrió hacia el combate, decidido a hacer todo lo posible para salvar a sus amigos.
Mientras corría, recordó el poder del corazón del león que había adquirido. Su capacidad para conectar con sus amigos podría ser la clave para cambiar el curso de la batalla. Concentrándose, invocó esa conexión, sintiendo la energía de sus compañeros fluir hacia él. Sabía que no estaba solo; cada uno de ellos estaba con él, luchando por su causa.
Finalmente, al llegar al enfrentamiento, la escena era caótica. El arzobispo de la gula estaba en medio de la batalla, y Emilia, con su cabello plateado ondeando, luchaba ferozmente. No podía permitirse el lujo de perderla.
"¡Emilia!" gritó Naegi, su voz resonando en el aire. "¡Estoy aquí!"
Los ojos de Emilia se encontraron con los de Naegi, una chispa de esperanza brillando en su mirada. "Naegi… ¡Ten cuidado!"
La determinación lo llenó. Con la fuerza de sus amigos a su lado, Naegi se lanzó a la batalla, listo para enfrentar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino. Era un momento decisivo, y sabía que, juntos, podrían superar cualquier desafío. La lucha por sus recuerdos y sus vidas apenas comenzaba.
La última escena se había congelado en la mente de Naegi, el eco de la batalla resonando en sus pensamientos como un tambor distante. El ardor del conflicto, el aliento helado de la Gula y la desesperación de sus amigos estaban grabados en su memoria. Rahm había escapado del encuentro con el arzobispo, y mientras respiraba con dificultad, la tensión en el aire se sentía palpable. La revelación de que Emilia estaba en el campo de batalla era una mezcla de alivio y preocupación que no podía ignorar.
Al encontrarse con Rahm, este mencionó que alguien estaba peleando contra el arzobispo, un ser que parecía más una sombra amenazante que un humano. Naegi frunció el ceño, sintiendo un mal presentimiento. "¿Por qué ninguno de ustedes ha mencionado a Emilia aún?" Su voz resonó en el silencio, y un escalofrío recorrió la habitación. Todos se miraron, sintiendo el déjà vu de una experiencia anterior, cuando un arzobispo había borrado a Julius de la existencia. La historia parecía repetirse, y la verdad era inevitable.
Beatriz fue la primera en romper el silencio, su voz firme y clara: "Esa chica que está luchando por nosotros se llama Emilia." Naegi asintió, reconociendo la verdad en sus palabras. "Así es, esa chica es nuestra compañera y se quedó luchando para protegernos," respondió con determinación.
"No tenemos tiempo que perder," dijo Beatriz, y su mirada se llenó de resolución. "Yo también cuidaré de Rem, así que Julius, deberías ir a apoyar a nuestra compañera, a la que le han robado el nombre." Con esa estrategia en mente, Naegi y Julius se dirigieron hacia donde sabían que Emilia estaba luchando.
Mientras corría, Naegi no podía evitar preguntarse por qué su mala suerte parecía protegerlo de los efectos del poder de la Gula. "Quizás porque vengo de un mundo diferente, donde las reglas de este lugar no me afectan," pensó, una chispa de esperanza iluminando su corazón.
El sonido de un hechizo resonó en el aire, interrumpiendo sus pensamientos. "¡Ahí está Brand Arts!" gritó una elfa de cabello plateado. Y ahí estaba Emilia, rodeada de un campo de hielo, su figura etérea avanzando con determinación. Su cabello plateado brillaba como un faro en la oscuridad del conflicto. Pero su oponente, un joven con cabello castaño y una sonrisa malévola, lo llenaba de inquietud. Sus ojos reflejaban un desprecio profundo por la humanidad, una imagen que evocaba el horror.
Naegi, al reconocer al arzobispo de la Gula, gritó: "¡Arzobispo de la Gula!" La risa del joven resonó, llena de malicia. "El plato principal ha llegado. También hemos estado esperando ansiosamente conocerte. Parece que cuidaste bien de mi hermana menor." La tensión se palpaba en el aire, y Emilia, sintiendo la necesidad de actuar, se giró hacia sus compañeros. "Escúchenme todos, puede que no sepan de mí, pero ese es el enemigo. El chico malo. Déjenme este lugar a mí."
