Se apartó, quedando a buenas tres pulgadas de ella.
—Oh claro —replicó sarcásticamente—. Como si no me hubieras golpeado la mejilla como a un esclavo la última vez que intenté hablarte. ¿Esperabas que de repente empezara a hablarte de nuevo? Solo una diosa sabe qué más me harías. Quizás arrastrarme a un pozo de lodo y golpearme.
Ella apretó los dientes.
—Ella me empujó primero y ¿qué esperabas que hiciera cuando te veo saliendo de una habitación con una criada con la que obviamente pasaste la noche?
—No sé... tal vez ocuparte de tus asuntos —escupió él y ella se alejó de él con los ojos entrecerrados, lágrimas falsas acumulándose en ellos mientras se ponía la chaqueta.
Daniel suspiró y se sujetó el puente de la nariz cuando se dio cuenta que ella estaba a punto de llorar. Todavía sentía un cariño especial por Dora y definitivamente no le gustaba verla llorar.
Avanzó para abrazarla pero ella retrocedió e intentó marcharse. Él la agarró por detrás y la abrazó a él, sin soltarla incluso cuando ella se resistía, el aroma a champú y fresa llenando sus fosas nasales mientras lo enterraba en su cabello.
—Sé que apenas ha pasado una semana pero te eché de menos —dijo Dora en voz baja, girándose para rodear su cuello con los brazos mientras lo atraía hacia un abrazo apretado.
Daniel se separó para mirarla y asegurarle que estaban bien, pero Dora tenía otros planes. Rápidamente posó sus labios en los de él, atrayéndolo para profundizarlo.
Cuando terminó, se inclinó hacia atrás y fingió estar arrepentida.
—Yo... lo siento. Es solo que pensé...
Daniel, todavía recuperándose de la impresión de lo que acababa de pasar, la atrajo de repente y puso su dedo sobre sus labios. Ella alzó la mirada para encontrarse con la suya, luz brillante en sus ojos, pensando que él la iba a besar pero él solo dijo cortantemente.
—No... hagas eso.
Con eso, él agarró su brazo y ella lo siguió a regañadientes mientras Daniel introducía temas de los que habían hablado, con ella mostrándose poco entusiasta, especialmente cuando él sacó el tema de Barton.
—Es obvio que le gustas —señaló Daniel, la segunda persona en decir esto y ella rodó los ojos—. ... y no me gusta cómo lo tratas
Sin embargo, sus ojos se iluminaron con esa última frase. ¿Y si era amable con Barton, Daniel la notaría? Parecía que él se preocupaba mucho por su primo, así que decidió que tenía que mantener la fachada de llevarse bien con Barton para caerle bien a Daniel.
Por cierto, le gustó la forma en que Daniel le sujetó la mano y caminaron con suficiencia de vuelta a los campos para unirse a los demás, sin notar la mirada herida en los ojos de Barton al ver su sonrisa cuando estaba alrededor de Daniel y no de él.
En cambio, sus ojos se desplazaron hacia Nancy, tratando de usar el contacto visual para decirle que se alejara de su hombre.
Sin embargo, Nancy hizo todo lo contrario y se aferró al otro brazo de Daniel con tanta fuerza que dejó a Dora parada sola de nuevo.
—Ahora que estamos todos aquí, finalmente podemos jugar a la cuerda. Los chicos rellenaron el pozo de lodo mientras no estabas —dijo Nancy alegremente mientras Daniel la miraba divertido. Hablaba tan alto.
Dora se quedó ahí, furiosa.
—¿Qué os ha llevado tanto tiempo? —preguntó John, moviendo las cejas insinuante lo que hizo que todos rodaran los ojos ante sus pensamientos pervertidos.
—Estábamos liándonos —soltó descaradamente Dora y la cabeza de Barton se levantó de golpe como si hubiera sido electrocutado.
Jephthah desvió la mirada, pareciéndose a un tomate.
Aunque en realidad a nadie le importaba. Sabían sobre Dora y Daniel de todos modos. Incluso Nancy no parecía importarle. Barton sin embargo sí que le importaba pero ¿qué más podía hacer que parecer herido por alguna razón?
Era estúpido haber pensado que cada chica que conocía estaría realmente interesada en él.
Daniel en silencio se giró y se encontró con su mirada con un ceño fruncido que Dora devolvió con frescura.
—¿Dónde está Talia? —preguntó Daniel y Dora rodó los ojos.
Nancy frunció los labios, a punto de hablar cuando el arbusto se agitó y todos miraron a alguien bajando la colina para reunirse con ellos.
¡Era Talia!
Lo que era más sorprendente es que les sonreía alegremente a todos ellos, incluso saludando con la mano.
—¡Talia! —Brittany y Nancy corrieron y la abrazaron fuerte, sin importarles el barro seco en su ropa.
—¿La enviaste al bosque? —Daniel se volvió hacia Royce horrorizado.
Royce la miró con furia.
—Ella se fue por su cuenta. No sé por qué está aquí.
—Oh, cállate Royce. No sé por qué estás tan enfadado con ella. No es como si no se hubiera dado cuenta de su error —advirtió Brittany mientras Nancy se preocupaba por el desaliñado aspecto de Talia.
—¿Error? ¿Llamas a lo que pasó antes un error?
—Dejémoslo ya —insistió más Brittany y Royce rodó los ojos.
—¿Qué me he perdido? —dijo Talia con un tono alegre. Estaba tan feliz, la sonrisa genuina en sus ojos tan brillante que todos se sorprendieron de su cambio de ánimo, especialmente su hermano que la conocía demasiado bien.
Talia nunca sonríe después de una pelea. Para ahora, estaría furiosa o perdiendo los estribos. ¿Qué diablos estaba pasando? ¿Había sido Talia reemplazada de repente o algo así?
Sin embargo, Nancy no notó el cambio y solo dijo,
—¡Nada en absoluto! Llegas justo a tiempo para el juego.
—Encontré esto en el bosque —dijo John, levantando unas largas enredaderas verdes atadas entre sí para formar una cuerda.
—¿Estás bien... Talia? —preguntó Daniel.
—¡Claro! Nunca me he sentido mejor —respondió ella con una sonrisa radiante. De repente ella y Daniel se miraron a los ojos y él juraría que vio algo como un brillo rojo en sus ojos.