Horas.
Llevamos horas en este maldito Jardín discutiendo, y no hemos avanzado nada.
Los X-Men y la Hermandad de Mutantes—perdón, metahumanos—siguen en su eterno ciclo de desconfianza y egos chocando. Magneto no quiere ceder poder, Xavier sigue aferrado a la idea de coexistencia pacífica, y el resto de los líderes solo están aquí porque saben que el proyecto Centinela del gobierno es una amenaza real.
Pero no importa cuánto se argumente, cuánto se exponga, cuánto se suplique. Nadie quiere dar el primer paso.
Estoy harta.
Puedo sentir la frustración pesando en la mente de todos. Mi telepatía capta la tensión como si fuera electricidad en el aire. Todos estamos cansados, molestos, y lo peor es que seguimos sin soluciones.
Pero entonces, sin previo aviso, lo siento.
Un cambio en el aire.
Una sensación de peligro tan intensa que mi piel se eriza.
Y cuando levanto la vista, los veo.
Tres hombres que no estaban ahí hace un segundo.
El jardín de la escuela X, un lugar lleno de tranquilidad y seguridad, de repente se ve transformado en un campo de batalla potencial. La paz que siempre había reinado se rompe.
El primero posee una complexión fuerte. Su cabello oscuro y largo cae enmarañado alrededor de su rostro severo, con una mirada que transmite experiencia en la batalla. Viste de negro, y en cada una de sus manos sostiene un hacha con grabados intrincados. Su sola postura sugiere que es un guerrero, alguien que solo vive para el combate.
El segundo hombre irradia un aura de pura letalidad. Su cabello largo y oscuro cae sobre sus hombros, enmarcando un rostro de rasgos afilados y mirada gélida. Su abrigo largo de cuero negro con forro rojo ondea tras él con cada movimiento, y su camisa de cuero abierta deja ver un colgante con una cruz. En una mano sostiene una imponente espada de filo resplandeciente, y en la otra, una pistola que parece irradiar un aura de muerte. Todo en él grita "cazador".
Pero es el tercero quien me aterroriza.
El último hombre se mantiene en el centro y unos pasos atrás de los otros dos, y todo en él es distinto.
El tercer hombre es una figura imponente, de complexión atlética y musculatura definida, con un cabello negro y algo desordenado que cae ligeramente sobre su frente. Sus ojos, penetrantes y tranquilos. Viste un traje de artes marciales azul, una camisa naranja, guantes y botas blancas y dos arcillos redondos en sus orejas.
No es solo su apariencia. Es su energía.
Su sola presencia transmite la sensación de que se está frente a un ser capaz de desatar una fuerza devastadora si lo deseara. No sé quién es, pero su mera presencia me hace sentir insignificante. Es como si todo lo que conocemos sobre poder y fuerza fuera una broma ridícula en comparación con él. Como si solo tuviera que levantar una mano para evaporarnos a todos.
Intento moverme, reaccionar, pero entonces noto algo que me hiela la sangre.
Logan y Sabretooth están temblando.
No es miedo común.
Es el tipo de parálisis que ves en los animales cuando un depredador supremo entra en su territorio.
Puedo ver cómo ambos están sudando, sus músculos rígidos, sin poder moverse. No pueden apartar la mirada de ellos. No... no de ellos.
Del tercero.
La tensión en el aire es insoportable, tan palpable que se puede cortar con un cuchillo. Todos nos observamos, tratando de entender qué está pasando. Y entonces, sucede.
El idiota de Kid Omega arruina todo.
Quentin se adelanta, como si nada pasara, con esa arrogancia insoportable.
—¿Y ustedes quiénes se creen que son? —dice, con esa sonrisa burlona que me da ganas de golpearlo yo misma—. Aparecen como si fueran la gran cosa. Déjenme adivinar… ¿cosplayers de videojuegos?
Silencio absoluto.
Él no se da cuenta del error fatal que acaba de cometer.
—¿Qué, demasiado impresionados? Vamos, no me digan que también son "salvadores del mundo". Porque déjenme decirles que ya tenemos suficientes idiotas pretendiendo ser—
CRACK.
El sonido retumba en el aire cuando el tercer hombre le da una simple cachetada con el dorso de la mano.
Kid Omega sale disparado como un proyectil, su cuerpo atravesando el aire hasta estrellarse con tal fuerza contra un árbol que lo parte en dos antes de desplomarse como un muñeco roto.
El jardin se queda helado.
Y entonces, todo estalla.
Logan y Victor rugen al unísono.
Dos bestias lanzándose al ataque contra los hombres, sus instintos finalmente tomando el control.
Pero en el fondo de mi mente, sé la verdad.
No es un ataque.
Es desesperación.
Es lo que hace un animal cuando sabe que su depredador está a punto de devorarlo vivo.