La calle del festival estaba viva. Las luces amarillas que adornaban los puestos y los árboles creaban una atmósfera cálida y acogedora. Los aromas de comida recién hecha flotaban en el aire, y el sonido de risas y charlas animadas llenaba el espacio. Era una noche perfecta para cualquier pareja... o casi.
Naomi y Kotaro caminaban uno al lado del otro, sin decir una palabra. Ambos estaban nerviosos, aunque ninguno se atrevía a mirarse demasiado tiempo para no delatarse. Naomi podía sentir el calor de Kotaro cerca de ella, pero no lograba encontrar las palabras adecuadas. El silencio entre ellos no era incómodo, sino que estaba cargado de una suave tensión, una expectativa que ninguno quería romper.
Justo cuando parecía que la calma se iba a prolongar, un amable vendedor se acercó con una sonrisa enorme. Llevaba un plato lleno de takoyaki y se detuvo frente a la pareja.
― ¡Qué hermosa pareja tenemos aquí esta noche! ―exclamó, mirándolos con entusiasmo―. Señorita, usted es muy hermosa, y joven, ¡qué afortunado de tener una novia tan encantadora!
Naomi sintió que el calor de la vergüenza se elevaba hasta sus mejillas, su rostro se tornó rojo mientras balbuceaba, tratando de corregir al hombre.
― ¡No, no! Nosotros... no somos... ―intentó decir, pero su voz se quebró en la confusión. Kotaro también se sintió incómodo, aunque trató de mantener su típica serenidad, limitándose a asentir y desviar la mirada.
El vendedor, dándose cuenta de su error, rápidamente se disculpó y se alejó, dejándolos sumidos en un nervioso silencio. Naomi y Kotaro se miraron entonces y, como si hubieran compartido el mismo pensamiento, ambos soltaron una risa nerviosa, rompiendo la tensión.
Kotaro fue el primero en hablar, con su tono habitual pero más suave que de costumbre.
― ¿Te gustaría hacer algo en especial? ―preguntó, mirándola de reojo.
Naomi, todavía sonrojada, bajó la mirada al suelo, intentando controlar sus nervios. Sentía su corazón acelerado, pero no quería que Kotaro lo notara.
―Lo que tú prefieras está bien ―respondió, intentando sonar relajada. Pero antes de que Kotaro pudiera decir algo más, ella añadió rápidamente―. Aunque... me gustaría ver los fuegos artificiales contigo, si no es molestia.
Kotaro asintió, sonriendo apenas, y tomó suavemente su mano.
―Está decidido entonces. Vamos a ver los puestos de juegos antes de los fuegos artificiales.
Al otro lado del festival, una pareja distinta caminaba a paso lento. Akane, con la mirada fija en el horizonte, apenas escuchaba a Makoto, que intentaba iniciar alguna conversación trivial. Ella estaba más interesada en seguir la pista de Kotaro y Naomi, quienes estaban demasiado tranquilos para su gusto. Akane notó algo en la forma en que Kotaro trataba a Naomi... era diferente, y eso le provocaba una sensación de frustración que no lograba ocultar.
Makoto la miró de reojo mientras caminaban juntos por el festival, con una sonrisa ladeada que parecía divertirlo más de la cuenta.
—¿Y qué ganas tú con venir aquí conmigo? — preguntó él, con un tono burlón.
Akane lo observó por un momento antes de responder con calma: —A veces, la compañía correcta puede abrir puertas. Solo asegúrate de no arruinarlo. —
Makoto soltó una risa baja, entendiendo perfectamente que, como siempre, Akane tenía un plan.
Cuando finalmente los encontró, vio a Kotaro tomar la mano de Naomi. Su rostro se tensó. "¿Qué está haciendo con ella?", pensó, mientras soltaba a Makoto y se apartaba para observar mejor.
— ¿Qué pasa? —preguntó Makoto, algo irritado por el comportamiento de Akane.
― ¡Shhh! ―le respondió, casi con desprecio―. ¡Mira!
Makoto sonrió con malicia al verlos juntos.
—Parece que la parejita está disfrutando del festival —comentó, divertido. Pero Akane no estaba para bromas.
— Cállate y síguelos ―ordenó ella, con el ceño fruncido.
