—¿A dónde vamos realmente? —le pregunté a Cristian después de que casi me arrastró al coche.
—Voy a mostrarte por qué no puedes confiar en nadie —dijo y apretó su agarre en el volante. Lo que sea que estuviera ocurriendo parecía estarlo molestando profundamente.
Todo en lo que podía pensar eran mis padres, a quienes quería ver, y Beau, de quien no había hablado con Cristian, pero temía preguntarle sobre mis padres, y lo último que quería era una charla sobre cómo no podía confiar en nadie. Pero confiaba en Beau.
A diferencia de con Vince, había visto la mirada en sus ojos y esa no era la mirada de un mentiroso, sino la mirada de un hermano que había estado buscando a su hermana.
—Gio, estaré ahí en unos minutos —escuché hablar a Cristian y me concentré en la conversación que estaba teniendo por teléfono con su hermano. ¿Desde cuándo se llevaban tan bien?