Había un matiz de inseguridad en su voz, un miedo a ser olvidada. Pero Naegi, con su carácter amable, respondió: "Está bien, Emilia-chan. No te he olvidado. No importa lo que pase, no te olvidaré." Las palabras resonaron en el corazón de Emilia, y su rostro se iluminó con una pequeña sonrisa. Esa conexión, ese sentimiento de ser recordada, le dio la fuerza necesaria para enfrentar al arzobispo.
Julius, ya preparado para la batalla, se unió a la lucha. Su espada brilló con una determinación feroz mientras se lanzaba hacia el enemigo. En un movimiento rápido, atacó, y aunque logró un corte, el arzobispo rió y se burló, como si la herida no fuera más que un rasguño. "No cargues y choques," dijo el arzobispo, "lo siento, pero nosotros no compartimos todo lo que se come."
Emilia, sintiendo la presión del combate, lanzó un témpano de hielo, pero el arzobispo logró esquivarlo. "No hagas cosas que te hagan ver aterradora," dijo él con una sonrisa burlona. "Ya deberías saber que estoy acostumbrada a que la gente me mire con miedo," replicó Emilia, su voz firme. La confianza estaba comenzando a florecer.
La batalla continuó, y los ataques se intensificaron. Julius, con su habilidad en combate, lanzó un torrente de golpes, mientras el arzobispo parecía adaptarse a cada estilo de lucha. "El conocimiento es mi fuerza," declaró con desdén, revelando su capacidad de absorber las habilidades de sus oponentes. Naegi observaba desde la distancia, deseando poder ayudar, pero comprendiendo que no estaba a la altura de la situación.
El campo de batalla se tornó caótico, y en un momento desafortunado, un ataque accidental de Emilia golpeó a Julius. La falta de conexión entre ellos, debido a que Julius no recordaba a Emilia, complicaba la pelea. Sin embargo, la resolución de Emilia brillaba con fuerza, y aunque el arzobispo dominaba la lucha, la determinación de nuestros protagonistas era inquebrantable.
En medio del caos, la llegada de un nuevo personaje cambió el rumbo de la batalla. Rey, con su cabello pelirrojo y su actitud arrogante, irrumpió en la escena. La tensión se hizo palpable, y sus palabras resonaron en la sala como un trueno: "El más grande no puede ser un mocoso retorcido como tú." La confrontación entre Rey y el arzobispo de la Gula era inevitable.
La batalla se intensificó, y la unión de Emilia y Julius comenzó a florecer, como si la desesperación los hubiera unido más. Naegi, atrapado entre la confusión y el deseo de ayudar, sintió cómo su corazón latía con fuerza. Las luces dentro de él, que antes parecían distantes, ahora eran un faro de esperanza. Cerrando los ojos, se concentró en esos latidos, en esa conexión con sus amigos.
De repente, un ataque sorpresa lo sacó de su ensimismamiento, y el escorpión, un enemigo que había estado escondido en las sombras, lo atacó. La herida en su pierna lo llevó a un estado de alerta, y una ola de desesperación lo invadió. Pero antes de que el caos pudiera consumirlo, una sombra negra cubrió la habitación, devorando todo a su paso. La voz de una mujer resonó en el aire: "Te amo."
Naegi despertó de su pesadilla, envolviendo a la pequeña chica que lo llamó. "Betty estaba preocupada porque acabas de regresar del libro," dijo la niña con ternura. "Pero supongo que si puedes abrazarme, no te pasó nada raro." La calidez de ese abrazo lo envolvió, y en un instante, se dio cuenta de que había regresado a la biblioteca. La batalla había terminado, pero el eco de las decisiones aún resonaba en su corazón.
"Estamos en la biblioteca," dijo, mirando alrededor, sintiendo la extraña mezcla de alivio y tristeza. "Pero deberías decirnos si te afectó la lectura del libro." Una vez más, estaba ahí, frente a sus amigos, pero la lucha no había terminado. La realidad de su situación lo golpeó con fuerza, y aunque había regresado, sabía que aún quedaba un camino largo por recorrer.
El destino de sus amigos pesaba sobre él, y a pesar de la tristeza de haber perdido una vez más, Naegi se prometió que no se rendiría. Las luces que había visto dentro de él eran un recordatorio de que, aunque el camino era difícil, cada encuentro, cada batalla, los acercaba más a la victoria. Con determinación renovada, supo que encontraría la manera de superar los obstáculos que se interponían en su camino. Y así, el capítulo finalizaba, pero la historia de Naegi y sus amigos apenas comenzaba a desvelarse.