Mientras tanto, Naomi empezaba a sentirse más cómoda junto a Kotaro. La calidez del ambiente, el sonido de las risas y el bullicio a su alrededor, todo parecía contribuir a esa sensación de paz que la envolvía. En su mente, solo pensaba en lo afortunada que se sentía de estar ahí con él.
«Estoy tan tranquila a su lado», pensó mientras lo observaba de reojo, sin atreverse a mirarlo directamente por demasiado tiempo.
La noche era perfecta. Kotaro y Naomi intercambiaron algunas palabras, sintiéndose más a gusto que antes, pero su momento de paz no duraría mucho.
Desde las sombras, Makoto observaba a Naomi y Kotaro mientras recorrían los puestos del festival, con una expresión de disgusto que no podía ocultar. Makoto sentía siento rencor por la humillación que le hizo Kotaro frente a toda la clase en días anteriores. Aunque las luces cálidas y las risas de la gente llenaban el ambiente, su mente estaba centrada en una sola cosa: arruinarles la noche.
Al pasar junto a un puesto de bebidas, su mirada se detuvo en el encargado, un conocido suyo que trabajaba en las cocinas del festival. Makoto sonrió con malicia y se acercó al hombre, intercambiando unas palabras en voz baja.
—¿Todavía tienes lo que usamos para los jugos? El extracto de ciruela, — preguntó Makoto con un tono casual, pero con un brillo siniestro en los ojos.
—¿Para qué lo quieres? Esto es fuerte, no es para jugar— respondió el encargado con desconfianza, sosteniendo una pequeña botella transparente.
—No te preocupes, es solo para una pequeña broma. Nada grave— respondió Makoto, dándole un par de monedas. El encargado dudó por un momento, pero finalmente le entregó el frasco con una advertencia.
—Ten cuidado. Solo unas gotas bastan—
Makoto asintió, guardando la botella en su bolsillo mientras su mente elaboraba el plan. Observó cómo Naomi y Kotaro se detenían en otro puesto, pidiendo algo de beber. Con la seguridad que le daba la multitud del festival, Makoto se acercó a la mesa donde se estaban preparando las bebidas, fingiendo ser un ayudante del puesto.
Con movimientos rápidos y discretos, sacó el pequeño frasco y vertió unas gotas en los vasos destinados a Naomi y Kotaro. El líquido se mezcló perfectamente con el jugo, sin alterar ni el color ni el aroma. Era perfecto.
—Esto debería ser suficiente para hacerles pasar un mal rato— pensó, con una sonrisa maliciosa.
—Disfruten— dijo con tono sarcástico, antes de perderse nuevamente entre la multitud.
Makoto se detuvo a una distancia segura, esperando pacientemente a que el efecto del extracto comenzara a surtir efecto. No era peligroso, pero estaba seguro de que el malestar estomacal arruinaría cualquier momento especial que tuvieran esa noche.
Sin embargo, lo que Makoto no esperaba era que Saori estuviera siguiéndolo de cerca. Vestida de sigilo, siempre alerta a los movimientos sospechosos de Makoto, se acercó disimuladamente al puesto. Justo cuando Makoto estaba a punto de servir las bebidas, Saori hizo un cambio rápido y habilidoso, sustituyendo los vasos contaminados por unos normales sin que Makoto o nadie más lo notara.
Naomi y Kotaro tomaron las bebidas, completamente ajenos al peligro que habían evitado, y continuaron disfrutando de su conversación. Saori, que observaba a la distancia, sonrió satisfecha.
―Misión cumplida ―murmuró para sí misma, alejándose con aire triunfal. «Estos dos... de verdad necesitan que les cuide las espaldas.»
Mientras Naomi y Kotaro seguían disfrutando del festival, sin saber lo cerca que estuvieron de tener su noche arruinada, Saori se relajaba por un momento, pero siempre atenta a cualquier otro intento de sabotaje.
El festival estaba en pleno apogeo. Las luces cálidas y doradas del evento iluminaban las calles, creando un ambiente festivo y nostálgico. Naomi caminaba junto a Kotaro, el bullicio de la gente y el olor de los diferentes platillos callejeros los rodeaban, pero para Naomi, lo único importante en ese momento era el chico que caminaba a su lado. A pesar de que sus pies estaban en movimiento, su mente se encontraba en otro lugar, atrapada entre el presente y los pensamientos que giraban en torno a sus sentimientos.
