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Entre Sombras y Poder

Shelvy_Aguiar
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Synopsis

Chapter 1 - Capítulo 1: El Eco de un Pasado Silenciado

Beatriz nació en el corazón de un antiguo castillo, rodeada por las murmurantes sombras de los antepasados y las imponentes paredes de una familia que ya no existía, sino como un nombre arrastrado por las generaciones. Beatriz, hija de una de las casas más poderosas del reino, era la cuarta de cinco hijos. Tenía tres hermanos mayores y una hermana menor, pero ninguno de ellos compartía la carga que ella debía llevar.

A los catorce años, Beatriz ya había sido moldeada por la frialdad de su madre, una mujer que nunca supo cómo ser madre y menos cómo amar. La duquesa, su madre, se mostraba distante y rigurosa, más preocupada por las apariencias que por el bienestar de su hija. Las lecciones de etiqueta, las normas de comportamiento y la perfección eran todo lo que importaba. Beatriz pasó sus primeros años en una danza interminable de sonrisas vacías y respuestas correctas, pero vacías de cariño. Su madre, una mujer de hielo, nunca vio en ella a una niña, solo a un instrumento más para mantener el poder de la casa.

Una tarde, su madre la citó en el gran salón, una sala fría y solemne, con ventanas que daban a los vastos jardines. Beatriz entró, sintiendo el peso de la conversación que se avecinaba. Su madre estaba sentada en una silla de respaldo alto, sus manos delicadamente entrelazadas sobre el regazo. Era una mujer que siempre proyectaba control, pero esa tarde, Beatriz notó algo en sus ojos: una mirada decidida, casi sin compasión.

—Beatriz, siéntate —ordenó su madre, señalando la silla frente a ella.

Beatriz obedeció sin decir una palabra, su corazón latiendo con fuerza. Sabía que algo importante estaba por suceder.

—Hoy hemos recibido la confirmación del matrimonio —continuó su madre, sin mirarla directamente—. Vas a casarte con el Duque Winston de York.

Beatriz no pudo evitar que una sombra de sorpresa cruzara su rostro. No era el matrimonio lo que la desconcertaba; ya lo esperaba. Lo que la sorprendió fue la frialdad con la que su madre lo anunciaba, como si fuera solo un trámite más. No hubo ni un atisbo de alegría, ni una muestra de emoción.

—Pero… no me han preguntado si quiero casarme con él —dijo Beatriz, alzando la voz por primera vez.

Su madre la miró con desdén, como si no entendiera el dilema de su hija.

—¿Acaso necesitas ser preguntada? —replicó, su tono cortante como un cuchillo—. Este matrimonio es un acuerdo de poder, Beatriz. No es algo de lo que debas decidir.

Beatriz sintió un nudo en el estómago. Desde que tenía memoria, todo en su vida había sido una decisión tomada por otros. No recordaba el último momento en que alguien le preguntó qué quería. El matrimonio con el Duque Winston de York no sería diferente.

—¿Pero por qué él? —murmuró Beatriz, casi para sí misma, sin atreverse a alzar la vista.

Su madre la observó en silencio unos segundos antes de contestar, como si las palabras estuvieran cuidadosamente elegidas.

—Porque es el hombre más poderoso del reino, después del rey —respondió con firmeza—. Su nombre traerá honor y fortuna a nuestra casa. Y porque, aunque su naturaleza es… difícil, no hay otro que ofrezca una alianza más sólida.

Beatriz levantó la mirada, intentando comprender el alcance de lo que su madre decía. El Duque Winston no era un hombre cualquiera. Todos en el reino conocían su fama de implacable, su crueldad sin límites.

—¿Difícil? —repitió Beatriz, el miedo reflejándose en sus palabras—. ¿Qué significa eso?

Su madre dejó escapar una risa fría, casi burlona.

—Es cruel, Beatriz. Se dice que mata sin titubeos y que no muestra piedad ni siquiera con aquellos que le son leales. Su frialdad ha arrastrado hasta al rey a reconocer su poder. Pero eso es lo que necesitamos. Alguien con fuerza, con un nombre que imponga respeto. Un hombre que no se doblega.

Beatriz sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. El nombre del Duque Winston de York ya le era familiar, pero ahora, al escuchar de su madre lo que se decía de él, la idea de casarse con él se volvía aún más aterradora. El Duque Winston no solo era cruel, sino que parecía estar más allá de cualquier norma humana. Y ella, su esposa, solo sería un peón en ese juego de poder.

—¿Y qué pasará conmigo? —preguntó Beatriz, su voz un susurro.

Su madre la miró fijamente, sin mostrar el más mínimo remordimiento.

—Tú serás la duquesa. Tu deber será garantizar la estabilidad de esta casa. Si aprendes a hacer lo que se espera de ti, vivirás cómodamente.

Beatriz cerró los ojos, sintiendo el peso de las palabras. Sabía que no podía escapar de esta realidad.

El tiempo pasó.

Las semanas que siguieron fueron una constante vorágine de preparativos. Las invitaciones ya se habían enviado, con un despliegue de lujo que dejaba claro la magnitud del evento. Beatriz, ya oficialmente prometida al Duque Winston, se encontró sumida en la pesada rutina de las costumbres y las expectativas. Las cortesanas llegaban y partían, encargadas de coordinar la vestimenta, los banquetes y los detalles que definían el tipo de boda que un matrimonio con el Duque debía tener. Cada conversación giraba en torno a la magnificencia del evento, pero Beatriz apenas podía procesar la magnitud de lo que estaba a punto de suceder.

Lo peor de todo era que, hasta ese momento, nunca había conocido al Duque en persona. La idea de encontrarse frente a un hombre de tal poder y crueldad la aterraba. La gente en el reino hablaba de él en susurros, temerosos de ser escuchados. Se decía que su mirada era gélida, su presencia tan imponente que nadie osaba desafiarle. Pero nada de eso comparaba con la angustia que sentía Beatriz al pensar que, dentro de poco, tendría que ser su esposa, enfrentarse a ese monstruo que todos temían.

En su habitación, rodeada por telas caras, joyas y adornos que no tenían significado para ella, Beatriz se sentó frente al espejo de cuerpo entero. Los sirvientes pasaban a su lado, pero ella permanecía absorta en la imagen de sí misma, incapaz de reconocer a la niña que un día fue. Sabía que esa niña ya no existía.

El matrimonio con Winston de York estaba sellado, y con ello, su destino. No importaba lo que sintiera. Los preparativos avanzaban con rapidez, y su madre se aseguraba de que cada paso estuviera en su lugar.

Beatriz observó cómo las flores para la boda eran seleccionadas con precisión, cómo los banquetes eran planeados para impresionar al más alto de los nobles, y cómo su vida se deslizaba a un ritmo que ya no podía detener. De alguna manera, dentro de todo eso, sentía que las palabras de su madre resonaban más que nunca: "Tu deber será garantizar la estabilidad de esta casa".

A medida que el día de la boda se acercaba, el peso de la realidad se hacía más pesado. Beatriz, por primera vez en mucho tiempo, pensó en lo que estaba a punto de perder: no solo su libertad, sino también cualquier atisbo de esperanza.