El portal se abrió con un suave resplandor en una calle tranquila de Forest Hills, Queens. La brisa de otoño agitaba las hojas secas en la acera, y el resplandor de los faroles iluminaba la modesta casa que Wanda y Pietro habían llamado hogar.
Sholan avanzó unos pasos fuera del portal, sintiendo un nudo en el estómago. Diez años. Había pasado una década desde la última vez que vio a Iryna y Oleg Maximoff.
—¿Crees que nos reciban con una cena caliente o con un sartén en la cara? —murmuró Pietro, con los brazos cruzados.
Wanda le lanzó una mirada.
—Si mamá hace eso, será por tu culpa.
Pietro soltó una risa, pero el ambiente era demasiado tenso para bromas.
Sholan observó la casa en silencio. No era solo nostalgia; era el peso de los años, de las experiencias que lo habían cambiado. ¿Me reconocerán siquiera?
Respiró hondo y golpeó la puerta.
Se escucharon pasos apresurados al otro lado. La cerradura giró, y la puerta se abrió lentamente.
Iryna Maximoff se quedó congelada.
Su rostro pasó de la sorpresa a la incredulidad, y luego a una emoción tan intensa que su voz se quebró.
—…¿Sholan?
Oleg apareció detrás de ella, su expresión endurecida, pero con los ojos cargados de una emoción contenida.
—No puede ser…
Wanda y Pietro visitaban a sus padres con frecuencia, pero Sholan… había desaparecido durante una década.
Iryna no pudo esperar más. Con lágrimas en los ojos, lo abrazó con fuerza.
—Mi niño… —susurró, aferrándose a él como si temiera que desapareciera de nuevo—. Pensé que nunca volvería a verte…
Sholan sintió la calidez de sus brazos, el aroma familiar de la casa… y por primera vez en mucho tiempo, algo dentro de él se relajó.
Oleg lo observó con dureza, pero en su mirada había algo más que seriedad. Había orgullo.
—Has crecido, muchacho.
Sholan asintió lentamente.
—He vuelto.
Iryna se apartó apenas lo suficiente para mirarlo bien. Con una mano temblorosa, tocó su rostro, sus mejillas, su cabello.
—Mírate… tan alto, tan fuerte…
Oleg, con los brazos cruzados, lo escaneó de arriba abajo.
—No solo fuerte. Tienes la mirada de alguien que ha visto demasiado.
Sholan sonrió, pero había melancolía en sus ojos.
—Han pasado muchas cosas, tío Oleg.
—Lo sabemos —intervino Iryna, secándose las lágrimas—. Pietro y Wanda nos han contado algunas cosas… pero nunca en detalle. ¿Por qué desapareciste?
Sholan suspiró. Sabía que esta conversación era inevitable.
—Porque era la única forma de protegerlos. Hydra estaba más infiltrada de lo que creíamos. Si me quedaba, los habría puesto en peligro.
Oleg apretó los puños con fuerza.
—Nunca dejamos de preguntarnos qué te pasó. Si estabas bien… si estabas vivo.
—Sobreviví —dijo Sholan con sinceridad—. Aprendí. Luché. Y ahora estoy aquí.
Pietro notó el peso de la conversación y decidió aligerar el ambiente.
—Bueno, hay algo más que los sorprenderá aún más.
Oleg e Iryna lo miraron con confusión.
Wanda ya sabía a qué se refería.
—Sholan, muéstrales.
Sholan asintió. Extendió su mano y, en su palma, una esfera de Ki dorada cobró vida, crepitando suavemente con un resplandor cálido.
Los Maximoff abrieron los ojos con asombro.
—Esto… esto no es como la magia de Wanda… —susurró Iryna.
Oleg se inclinó hacia adelante.
—No… esto es algo distinto. ¿Qué es?
Sholan cerró la mano, disipando la esfera.
—Es Ki. Energía vital concentrada. Una de las muchas cosas que he aprendido.
Iryna y Oleg intercambiaron una mirada.
—No solo has cambiado, Sholan. Te has convertido en algo más.
Sholan asintió con seriedad.
—Por eso estoy aquí. Wanda y Pietro deben venir conmigo.
Los padres de los mellizos se pusieron tensos.
—¿Para qué? —preguntó Oleg.
—Para entrenar. Nos iremos a un mundo donde el tiempo fluye diferente. Serán seis años de entrenamiento, pero aquí solo habrán pasado tres años.
Iryna miró a sus hijos con preocupación.
—Pero ellos ya son fuertes…
—Lo son —admitió Sholan—, pero no lo suficiente.
Oleg frunció el ceño.
—¿No lo suficiente para qué?
Sholan bajó la mirada por un momento. Luego, con un tono pesado, dijo:
—En uno de mis viajes… peleé contra Satán.
El silencio fue absoluto.
—¿Qué… qué dijiste? —susurró Iryna, llevándose una mano al pecho.
—Peleé contra Satán. Fue una batalla donde di absolutamente todo de mí… y apenas gané.
Oleg e Iryna estaban en shock.
—Eso… es imposible… —susurró Iryna.
—Pero lo lograste —dijo Oleg, aunque su tono no era de alivio.
Sholan asintió.
—Sí… pero esa pelea me mostró algo. Todavía soy débil.
Wanda y Pietro abrieron los ojos con incredulidad.
—¡Pero si derrotaste al diablo! —exclamó Pietro.
—¿Cómo puedes decir que eres débil después de eso? —preguntó Wanda.
Sholan los miró con calma.
—Porque el multiverso es vasto. Y lo que enfrenté es solo el principio.
Oleg suspiró, cruzando los brazos.
—No podemos evitar que nuestros hijos enfrenten desafíos.
Iryna bajó la mirada, con el corazón apretado.
—Lo sé… pero aún así…
Oleg apoyó una mano en su hombro.
—Wanda, Pietro… cuídense. Y Sholan… quiero que los protejas.
Sholan se irguió y asintió con solemnidad.
—Siempre.
El silencio que siguió fue roto por una sonrisa astuta de Oleg.
—Y esperamos que cuando regresen, tú y Wanda se casen de una vez.
Wanda se sonrojó violentamente.
—¡¿QUÉ?!
—¡JAJAJAJA! —Pietro estalló en carcajadas—. ¡Sabía que dirían eso!
Sholan, por su parte, no se inmutó.
—Bueno, no es como si fuera a negarlo.
Wanda sintió su rostro arder.
—¡Sholan!
Oleg cruzó los brazos con satisfacción.
—Sabíamos desde que eran niños que estaban destinados a estar juntos.
Iryna sonrió con ternura.
—Dos almas gemelas… qué hermoso.
Pietro se limpió una lágrima de risa.
—Ahhh, esto vale cada segundo.
Wanda fulminó a todos con la mirada, pero la risa llenó la casa.
A pesar del peligro que los esperaba, esta noche era un recordatorio de que, sin importar lo fuerte que fueran…
Siempre tendrían un hogar al que regresar.