Naomi: «¿Por qué me siento tan nerviosa? Estamos disfrutando del festival, caminando juntos, pero... ¿Por qué no puedo dejar de pensar en lo que le quiero decir? Lo he ensayado tantas veces en mi cabeza. "Kotaro, me gustas", es tan sencillo... pero el miedo a ser rechazada me está matando. Cada vez que estoy cerca de él, me siento más pequeña, más insignificante. No puedo evitar pensar: ¿y si no siente lo mismo? ¿Y si todo esto... es solo un sueño que estoy a punto de romper?»
La suave brisa de la tarde acariciaba el Yukata de Naomi, haciéndolo ondear delicadamente. Los fuegos artificiales estaban por comenzar, de repente, una sombra apareció en su camino: era Makoto, quien se aproximaba rápidamente. Desde la distancia, Akane observaba, sus ojos llenos de envidia y frustración. Ella había ordenado el desastre, y aunque el escenario estaba listo, Saori, siempre alerta, intentó alcanzarlo, pero no pudo detenerlo a tiempo. Makoto "tropezó" de forma exagerada y derramó su bebida, pero antes de que el líquido tocara el yukata de Naomi, Kotaro reaccionó sin pensarlo dos veces. La tomó entre sus brazos y se puso frente a ella, recibiendo el golpe de la bebida directamente en su ropa. El calor del abrazo de Kotaro la rodeó por completo, sintiendo el latido acelerado del corazón de él contra su cuerpo.
— ¿Estás bien? —preguntó él, mirándola con la misma serenidad que siempre lo caracterizaba. Naomi, con los ojos muy abiertos y el rostro sonrojado, solo pudo asentir tímidamente.
Los ojos de Naomi se agrandaron por la sorpresa, su corazón latía rápidamente mientras miraba a Kotaro, completamente empapado por la bebida. Makoto, que aún fingía que todo había sido un accidente, se encogió de hombros, intentando esquivar la fría mirada de Kotaro. Saori llegó justo a tiempo para intentar atrapar a Makoto, pero él ya estaba de pie, desafiante, frente a Kotaro.
—Fue un accidente—, murmuró Makoto, aunque su expresión lo delataba.
Kotaro, con los puños apretados y una frialdad palpable, no dijo nada. Su mirada, oscura y penetrante, hizo retroceder a Makoto. El ambiente se tensó tanto que el aire parecía haberse detenido por un segundo. Pero Naomi, preocupada por lo que podría suceder, rápidamente tomó la mano de Kotaro, tirando suavemente de él para alejarlo.
—Vámonos, Kotaro... por favor —susurró Naomi con nerviosismo.
Ya apartados del bullicio y el caos, se sentaron en una banca debajo de una pequeña caseta, alejados de las luces del festival. Naomi, con el corazón aún acelerado, sacó un pañuelo y empezó a secar la camisa de Kotaro con cuidado. Se inclinaba hacia él, agradecida y, al mismo tiempo, nerviosa.
—Gracias... por todo, Kotaro —murmuró Naomi, sonrojándose. Sus manos temblaban levemente mientras seguía secando su ropa—. Esta noche ha sido muy especial para mí, no quiero que nada lo arruine.
Sintiéndose cerca de él y envuelta en sus pensamientos que la empujaban a que le dijera lo que le ha querido decir todo este tiempo, Naomi hizo una pausa con los nervios hasta la punta de su cabello.
—kotaro… yo. Yo quiero decirte algo importante— armada de valor decía las primeras palabras — este tiempo tú me…— sus palabras fueron interrumpidas al escuchar a una multitud gritando que los juegos artificiales estaban a punto de comenzar.
pero el rumor de una lluvia próxima llenaba el aire. Kotaro tomó la mano de Naomi y la condujo hacia un lugar donde podrían ver mejor. Pero antes de que las luces estallaran en el cielo, una repentina y suave lluvia comenzó a caer, empapando a todos los presentes. Entre las risas y los gritos de las personas que huían, Naomi y Kotaro corrieron hasta refugiarse bajo una pequeña caseta de madera.
