Las horas pasaban lentas y pesadas, cada segundo estirado por las discusiones sin fin en ese maldito jardín. Los mismos argumentos de siempre. Magneto con su orgullo, Xavier insistiendo en su utopía pacífica, y el resto de nosotros atrapados entre ellos, esperando que alguien tuviera el valor de ceder. Pero no, todos estaban atrapados en su ciclo de desconfianza, como siempre.
Pero algo cambió, y lo sentí antes de que sucediera. Algo se alteró en el aire. Una presión. Un hormigueo en mi piel. Ese sexto sentido, ese instinto animal que nunca me falla. Era peligro inminente, algo que no podíamos ver, pero sabíamos que estaba ahí. Sin decir palabra, me levanté, y giré la cabeza hacia el jardín, y ahí los vi.
Tres hombres. Ninguno de ellos estaba ahí antes. Pero ahora, en medio del jardín, rodeados de las flores que deberían estar dándonos paz, el aire estaba cargado de violencia, de amenaza. Y esos tipos... no eran para nada lo que parecían.
El primero de ellos tenía la complexión de un guerrero. Grande, fuerte, con el rostro endurecido por batallas. Su cabello oscuro y largo caía enmarañado alrededor de su rostro, y en sus manos, llevaba un par de hachas con grabados que parecían tan letales como su mirada. Este tipo estaba hecho para el combate, no para hablar.
El segundo... ese tipo me ponía los pelos de punta. Su mirada era fría, casi helada, y su porte... cazador. El abrigo de cuero negro que ondeaba tras él, la espada brillante en su mano derecha, y en la otra, una pistola que podría desintegrar a cualquiera según mi experiencia en el ejército. Todo en él era letalidad pura. Un cazador que sabía lo que hacía. Y su energía... no era algo que pudiera ignorar. Un tipo que vivía para hacer daño.
Pero fue el tercero el que me congeló. El tipo del centro. Era el que me hacía sentir como si el suelo bajo mis pies fuera lo único que me mantenía en pie. Su presencia... era otra cosa. Imponente, sí, pero no por su tamaño o fuerza. Era algo más profundo. Tenía el aire de alguien que no necesita hacer nada para que todos se inclinen ante él. Un ser cuyo poder estaba por encima de todos los demás.
Este tipo no parecía tener más de 15 años, pero la sensación de poder que emanaba de él era la de un adulto experimentado, un depredador con la calma de alguien que ha visto y hecho demasiado. Su cabello negro, algo desordenado, caía ligeramente sobre su frente, y sus ojos, tranquilos pero penetrantes, recorrían el jardín como si ya estuviera planeando lo que vendría. Su Dōgi azul, la camiseta naranja, los guantes y botas blancas... todo parecía común a simple vista, pero algo en él no lo era. Era esa sensación en el aire. Como si este tipo tuviera la capacidad de desatar una fuerza devastadora en cualquier momento. Como si estuviéramos al borde de ser aplastados por algo mucho más grande de lo que podíamos imaginar.
Y entonces vi algo que nunca imaginé ver: Sabretooth, el animal, el hombre que nunca muestra miedo, estaba temblando. Vi el sudor en su frente, sus músculos tensos, su mirada fija en ese tipo, y no pude evitarlo. Sentí lo mismo. Era como si estuviéramos frente a un depredador superior, el tipo de ser que no solo caza, sino que se alimenta de todo lo que lo rodea. No nos miraba como si fuéramos rivales. Nos miraba como si fuéramos simplemente presas.
En ese momento, todo el jardín estaba quieto. No se oía nada, solo el zumbido de la tensión, la expectativa de lo que venía. Y, claro, como siempre, Kid Omega no podía mantenerse callado.
Se adelantó, su sonrisa burlona y arrogante pintada en la cara, como si nada estuviera pasando. "¿Y ustedes quiénes se creen que son?", dijo, mirando al tercero con ese tono despectivo que me dan ganas de partirle la cara cada vez que lo escucho. "¿Cosplayers de videojuegos? Vamos, ¿salvadores del mundo?"
Silencio. Un silencio espeso, como si todos estuviéramos esperando lo inevitable. Y el tipo no dijo nada. No tuvo que hacerlo. Su mano se movió con una velocidad impresionante, y sin más, Kid Omega voló por el aire, estampándose contra un árbol con una fuerza tal que el tronco se partió por la mitad, y el cuerpo de Kid Omega cayó como un saco de papas.
La calma del jardín se rompió al instante.
Sabretooth rugió y se lanzó al ataque contra el primer tipo, su animal interior liberado, y sin perder tiempo, yo también fui tras la amenaza mayor el tipo del centro mientras el último sujeto no apartaba su mirada de Magneto. Sabía que la batalla sería dura, pero al menos podía contar con mis garras y mis instintos. No iba a quedarme esperando a ser devorado.
Pero algo me decía que esto no era solo una pelea común. Estábamos frente a algo mucho más grande que nosotros. Algo que no podíamos ganar por puro instinto.
Y lo supe en el momento en que vi cómo Sabretooth y yo nos lanzábamos al ataque, que no solo estábamos luchando contra ellos.
Estábamos luchando por nuestras vidas.