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—¡Christian, detente! —gritó mientras lo sujetaba para que se detuviera.
Esta situación le parecía extrañamente familiar a Gio, pensó mientras su mente iba al video viral.
—No, déjalo que me golpee. ¡Alguien tiene que cargar con la culpa de que él sea un infiel! —se burló Dario y se limpió la sangre de su cara—. No creo que a los Alfonzo les caigas mejor de lo que ahora les caes cuando descubran lo que le hiciste a la persona que te expuso.
—¡Christian, vámonos! —Gio habló mientras desesperadamente tiraba de su brazo.
—No sé qué tipo de juego enfermo estás jugando, pero aléjate de mi hija y aléjate de Serena —y te lo prometo, si alguna vez la lastimas
—¿Lastimarla? —Dario se rió a carcajadas y se sujetó el estómago—. ¿Has pensado en ser comediante? ¡Mis pulmones! —Se carcajeó—. Creo que tienes otras cosas de qué preocuparte, como que los Alfonzo no te permitan ver a tu Siena, por ejemplo. Llamemos a Matteo Alfonzo y preguntémosle quién merece sangrar. ¿Tú o yo?