Bajo el techo de la caseta, con la lluvia golpeando el suelo, Naomi se sentía abrumada. «¿Por qué todo parece estar en mi contra hoy? Todo sale mal... No puedo hacerlo. No puedo confesarme...» Pero entonces recordó las palabras de Saori, "¡No te rindas! A veces la lluvia también puede ser romántica."
La mirada de Kotaro estaba fija en el horizonte. La lluvia caía sin parar, y él parecía estar perdido en sus pensamientos. Naomi lo miró de reojo, su corazón latiendo tan fuerte que temía que él lo escuchara. «¿Por qué estoy tan nerviosa? ¿Por qué me siento así?» Las palabras de Saori resonaban en su mente, dándole el último impulso que necesitaba.
Naomi: «Es ahora. Es el momento perfecto. Estoy tan cerca de él... Quiero decírselo. Quiero que sepa lo que siento, aunque me aterre. ¿Por qué no puedo hacerlo? ¿Por qué siento que algo me detiene? No, no debo rendirme. La lluvia, el silencio, este momento... tal vez sea lo que me hacía falta. Debo ser valiente...»
—Kotaro... yo... —Naomi tartamudeó, bajando la mirada hacia el suelo. Sentía como si el peso del mundo cayera sobre sus hombros—. Quiero decirte algo importante...
Kotaro, con su semblante habitual, levantó la cabeza al escucharla, pero no dijo nada. Naomi respiró profundamente, tratando de encontrar las palabras.
— Desde que nos conocimos, he sentido algo... algo que no puedo ignorar más. Cada vez que estás cerca, siento que todo está bien. Que no necesito nada más. Y hoy, en este momento, bajo esta lluvia, no puedo callarlo más...
Naomi respiró hondo, y con los ojos cerrados continuó:
— Me gustas, Kotaro. Me gustas más de lo que puedo explicar.
El silencio se hizo más profundo. Naomi sintió como si el tiempo se hubiera detenido. Solo el sonido de las gotas de lluvia acompañaba su confesión. Esperaba una respuesta, cualquier cosa que la liberara de la tensión en su pecho.
Kotaro, con una expresión seria, desvió la mirada por un segundo, antes de soltar la mano de Naomi que había estado aferrando con tanta suavidad. La calidez de su contacto se desvaneció en un instante, dejando a Naomi con una sensación de vacío en su palma. Sus dedos, que antes habían estado entrelazados, ahora colgaban fríos y solos.
—Naomi... —Kotaro habló, pero su voz era apenas un susurro—. Lo siento.
Naomi sintió que el suelo se abría bajo sus pies. Sus ojos se llenaron de lágrimas al instante, y aunque trató de contenerlas, una se deslizó por su mejilla.
—Yo... no puedo corresponderte de la manera en que te gustaría —continuó Kotaro, con una voz que parecía más lejana que nunca—. Eres una amiga importante para mí, pero...
La voz de Kotaro se desvaneció mientras Naomi, sin pensar, se levantó rápidamente. El dolor en su pecho era insoportable, y las lágrimas caían libremente ahora. Antes de que pudiera decir algo más, antes de que pudiera enfrentar la realidad de su rechazo, giró sobre sus talones y huyó.
Corrió bajo la lluvia, sin importarle el yukata empapado o la mirada de las personas que la rodeaban. Todo lo que quería en ese momento era escapar. Alejarse de ese dolor, de esa humillación, y del chico que, aunque no lo sabía, le había roto el corazón.
Kotaro, aún bajo la caseta, no la siguió. Permaneció en silencio, observando cómo la figura de Naomi se desvanecía entre las sombras y la lluvia, mientras su propio corazón se sentía más pesado que nunca. Pero en su mirada fría y distante, había una tristeza que solo él podía entender. "Lo siento..." murmuró en la soledad de la noche, pero ya era demasiado tarde. Naomi se había ido, y con ella, quizás, la posibilidad de algo más.
Naomi: «¿Por qué... por qué lo hice? Sabía que esto podría pasar. Sabía que... tal vez él no sentía lo mismo. ¿Por qué soy tan tonta? …»
Y así, Naomi corría bajo la lluvia, dejando atrás no solo el festival, sino también el fragmento de su corazón que había entregado a Kotaro.