—Adelante —dije después del golpe en mi puerta.
Entraron los gemelos, mis thetas. Uno podría llamarlos secuaces, pero todo lo que sabía es que ellos hacían el trabajo. Pero parecía que había sido demasiado liberal con ellos. Habían retrasado mis planes diez pasos.
Se inclinaron profundamente mientras los observaba.
—Su Majestad...
Uno intentó hablar, pero una sola mano lo detuvo. —No los llamé aquí para una disculpa ni una explicación. No tengo uso para esas —entrelacé mis manos frente a mí.
Les hice señas para que miraran hacia abajo, y cuando finalmente lo vieron, se pusieron pálidos como fantasmas. En mi escritorio había dos inyecciones llenas de Nerexilina hasta la marca de 100ml.
—Su Majestad... —ambos hicieron eco.
—Inyéctense —ordené, la voz de Cerberus resonando con la mía mientras las palabras salían de mi boca.