—Dormí lo que parecieron cinco días. Si hubiera tenido a Rhea, hubiera podido sanar más rápido, pero ahora estaba atrapada en la cama —reflexioné con amargura—. La primera vez que intenté levantarme de la cama, caí. Tuve que arrastrarme de regreso a la cama para salvar mi orgullo. Lo último que quería era que Hades me levantara y me diera esa mirada que me hacía desear que la tierra se abriera y me tragara entera.
—Esta tarde, estaba particularmente somnolienta. Hades no había vuelto y me alegraba, pero sabía que no duraría. Volvería y tendría que dormir en esta cama conmigo, por más grande que fuera, no podía imaginar la incomodidad y las palabras dolorosamente no dichas.
—Justo entonces, la puerta chirrió al abrirse y mi corazón dio un vuelco en el pecho. Luego, en lugar de cabello oscuro, vi rubio —Kael asomó la cabeza:
— Su alteza —murmuró—, ¿cómo está?
—Mejor —mentí, encontrándome sonriendo.
—Qué alivio —su expresión era cálida—. Hay alguien más aquí para verte.